¿Qué puede aprender un espacio? Precisamente a adaptarse a las auténticas necesidades de los alumnos para que factores como la inspiración, la autonomía y, por qué no, la comodidad jueguen un papel protagonista en la educación de todos aquellos que pasan cada día por los centros escolares.
Resulta interesante comprobar que, al llegar el nuevo curso académico, nos encontramos con las innovaciones que este presenta. Las metodologías cambian, el sistema de estudio también, usarán tabletas, luego probarán con la flipped classroom y, tal vez, la gamificación educativa.
Eso sí, el aula sigue igual
El profesor sigue siendo el centro de miradas, con la pizarra a la espalda, mientras los alumnos se forman hileras con sus pupitres. Las paredes desprovistas de color y sin adornos hasta que llegue algún trabajo de clase de plástica que pueda colgarse, cuando están en primaria, porque en la eso ya hay que centrarse en un estudio más comprometido.
Debemos preguntarnos si las escuelas apagan la creatividad de los estudiantes, si la distribución del aula está pensada para el maestro o para el alumno y, sobre todo, si lo que queremos es que niños y jóvenes vayan al colegio motivados cada mañana o simplemente deseando que llegue la hora que finalice la jornada cuanto antes.
Rediseñar el espacio de aprendizaje
Cada vez cobra más importancia la necesidad de la organización y planificación del espacio educativo como factor didáctico. Se trata de concebir el aula como un instrumento vital para el aprendizaje y, por ello, se merece una reflexión y planificación por parte del centro y del maestro.
Cristina Laorden Gutiérrez y Concepción Pérez López proponen en su informe, El espacio como elemento facilitador del aprendizaje, que las características arquitectónicas estén al servicio del proyecto educativo de cada centro, así como de sus modelos didácticos, ya que en la actualidad suele suceder precisamente a la inversa.
La creatividad, aseguran, resulta clave para sacar provecho de cualquier espacio, ya sean pasillos, escaleras, vestíbulos… Cualquier rincón es susceptible de convertirse en un espacio para exponer, leer o pensar, de tal forma que se multiplican los recursos al ampliar su utilización. «No hay razón para que el aula sea siempre el espacio fijo tradicional», aseguran.
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Características de los nuevos espacios de aprendizaje
Un nuevo ambiente en la escuela debería:
1. Estar pensado para sus estudiantes.
2. Ser estimulante, flexible y funcional.
3. Estético y creativo.
4. Tener aulas que den lugar a encuentros entre alumnos.
5. Ser espacio acogedores y abiertos al mundo que les rodea
6. Un sitio con personalidad
Hacer del espacio un instrumento pedagógico
La imagen nos suena. Alumnos sentados de manera individual, casi sin interacción, se dan la espalda. Su pupitre les espera al llegar y así seguirán, en la misma postura, hasta que se marchen, ya que, en teoría, es el modo más práctico para coger apuntes o asimilar una información. No tanto para generar debates, investigar o trabajar en grupo.
Rosan Bosch es artista, arquitecta y madre. Una combinación poderosa que lleva a grandes cosas cuando quieres que tus hijos extraigan la mejor experiencia de sus años de escuela. Fundadora de su propio estudio en Copenhague, trabaja en la intersección del arte, el diseño y la arquitectura. Sus proyectos se extienden a bibliotecas, universidades y colegios, algunos incluso más cercanos, como el Liceo Europa de Zaragoza.
Esta experta no explica que, antes de llegar a la chapa y a la pintura, lo más fácil es abrir la puerta y salir del aula que realmente empecemos a utilizar el entorno físico de una forma diferente. Los alumnos encantados, el profesor… puede que no tanto. Se vería obligado a modificar su manera de enfocar el trabajo y, sobre todo, asumir que no podrá controlar a los alumnos al 100%.
Por ello, abrir la puerta significa un acto de confianza y responsabilidad, creyendo que van a comportarse. «Hemos de tener confianza en nuestros propios niños. Cerramos la puerta del aula para controlar y disciplinar», reflexiona Bosch.
