La realidad es la que es, aunque en ocasiones nos encargamos de transformarla y no precisamente para bien. Los problemas pueden agrandarse si se empieza a pensar en los efectos futuros de los mismos o dan lugar a recuperar viejos y dolorosos recursos. Nunca está de más planificar y pensar en el mañana, pero siempre debe hacerse desde la calma para evitar la ansiedad y el estrés.
El control emocional es una de las claves para evitar llegar a esas situaciones en las que todo parece perdido y en la que nuestra mente nos bloquea. Por ello, enseñar autopercepción a los hijos es una buena idea para que nunca suelten las riendas del presente. Para que, sin llegar a negar la realidad, sean capaces de avanzar y aplicando soluciones efectivas a sus problemas desde la calma.
Control desde la realidad
Tal y como indica la psicóloga Elisa López Caballero existe una gran diferente entre las frases «yo controlo» y «yo creo que controlo». El fin es aprender a tomar las riendas de las emociones a y a tomar las riendas, ya que lo contrario puede dar origen a una disfuncionalidad que se transforme en hábito y, a la larga, en un trastorno e incluso enfermedad.
Lo que comienza como un desajuste en el proceso de interpretación de la realidad, y en los mecanismos de control, es un problema a la larga. Por ello el primer paso debe ser la prevención. La percepción es el paso intermedio entre la recepción de señales del presente a través de los sentidos y su proceso en el cerebro, dando lugar a una respuesta en forma de emociones e impulsos.
El objetivo es conseguir que el cerebro procese lo más ajustadamente posible toda esta información para evitar un desajuste entre la realidad y la reacción. Es aquí en donde cabe hablar de autopercepción. ¿Qué se puede hacer para interpretar las emociones de manera efectiva? Hay que recordar que estamos ante un proceso que sigue un patrón distinto en cada persona y que se ve influido por diversos factores.
Tomar las riendas
El proceso cognitivo humano tiene relación con tres procesos: atención, percepción y memoria. De ellos se derivan conceptos como autoestima, empatía o inteligencia emocional. Por ejemplo, si el niño aprende a prestar atención a su realidad y a no dejarse llevar por sus emociones negativas, entenderá que no todo es tan grave como parece, aumentando su confianza en él mismo.
Se trata de detenerse a analizar la situación real y evaluarla tal y como es. Esto no quiere decir que haya que tener una visión optimista siempre o que no vayan a existir los problemas, sino que se debe evitar la ansiedad y empezar a buscar la solución en lugar de recrearse en los problemas. Es aquí en donde entran en juego los procesos de percepción del entorno y de memoria al recordar posibles situaciones parecidas de las que se extrajeron lecciones a aplicar en este nuevo entorno.
Damián Montero
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