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Conoce a tus hijos por sus gustos: ¡tan pequeños y ya saben lo que quieren!

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Aunque en la etapa infantil es habitual que los niños compartan siempre los mismos espacios, actividades y amigos, algunos empiezan a decantarse desde muy pequeños por algunas preferencias frente a otras, hacen notar sus gustos y los padres nos vamos dando de cuenta de que aunque son pequeños, ya saben lo que quieren.

Aprender a elegir y a descartar, valorar lo que más y menos les apetece y enseñarles a esforzarse particularmente en aquello que más les cuesta les proporcionará herramientas muy útiles para el mañana.

Son muy pequeños y les quedan años de trayectoria antes de terminar de formar su personalidad. Su vida, en este momento, es una especie de ensayo y error permanente. Prueban una actividad y establecen un juicio de valor sobre ella.

Comparten juego con un compañero y se forman una opinión sobre su relación con ese niño. Les ofrecen un alimento nuevo y determinan si resulta de su agrado. ¿Qué les gusta y qué no les gusta? Debemos ser observadores, pero también dejar que expresen sus opiniones para poder orientarles. 

De letras o de ciencias

Cuando nuestros hijos aún son pequeños, los padres tendemos a soñar con qué serán de mayores. Y no es infrecuente que extrapolemos ilusiones a partir de unos incipientes trazos en una ficha del colegio. «Parece que se le dan mejor las matemáticas» o «este niño va a ser de letras» son frases que no tienen mucho sentido en la etapa anterior a la Primaria.

La maduración de cada alumno es diferente y el hecho de que determinadas áreas del cerebro se desarrollen antes no significa que el resto no se vayan a desarrollar.

Que un niño hable temprano ni lo convierte en Shakespeare ni lo inhabilita para ser un Einstein. La maduración es paulatina y desigual en cada niño.

Podemos detectar ciertos elementos indicativos de una mayor facilitad en determinadas áreas. Pero de esa facilidad no debemos colegir una dificultad en el resto. Comprobaremos que hay niños a los que resulta más sencillo comprender conceptos matemáticos como la suma o la resta, otros a los que cuesta menos recordar las letras o que tienen mejor pronunciación en idiomas diferentes. Mostrarán predilección por esas áreas en las que, de manera natural, se sienten más cómodos.

Artistas o aventureros

Uno de los rasgos del carácter de los niños que despunta ya desde la cuna es si son inquietos o tranquilos. Dentro de los parámetros normales, encontramos un rango muy amplio de actitudes. Conviene no caer en la moderna tentación de etiquetar a los niños de inmediato para justificar su comportamiento, por ejemplo, con diagnósticos no siempre correctos de un posible Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. Si lo hacemos, estaremos limitando el desarrollo normal del niño porque todo comportamiento quedará justificado bajo las siglas del TDAH.

Muchas de las preferencias de nuestros hijos se van a definir por este rasgo del carácter. Los que sean más tranquilos se decantarán por las manualidades, los juegos de construcciones o los puzles. Los más inquietos necesitarán más espacio libre y no perderán la oportunidad de trepar a algún sitio en cuanto puedan.

Tenemos la tranquilidad de que en el colegio se suele mantener bastante bien el exilio entre las actividades más serenas y aquellas con más desgaste físico. En casa, si bien es bueno que respetemos y propiciemos las preferencias de cada niño, debemos esforzarnos por mantener también un equilibrio para que no se limiten a lo que les resulta más sencillo.

Sabores que enamoran

En las casas con varios hijos se percibe rápidamente la diferencia entre los ‘buenos comedores’ y los ‘malos comedores‘. Para unos todo es delicioso y para los otros, casi nada es perfecto. Si bien en otras áreas podemos potenciar sus gustos, en esta nos corresponde seguir educando porque el ‘periodo ventana’ para que conozcan nuevos sabores sigue abierto.

Debemos pensar que la aversión a determinados platos se produce más por miedo a lo desconocido que por una verdadera incapacidad para tomar un alimento determinado.

Los expertos abogan por una introducción de los sabores menos preferidos de manera paulatina y en pequeñas cantidades.

Por ejemplo, se puede combinar en una comida su plato favorito con otro que no les guste. Se les permite disfrutar de aquello que prefieren pero solo después de haber probado una cantidad no muy grande de lo que no les gusta. Esa cantidad se va incrementando a lo largo del tiempo.

Amigos y no tan amigos

Sabemos que la amistad en sentido estricto no se forja en esta etapa de la vida. No será hasta el final de la infancia, principio de la adolescencia, cuando consoliden lazos con sus iguales. Por ahora, lo más habitual es que lo que llamamos amistad sea una mera coincidencia en el juego. Primero, solo porque comparten un juguete o un espacio. Poco a poco, porque comparten aficiones. Pero en esta etapa es normal que notemos que nos hablan de los amigos en función de en qué mesa están sentados en el aula.

Sin embargo, en ocasiones muestran preferencias por determinados compañeros desde muy temprano. Da la impresión de que esto fuera incorrecto porque la sociedad ha limitado esta capacidad de los niños para «elegir amigos». Por ejemplo, se ha extendido la costumbre de invitar juntos a todos los compañeros de la clase al cumpleaños, en lugar de seleccionar a un grupo más reducido con el que tengan más afinidad.

El hecho de elegir amigos no es malo, siempre que enseñemos a nuestros hijos a tratar bien a los «no elegidos». Más aún, que sean capaces de juzgar el comportamiento de sus compañeros de pupitre nos permitirá evitar problemas futuros como los casos de acoso escolar.

Silvia García Paniagua

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