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Aprender a evaluarse: los beneficios de la autoevaluación para los niños

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La forma de trabajar en las aulas ha cambiado. Y no solo porque los niños trabajen en compañía de otros o por proyectos en los que aprenden de manera transversal. Entre las modificaciones se incluye la autoevaluación que es una forma muy útil para desarrollar el pensamiento crítico.

Desde muy pequeños, los alumnos están acostumbrados a recibir calificaciones, ya sea en forma de pegatinas con caritas contentas, un sencillo «bien» por parte del profesor o, cuando llegan a la etapa Primaria, sus primeras calificaciones numéricas. Es decir, los niños son capaces de aceptar el escrutinio y la valoración crítica de sus profesores. Y es un valor que les vendrá muy bien a lo largo de la vida, donde serán juzgados constantemente por profesores, compañeros y jefes.

Pero la evaluación solo tiene sentido en la medida en que los alumnos toman conciencia de sus deficiencias y limitaciones para ponerles coto y conocen sus puntos fuertes para seguir trabajando sobre ellos y potenciarlos. Una calificación no sirve de nada si no implica un plan de acción posterior encaminado a la mejora, a la progresión en determinadas áreas localizadas en ese proceso de evaluación.

Los beneficios de la autoevaluación

La profesora María Amparo Calatayud, de la Universidad de Valencia, es autora del artículo «La autoevaluación como estrategia de aprendizaje para atender a la diversidad«. Desde el Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Faculta de Filosofía y Ciencias de la Educación, ha dedicado parte sus esfuerzos investigadores al papel de la autoevaluación y ha localizado los siguientes beneficios:

– Permite a los alumnos tomar mayor conciencia de su progreso en el aprendizaje.

– Ayuda a los alumnos a alcanzar un mayor grado de responsabilidad y, por lo tanto, de autogobierno.

– Funciona como motivación y refuerzo del aprendizaje.

– Otorga al docente una mejor perspectiva sobre la valoración que hacen los alumnos sobre metodología, contenidos…

– Fomenta la reflexión personal y permite un mayor autoconocimiento.

– Concede más autonomía al alumno

Fomenta el pensamiento crítico

Tradicionalmente, los sistemas educativos se han basado en las correcciones que el profesor realiza del trabajo del alumno. Si estas correcciones están bien explicadas, permiten el avance del estudiante en las áreas en las que se hayan detectado carencias. Pero si todo el proceso se resume en una calificación final que no indica los puntos fuertes y débiles del alumno, poco se podrá aportar a su superación, más allá de una ineficaz coletilla de que tendrá que estudiar más, sin saber muy bien qué o cómo.

Precisamente con el fin de potenciar el pensamiento crítico, cada vez más docentes utilizan un sistema de autoevaluación que ayude al alumno a conocer su punto de partida, definir sus fortalezas y debilidades e incidir en aquellos aspectos que hacen necesario un mayor volumen de trabajo. Los sistemas de autoevaluación garantizan que el alumno tomará mejor conciencia de aquellos aspectos que debe mejorar.

El papel del profesor en la autoevaluación

Una evaluación personal no implica que el profesor no participe en el proceso evaluador. De hecho, su aportación es indispensable en todas las etapas, desde la toma de decisiones sobre qué actividades son las más adecuadas para la autoevaluación hasta qué método de autoevaluación es el más adecuado en cada caso, en función del tipo de alumnos y del trabajo realizado.

Además, el profesor tiene que refrendar la evaluación de los alumnos, no solo con el fin de constatar que la evaluación final es la correcta, sino para enseñarlos a evaluarse con el mejor criterio posible. Tenemos la idea equivocada de que los alumnos tenderán a concederse la máxima calificación si se les da la oportunidad. Sin embargo, la experiencia demuestra su capacidad para ser críticos consigo mismos (a veces en exceso).

Pero la mayor aportación de la autoevaluación consiste en que permite a los alumnos conocer qué áreas de trabajo son aquellas en las que deben seguir profundizando. En este sentido, la labor de los adultos consiste precisamente en animar a los alumnos a superarse en esos aspectos en los que más lo necesitan y a no darse por vencidos.

En paralelo, al descubrir ellos mismos sus fortalezas, mejora su autoimagen y con ella su autoestima. Esto los lleva a seguir trabajando con más interés en los aspectos que dominan mejor. Si les transmitimos el valor añadido de que su conocimiento en esas áreas se puede poner al servicio de los demás, no solo habrán mejorado académicamente sino que crecerán como personas.

Victoria Molina

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