«El periodo más importante en la vida no es el de la universidad, sino el primero de todos; desde el nacimiento hasta los seis años de edad», dijo María Montessori en cierta ocasión. Estamos programados para desarrollarnos plenamente, lograr autonomía y alcanzar nuestro potencial o talentos.
Un aspecto de vital importancia en los niños pequeños es el sueño, que garantiza un desarrollo adecuado global, mejor atención, menor frustración y se ha demostrado científicamente que está relacionado con el crecimiento y los aprendizajes realizados durante el día.
A pesar de que existen variaciones particulares, a medida que van creciendo, disminuye la cantidad del sueño. De este modo, los niños recién nacidos duermen entre 16 y 18 horas diarias, distribuidas a lo largo del día debido a la alimentación. A partir el primer mes, el 60 % del tiempo de sueño tiene lugar por la noche y, tres meses después, los niños comienzan a realizar actos rutinarios antes de dormir como puede ser llorar o coger su muñequito. Alrededor de los siete meses duermen 14 horas, siendo la mayor parte del tiempo por la noche o a última hora de la tarde. De dos a cinco años de edad, duermen 12 horas aproximadamente, teniendo lugar una siesta.
En la etapa preescolar pueden comenzar las pesadillas, por lo que es necesario crear un ambiente tranquilo, los citados actos rutinarios -propios a la persona- para poder conciliar el sueño. Cuanto más relajado se acueste, menor es la probabilidad de que aparezcan las pesadillas o más tranquilo será el sueño.
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Rutina para niños antes de acostarse: el sueño infantil
Se recomienda crear una rutina diaria como puede ser leer un cuento o una secuencia de rutinas previas a acostarse: bañarse, cenar, lavarse los dientes (acto importante que se debe realizar o interiorizar como rutina desde la infancia), cantar una canción y acostarse.
– Es recomendable que el baño sea antes de acostarse, ya que favorece la relajación necesaria previa a acostar al pequeño. A partir del desprendimiento del cordón es posible realizar el baño por inmersión. Es un momento importante, de relación, donde se establece el vínculo con el niño.-
– Estimular la colaboración de los pequeños en la medida en que sea posible. De esta forma le damos un papel activo en actividades cotidianas y favorecemos su autonomía.
Adquisición del lenguaje: aprender a hablar
Además del sueño, el lenguaje es un elemento necesario e imprescindible. Según Halliday, el niño le da al lenguaje diferentes usos: la instrumental, en la que pide los objetos de su alrededor; regula la conducta de los demás; interaccional, como forma de relación; personal, para la autoafirmación y manifestación de gustos; e imaginativa, para crear y jugar.
En un principio el lenguaje se acompaña de gestos y mímica que, poco a poco, irán desapareciendo a medida que este se desarrolla. Hay dos fases en el lenguaje: la prelingüística (ocupa aproximadamente el primer año de vida) y la lingüística.
Cada una de ellas presenta unas características y muchos autores las desarrollan como aspectos a seguir teniendo en cuenta la edad del niño. Pero es cierto que, en el lenguaje, cada niño tiene un ritmo y no es lo mimo la adquisición del lenguaje para un niño monolingüe que bilingüe o plurilingüe. Es de especial importancia tener en cuenta ciertas alarmas que pueden darnos pistas para identificar posibles dificultades.
En el lenguaje expresivo:
1. Aproximadamente a los 18 meses debe ser capaz de decir, al menos, seis palabras con un significado apropiado.
2. Alrededor de los 24 meses debe combinar palabras en frases.
3. A los 30 meses debería utiliza oraciones cortas.
4. Hacia 36 meses tendría que hacer preguntas sencillas.
En el habla:
1. Tras los primeros doce meses de edad, el niño utiliza vocales en el balbuceo o en el habla.
2. Alrededor de los 24 meses la mitad de las palabras no se comprenden.
3. Hacia los 48 meses el habla es casi comprensible en su totalidad, no todos los fonemas siendo correctamente adquiridos.
