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¡Díselo! 9 consejos para mejorar la comunicación con tu pareja

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La comunicación en pareja es uno de los temas más trabajados en terapia. Día tras día, hombres y mujeres desfilan por las consultas con las mismas demandas: «no habla», «no me cuenta las cosas», «no nos llegamos a entender». Y es que comunicar, y comunicar bien, es algo complejo que requiere aprendizaje. Sobre todo, si no se ha dado un desarrollo emocional que permita florecer en la vida adulta una inteligencia capaz de poner nombre a lo que cada uno siente o piensa.

El psicólogo Robert Sternberg establecía, en su teoría triangular del amor, los tres pilares básicos de una relación de pareja: intimidad, compromiso y pasión. Curiosamente, la comunicación es un factor común en cada una de ellas, un elemento que permite que la relación crezca en esa triada amorosa. Cuando la pareja se comunica de manera exitosa, resulta mucho más sencillo generar un espacio de intimidad, unión y confianza. Permite la creación de un proyecto conjunto basado en el compromiso y, por supuesto, facilita entrar en sintonía dentro de la cama. La comunicación permite que la pareja crezca, madure y genere capacidad de adaptación a situaciones venideras, como la llegada de un hijo o un conflicto familiar. En definitiva, se vuelve más resiliente.

Es imposible no comunicar

Ocurre en muchas situaciones de pareja que se malinterpretan o no se entienden con claridad los mensajes que se quieren trasladar a la otra persona. Y esto sucede, a menudo, porque es posible hablar sin hablar, mandar mensajes desde el silencio, con la expresión, con el cuerpo, con la conducta… Ya lo decía el filósofo y psicólogo austríaco Paul Watzlawick: «Es imposible no comunicar. Todo comportamiento, aún el carente de palabras, comunica». Quizá estos sean los más confusos.

Si se tiene en cuenta esta teoría, compensa mejorar la capacidad comunicativa en pareja para poder transmitir voluntariamente lo que no queremos transmitir involuntariamente.

9 consejos para aprender a comunicar

La buena comunicación no es innata. Se aprende, se educa. Y, como en cualquier circunstancia, el aprendizaje requiere práctica y seguir unas pautas.

– Hablar de lo cotidiano facilita la comunicación en lo más profundo. No se trata de hablar sin parar, sino de informar, aunque sea brevemente, de los acontecimientos del día a día.

– Posponer la conversación cuando las emociones están disparadas. Con la ira o la frustración a flor de piel será complicado transmitir lo realmente importante. La desregulación emocional distorsiona la interpretación de la realidad, pudiendo exagerarla o negativizarla. Es más adecuado esperar a estar tranquilos.

– Evitar entrar en el bucle de las acusaciones, en el «tú más», en quién es el culpable de esto. El objetivo no es la culpabilización, sino el entendimiento.

– Hablar de lo que se ha sentido, no del acontecimiento en sí. A menudo son pequeños agravios los que generan conflicto, puede que ni si quiera exista una conducta «mal hecha», sino que la molestia viene de cómo hace sentir lo sucedido. Ante esa percepción subjetiva no hay verdades absolutas, sólo una interpretación personal a compartir.

– Disculpar al otro. Es habitual que las parejas se hagan daño involuntariamente. Dar un voto de confianza, evitar mirar al cónyuge desde la hostilidad, como un enemigo, rebaja tensiones.

– El objetivo no es compartir opiniones, ni llegar a una postura común, sino comprender la perspectiva del otro para entender cómo se ha sentido y cómo ha respondido.

– Si existe un deseo es necesario realizar una petición sin esperar que el otro la dé por supuesto. Transmitir las necesidades de cada uno protege a la pareja de conflictos futuros.

– Emitir una disculpa disipa tensiones. La mayoría de veces ambos cónyuges pueden encontrar motivo de disculpa: una palabra hiriente, un tono demasiado agresivo, un gesto de desprecio. Un perdón sincero facilita el acercamiento.

– Permitir espacios de silencio. El silencio también comunica. En un clima de intimidad denota comodidad, confianza, bienestar. En pareja no hay uno que gana y otro que pierde, sino que, desde una identidad compartida, ambos pierden o ambos triunfan. En este caso, el mayor triunfo es un entendimiento mutuo.

Lucía Pérez Forriol. Psicóloga @cuentaseloalucia

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