Como cualquier herramienta a la que se da un mal uso, las redes sociales pueden producir efectos negativos en los más pequeños. Sin embargo, impedirles el acceso como forma de aislarlos de los peligros de Internet no parece ser el camino más eficaz.
Conocer las redes más populares entre ellos y fomentar la educación para fortalecer una utilización saludable tiene, en cambio, resultados positivos para niños y mayores, que han de buscar el equilibrio en una realidad que ya pertenece más a los nativos digitales que a los que nacimos en un ambiente analógico.
Las redes sociales y la salud emocional de los niños
Más allá de los casos extremos de delitos cibernéticos y el acceso al contenido inapropiado, existen algunos aspectos derivados del mal uso de las redes sociales que pueden poner en peligro la salud emocional de los usuarios:
1. El estilo de vida de los influencers como referente
En redes como Instagram, Youtube o Tik Tok, el consumo de contenido generado por influencers tiene un peso especial. Los jóvenes ven en ellos sus principales referentes, hasta el punto de que muchos los consideran una futura aspiración laboral.
Las vidas de los personajes mostradas en estos perfiles crean una idea distorsionada de la realidad que asienta patrones de conducta, moda y deseos vinculados, en muchos casos, a la superficialidad. Que el término ‘postureo‘ tenga un uso tan amplio no es casual.
2. La dictadura del like
El éxito, en redes sociales, se mide en interacciones generadas. Esto significa que una publicación se considera óptima cuando genera más ‘me gusta’, comentarios o se comparte. Cuando lo que se difunde es contenido personal, la idea no cambia y, desde el terreno psicológico, nos lleva a considerar de manera más o menos inconsciente que un mayor número de likes conlleva una mayor aceptación social.
De esta manera, existe y no solo entre los pequeños, una clara tendencia a medir el éxito y sustentar la autoestima a partir de los resultados de las redes sociales, lo que, en ocasiones genera ansiedad o tendencias a distorsionar la propia realidad para adaptarse a lo que muestran los perfiles más influyentes.
3. La adicción a la exhibición de la rutina diaria
No es difícil encontrar a personas que, estratégicamente, fotografían su comida, sus entrenamientos o cualquier aspecto de su vida antes incluso de comenzarlos. Esta adicción a publicar la propia rutina de forma constante puede conllevar, para los más pequeños, a una pérdida de los conceptos de privacidad y realidad.
Junto a ello, es desencadenante, una vez más, de efectos perjudiciales sobre la percepción personal y fomenta la identificación del sentimiento de pertenencia y de la amistad con el hecho de estar permanentemente conectados y en relación con otros perfiles de las redes.
Mariché Navío Navarro
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