Los descubrirás enseguida. Los hiperpadres son esos padres preocupados hasta el extremo por el bienestar de sus hijos -que no por su felicidad, porque su mirada es peligrosamente cortoplacista-. Les quieren evitar toda forma de sufrimiento por pequeño y liviano que este sea.
Los hiperpadres cargan con sus mochilas hasta la misma puerta del colegio al que siempre llegan en coche. Les traen dos opciones diferentes de merienda para que elijan la que más les guste. Estudian con ellos hasta altas horas de la noche para garantizar que al día siguiente serán los mejores. No les exigen pequeñas tareas domésticas porque consideran que ya tendrán tiempo de cargar con ese trabajo. Pero, al final, los convierten en unos verdaderos incapaces.
El problema de esta nueva forma de educación que Eva Millet describe con acierto en su libro Hiperpaternidad (Plataforma editorial) es que no solo está provocando una generación de ‘hipohijos’ con escasa autosuficiencia al llegar a la vida adulta, sin hábitos adquiridos que les ayuden a atravesar la adolescencia.
Hay una vuelta de tuerca más que resulta especialmente peligrosa: si no les dejamos crecer, se convertirán en unos tiranos.
El proceso no es inmediato, pero sí un paso casi obligado en estos niños y adolescentes a los que cortan las alas. Al no permitirles tomar sus propias decisiones, equivocarse y volver a levantarse, se convierten en personas atemorizadas ante la idea de fracaso, personas que huyen de toda forma de frustración. Como consecuencia, se paralizan frecuentemente ante los problemas, no avanzan y no consiguen resolverlos. Poco a poco, su autoestima se ve dañada por esta incapacidad para manejar situaciones.
El problema radica es que, inmersos en esa constante sensación de fracaso, va mermando su autoestima. La única manera que creen tener para salir de ese círculo vicioso es conseguir que otros hagan por ellos lo que no logran hacer. Aquí entra el carácter tiránico hacia su entorno más cercano (padres, profesores, amigos) de muchos de estos niños. Ellos no se sienten capaces de llevar a cabo lo que se proponen pero, como quieren que se haga, exigen a su entorno que resuelva el problema. Y los padres, que llevan toda una vida complaciéndolos, pasarán también por este aro.
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