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¿Hasta qué punto influye la estructura familiar en el desarrollo escolar infantil?

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En las últimas dos décadas las familias españolas han cambiado con rapidez. Ahora hay menos niños que viven en la misma casa que sus dos padres biológicos. Utilizando datos del Censo de Población de 2011, el Observatorio Social laCaixa ha analizado hasta qué punto influye la estructura familiar en el desarrollo escolar infantil y qué importancia tiene este factor en comparación con otros como el nivel de estudios de la madre y los recursos económicos.

España está cambiando con rapidez y también sus familias. Todavía no hace mucho tiempo que la inmensa mayoría de los niños españoles seguía viviendo en la misma casa que su padre y su madre biológicos hasta que la abandonaban para crear su propio hogar. En muchos otros países de Europa las familias ya habían sufrido una drástica transformación, pero España aún parecía bastante tradicional en lo tocante a estructura familiar.

Sin embargo, desde comienzos de la década de 1990 los rápidos cambios que ha experimentado el país han sido tan sorprendentes que ahora las familias españolas se parecen mucho más a las de los países del norte de Europa que a las de sus vecinos mediterráneos.

Fragmentación reciente de las familias

Por ejemplo, en España el número de divorcios es igual de elevado que en países como Dinamarca, Alemania y los Países Bajos, y bastante mayor que el de países como Italia y Grecia, antes parecido al nuestro. España se acercó especialmente a los países más septentrionales después de la aprobación en 2005 del llamado «divorcio exprés», que agilizó y facilitó este trámite.

La disponibilidad de estadísticas recientes sobre la estabilidad de las parejas no casadas es mucho menor, pero, dado que el incremento de la cohabitación ha sido un fenómeno reciente en España (Domínguez-Folgueras y Castro-Martín, 2013), es probable que las tendencias de la inestabilidad a lo largo del tiempo fueran todavía más pronunciadas si tuviéramos en cuenta ese tipo de parejas.

Según el Censo de Población de 1991 casi el 90% de los chicos de 16 años vivían con sus dos progenitores en la misma casa. Hoy en día, esa estructura familiar ya no es tan habitual. Los datos del censo más reciente indican que en 2011 alrededor de una cuarta parte de los chicos y chicas de 16 años no vivían en la misma casa que su padre y su madre biológicos.

¿Cómo les va en la escuela a niños que viven en diferentes estructuras familiares?

El Observatorio Social laCaixa ha analizado qué importancia tiene este factor en comparación con otros factores como los recursos económicos y la formación de los progenitores y por qué cabe esperar que el número de progenitores que vive con el menor influya en su desarrollo escolar.

El entorno familiar de los niños que cohabitan con un único progenitor no es igual que el de los menores que viven con su padre y su madre biológicos. Algunas de las diferencias propias de esa situación influyen en el desarrollo escolar de los niños (Härkönen et al., 2017).

En primer lugar, si los padres supervisan los deberes de sus hijos y participan en actividades relacionadas con su desarrollo, tienen mejores resultados escolares. Esa «crianza intensiva» puede ser más difícil para progenitores que no viven en la misma casa. Para las madres o los padres solos que sí viven con sus hijos, la crianza intensiva también puede resultar difícil, porque llevar una casa solo deja poco tiempo libre para enseñar a los niños.

Un segundo factor que puede incidir en el desarrollo escolar infantil son los recursos económicos. Es más probable que las familias monoparentales sean pobres, porque suelen depender de los ingresos de un adulto, no de dos. La pobreza puede generar mucha tensión dentro de la familia y repercutir en el comportamiento de los niños y su desarrollo escolar (Conger et al., 2010). El dinero facilita que las familias vivan en barrios ricos, permite que los padres contraten a profesores de apoyo y también que apunten a los niños en actividades extraescolares. Todos esos factores incrementan las posibilidades de que a los niños les vaya bien en la escuela.

Por último, la mayoría de los menores que no viven con la madre o el padre biológicos han sufrido la separación de sus progenitores. Los hijos suelen necesitar algún tiempo para adaptarse a esta nueva situación, y esto también podría afectar temporalmente a los resultados académicos.Muchos de los problemas que tienen las familias monoparentales pueden superarse, y muchos niños que viven con un solo progenitor tienen resultados parecidos a los de sus compañeros, pero la mayoría de los estudios empíricos demuestran que el promedio de los niños en esta situación obtienen resultados escolares ligeramente peores que los de otros niños (Amato, 2010).

Estudios anteriores han demostrado que tanto la elevada implicación (emocional y económica) de los progenitores que no conviven con sus hijos como la custodia compartida minimizan el impacto que la separación de los progenitores puede tener en los niños (Härkönen et al., 2017).

Los obstáculos que plantea la crianza en soledad también pueden superarse gracias a pensiones alimenticias, guarderías públicas y otras ayudas para familias monoparentales. Las nuevas parejas de los progenitores pueden aliviar hasta cierto punto el peso que sufren los padres o madres solos y aportar recursos económicos al hogar, aunque la presencia en casa de madrastras o padrastros también puede exigir a los niños más ajustes emocionales.

En resumen, existen razones que inducen a pensar que el hecho de vivir con uno o los dos progenitores influye en el desarrollo escolar del menor.

Marina Berrio
Más información: Observatorio Social laCaixa

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