Habilidad de movimiento: la psicomotricidad infantil
La psicomotricidad es otro pilar fundamental en el desarrollo personal que se puede entender como «un área de conocimiento que se ocupa del estudio y comprensión de los fenómenos relacionados con el movimiento corporal y su desarrollo. Pero la psicomotricidad es una forma de abordar la educación que pretende desarrollar las capacidades del individuo (inteligencia, comunicación, afectividad, sociabilidad, aprendizaje, etc.) a partir del movimiento y la acción», (García Núñez, J.A. y Berruezo).
Asimismo, para L. Picq y P. Vayer, «la educación psicomotriz es una acción psicológica que utilizan los medios de educación física con el fin de normalizar o mejorar el comportamiento del niño».
Pierre Vayer, en su obra El diálogo corporal, dedicado a la acción educativa en el niño de 2 a 5 años, divide en tres etapas la educación del niño a través de su cuerpo:
1º etapa. Exploración. El niño es puesto en contacto con los diversos aspectos o elementos del mundo exterior y con los demás.
2º etapa: Conocimiento. Aprende a controlar sus acciones, lo que le conduce a los primeros elementos del conocimiento, a las primeras nociones y representaciones.
3º etapa. Representación. El niño está ya capacitado para controlar, comparar y coordinar sus acciones. El acto es ahora ya la realización de una intención. Es el estadio de la representación y de la expresión.
Según Pierre Vayer, la elaboración del esquema corporal va siguiendo las leyes de maduración y desarrollo motor. Los límites de las diferentes etapas son flexibles y dependerán de las experiencias vividas por cada niño.
Las etapas de la psicomotricidad infantil
Sus características son las siguientes:
Período maternal: El niño pasa desde los primeros reflejos a la marcha y a las primeras coordinaciones motrices a través de un diálogo tónico madre-niño muy cerrado al principio y que poco a poco se va soltando, estando, sin embargo, siempre presente.
Período global de aprendizaje y del uso de sí mismo: entre los 2 y 5 años, a través de la acción, la prehensión se hace cada vez más precisa, asociándose a los gestos y a un movimiento cada vez más coordinado.
Período de transición: entre los 5 y 7 años el niño desarrolla el control postural, siendo en esta etapa el momento de la afirmación definitiva de la lateralidad, el conocimiento de la derecha y la izquierda y la independencia de los brazos con relación al tronco.
La atención y la motivación infantil
De igual modo, la atención se empieza a desarrollar dentro de las funciones cognitivas desde estos primeros momentos. Por medio de los sentidos y la interacción con el entorno los niños adquieren información, y la atención es el filtro que deja pasar esa información. Se puede dar atención voluntaria, que depende del interés y motivación, o involuntaria, en la que la atención es atraída por un objeto o situación que destaca por algo en especial.
Hay factores que influyen en este proceso como son la fatiga, sueño, interés, motivación o intensidad del color, entre otros. La novedad atrae la atención del niño, por lo que cualquier estímulo atractivo puede captar la atención, siendo así más sencillo captar información del exterior e interiorizar esos aspectos del entorno que nos rodea.
En conclusión, es necesario respetar el ritmo propio de cada niño, tanto en lo que respecta a las necesidades básicas, como son la alimentación o el sueño, entre otras, como al desarrollo evolutivo motor, socioafectivo o cognitivo. No todos los niños son iguales, cada uno es un mundo que debemos descubrir.
Si tuviéramos como base la idea de que cada niño evoluciona a diferentes ritmos, podríamos tenerlo en cuenta para dar posibilidades o ambientes más ricos, potenciando las fortalezas. La estimulación temprana nos ayudará a dar mayor posibilidad de desarrollo a nuestros niños, con un andamiaje adecuado, para propiciar un buen desarrollo.
Nagore Fernández y Edurne Lete. Coordinadoras de Infantil y Primaria del colegio NClic de Vitoria
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