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Bebé enfermo y mimoso: cómo evitar la batalla por la comida

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Catarro, gripe, bronquiolitis, gastroenteritis... En plena época de virus y bacterias es probable que los pequeños de la casa caigan enfermos. Y como los bebés enfermos se quedan tan apagados, variamos nuestras costumbres: comen solo lo que quieren, duermen en nuestra cama y se hartan a ver dibujos animados.

Lo malo es que resulta difícil que vuelvan a habituarse a los buenos comportamientos cuando ya se han curado de la enfermedad. Dice el refranero que «no es lo malo lo que pasó, sino el mimo que le quedó».

Con el frío llegan los virus y las bacterias: catarros, gripes, gastroenteritis y bronquiolitis se ceban con los bebés, que aún no tienen el sistema inmunitario suficientemente fuerte. En la mayoría de los casos, el episodio de la enfermedad remite en unos pocos días y todo vuelve a la normalidad. Pero mientras duran los síntomas, los padres procuramos a nuestros hijos todas las comodidades sin darnos cuenta de que, en ocasiones, estamos variando hábitos y costumbres que, pasada la enfermedad, costará retomar.

Cuando la enfermedad ha pasado… ¿cómo volver a la rutina?

Una vez la fiebre desaparece, vuelven a respirar bien y los escuchamos contentos por la casa, es cuando nos damos cuenta de que la enfermedad ya pasó, pero se le han quedado los comportamientos no habituales que trajo consigo. Y es que, como estaban tan apagados, como no tenían ganas de jugar, como no querían comer, como dormían tan mal, durante esos días les hemos dejado que vean más dibujos animados de la cuenta, que coman lo que quieran y que duerman en nuestra cama. Ahora nos toca ‘deshacer’ el camino para retornar a las rutinas previas a la enfermedad.

Lo primero que debemos recordar a nuestros hijos, aunque aún sean muy pequeños, es que algunos cambios se deben a que «están malitos». De ese modo, cuando ya estén recuperados, recalcaremos que estamos muy contentos de que estén bien y puedan volver a sus rutinas.

Si hay algunos cambios que nos vemos obligados a introducir, debemos pensar bien cuáles van a ser. Por ejemplo, en la mayoría de los casos, no habrá ningún problema en que un niño vea más dibujos animados de la cuenta si va a pasar varios días sin salir de la casa porque tiene fiebre. En cuanto se recupere, retomará su actividad habitual y no verá tantos dibujos. Pero si tenemos un niño al que le ha costado mucho aprender a dormir solo, quizá debemos evitar llevarlo a nuestra cama aunque esté enfermo.

En cualquier caso, incluso si revertimos una costumbre que ya teníamos consolidada, no hay problema en recuperar el hábito. Incluso podemos aprovechar la ruptura que supone la enfermedad para romper con círculos viciosos de costumbres que ya parecían arraigadas.

Cómo evitar la batalla por la comida

La pérdida de apetito es una compañera habitual de cualquier enfermedad que aqueje a nuestros hijos. Basta con que tengan una pequeña congestión para que, al respirar peor, se cansen más comiendo. La fiebre suele provocar también esta falta de hambre y, en ocasiones, va acompañada de náuseas. Si lo que tiene es alguna forma de gastroenteritis, será difícil que tolere los alimentos por un tiempo.

Es frecuente que los padres se pongan nerviosos ante esta situación y se dediquen a ofrecer al niño todo tipo de alimentos hasta que dan con uno que sí quiera tomar. Con la mejor voluntad -la de que el niño coma bien, aunque esté malo- estamos ‘deseducando’ en la mesa.

Sabemos que no es la mejor opción, pero al mismo tiempo queremos mantener el equilibrio entre estas dosis de caprichos y que el niño se quede sin comer. Por eso podemos utilizar algunos trucos que eviten que ellos se den cuenta de que hemos variado nuestro comportamiento porque están enfermos:

– Preparar platos sencillos y fáciles de digerir. Evitamos los menús pesados que van a rechazar porque les hacen sentir mal

.- Seleccionar aquellos menús que sabemos que se comen mejor. Pero siempre como primera opción, es decir, evitamos cambiar un plato que no les gusta y no se han comido por otro que les gusta y pensamos que se van a comer. En los días en los que están enfermos, ganamos más si evitamos ese alimento que sabemos que van a rechazar fácilmente.

– Ofrecer menores cantidades. Como sabemos que tienen menos apetito, damos menos cantidad para que no hagamos una batalla de cuánto se han dejado en el plato.- Adaptar los horarios a su estado físico. Durante el periodo de enfermedad es difícil mantener los horarios habituales de las tomas. Es mejor aprovechar los momentos en los que no tienen fiebre y están más descansados porque comerán mejor.

– Garantizar un mínimo de alimento con algo que tomen bien, como los cereales o unas galletas, siempre que la dieta recomendada por el médico lo aconseje.- Volver a la normalidad de manera paulatina. A medida que remiten los síntomas de la enfermedad, podemos ofrecer más alimentos e ir regulando de nuevo los hábitos de comida.

Alicia Gadea

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