Mañana, quiero volver al colegio
El concepto de las escuelas de aula abierta, y en concreto los mitos en torno a su fracaso, han conformado un obstáculo para el progreso en materia de construcción de edificios de centros educativos desde hace más de treinta años. Este se basaba en la idea mencionada por Bosch, en la que suponen que los estudiantes optarían a un mejor rendimiento si se eliminasen las restricciones propias del aula encerrada entre cuatro paredes.
Las escuelas de ahora son organismos basados en pasillos con aulas, de ahí que el proyecto de esta artista quiera plantear el espacio de forma diferente. ¿Cómo? Desarrollando una nueva herramienta: trabajar con los espacios físicos, con las situaciones de aprendizaje que requieran un entorno físico, conectándolo a la manera de organizar determinados trayectos educativos, la rutina diaria de cada centro o materia y las metodologías pedagógicas.
En Dinamarca ya hay municipios que han implementado estos principios en todas sus escuelas. Y lo mismo en Bélgica, que se han unido a esta iniciativa para estudiar cómo quieren estructurar las escuelas del mañana. Son muchos los escépticos que piensan que lo aplicable en el centro educativo de un país, no es válido para el de otro. Rosan Bosch aborda este argumento y afirma que, a pesar de las diferencias culturales, es más interesante centrarnos en lo que todos compartimos: que cada niño tiene una curiosidad que le lleva a explorar, inventar, jugar y aprender.
«Siempre me dicen que los niños de España y Latinoamérica son más salvajes y no saben si mis diseños funcionarán en esos países. Que gritan más, corren más, hablan más y necesitamos disciplinarlos más. Y la verdad es que no son más salvajes y que los niños del norte de Europa y Estados Unidos juegan igual, gritan igual y hablan igual». El tener que dejar de correr para enfocar su atención en el aprendizaje es algo que tienen que entender los niños de cualquier lugar.
Aprender en un espacio motivante, ¿les gusta su colegio?
Es necesario motivarles para que ir a la escuela sea una experiencia realmente estupenda para niños y jóvenes. Y, sobre todo, para fomentar su autonomía, aspecto fundamental que empieza a surgir en estas etapas. Desde la escuela, ¿cómo les motivo? Y, ¿cómo les doy más libertad para que aprendan independientemente?
Rosan Bosch asegura que resulta muy difícil cambiar nuestra manera de trabajo si el entorno físico se queda igual. Es ahí cuando el diseño puede inspirar para este cambio. «Podemos volver a pintar la pared de color blanco o pensar, bueno, este año vamos a probar otro color. Podemos volver a comprar las mismas sillas o las mismas mesas o decir, bueno, este año vamos a comprar pufs o colchones para experimentar un poco».
Como padre o madre es inquietante ver cómo la escuela puede llegar a quitarle a tu hijo su creatividad, sus ganas de aprender y de experimentar. El entorno físico no solo puede facilitar un cambio en el comportamiento de los estudiantes, también les puede inspirar. El aprendizaje surge de la curiosidad innata y esta lleva a la inspiración. Cuando estás en un entorno que te inspira te motiva para dar tu mejor esfuerzo y eso es, precisamente, lo que padres y educadores queremos extraer de cada alumno.
En lo que están de acuerdo es que la arquitectura y distribución de un edificio no debería condicionar la manera en la que se imparten las clases. Así lo explica Prakash Nair en su manual Diseño de los espacios educativos (Sm, 2016). Nos traslada que los centros educativos deberían ser «acogedores, versátiles, dar cabida a diversas actividades educativas y trasladar mensajes positivos sobre actividad y comportamiento».
Este arquitecto y visionario busca poner en relieve que no es necesario mucho más esfuerzo, tiempo o dinero del que ya se emplean en los centros convencionales para crear una verdadera escuela del siglo XXI. De ahí que haga hincapié en cómo el diseño de un espacio educativo puede llegar a «reflejar y acoger los rápidos cambios que se están produciendo en la educación del siglo xxi, eso es un edificio que aprende».
Ana Cemborain
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