Es habitual que hagamos toda una lista de buenos propósitos para afrontar el año que estrenamos. Cuidar más del matrimonio suele ser uno de los aspectos de esa lista. En la medida en que nosotros mejoremos, mejorará nuestra familia. Pero, antes de lanzarnos a los cambios, tenemos que pensar bien en qué se puede cambiar y cómo vamos a lograrlo.
Seguro que muchos habéis experimentado alguna vez el deseo de cambiar algo. A veces ese cambio tiene que ver con nosotros mismos (ser menos críticos, más detallistas, menos perezosos, más puntuales…) y otras veces incluso deseamos que sean los demás los que cambien, en sí mismos o en su comportamiento hacia nosotros (que nos presten más atención, nos dejen más libertad…)
A pesar de ser una experiencia común, y en muchos casos positiva, puede ser difícil de explicar sobre todo porque, en ocasiones, el aspecto a cambiar no está tan claro y más bien nos envuelve una incómoda sensación de cambiar un ‘no sé qué’.
Desde la psicología, algunos autores han tratado de explicar este fenómeno. Es el caso, por ejemplo, de Thibaut y Kelley que ya en 1959 plantearon que el deseo de cambio surge de una discrepancia entre nuestras expectativas de lo que debería ser el otro o nosotros mismos, y lo que en realidad somos.
Más adelante, Fletcher y Simpson siguieron este planteamiento aplicándolo a las relaciones sentimentales para concluir que, también en este ámbito, tendemos a comparar nuestra relación con un ideal preestablecido. Percibir nuestra relación como muy lejana a este ideal puede generar malestar o insatisfacción y llevarnos a cambiar algunos aspectos de nuestra relación o a desear que estos cambien. En la actualidad, el interés por evaluar el deseo de cambio sigue vigente y la investigación en este campo avanza con el desarrollo de test que permiten evaluar el deseo de cambio dentro del matrimonio.
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El deseo de cambio en las relaciones conyugales
De esta investigación podemos extraer algunas conclusiones que nos ayudan a entender cómo funciona la dinámica de deseo de cambio en las relaciones conyugales:
1. Hombres y mujeres perciben la relación de maneras distintas
A pesar de sonar a tópico, los estudios confirman que efectivamente percibimos las relaciones interpersonales de maneras distintas. En líneas generales, las mujeres pueden tender a estar más insatisfechas con sus relaciones y por tanto a desear mayor cambio en ellas.
Es común a diversas culturas encontrar que cuando se pregunta a hombres y mujeres por qué cosas les gustaría cambiar en su relación, las mujeres tienden a referir un número mayor de cambios que los hombres. Además del grado de cambio deseado, también se observan diferencias en cuanto al tipo de cosas que unos y otros desean modificar.
2. Hombres y mujeres buscan cambiar cosas distintas en la relación
Al analizar qué aspectos se desean cambiar también nos encontramos diferencias. En general, las mujeres tienden a expresar más deseo de cambio en aspectos que tienen que ver con el cuidado del hogar y las tareas domésticas, el cuidado de los hijos y algunas características de la relación afectiva. Por relación afectiva entendemos cambios en la frecuencia con la que salen juntos, inician conversaciones interesantes, prestan atención o muestran aprecio por las cosas que hacen bien.
Los hombres, por su parte, suelen demandar menos cambio en relación con las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, en cambio coinciden con ellas en el deseo de cambio en ciertos aspectos de la relación afectiva.
3. El deseo de cambio evoluciona a lo largo del ciclo vital
De la misma manera que se observan diferencias al analizar el deseo de cambio de hombres y mujeres, también encontramos diferencias al estudiar el deseo de cambio a lo largo del ciclo vital. Los primeros y los últimos años de matrimonio se caracterizan por un menor deseo de cambio, quizás la ilusión del comienzo o el conocimiento mutuo al que se llega tras años de matrimonio favorece este bajo deseo de cambio.
Por el contrario, durante la etapa intermedia del matrimonio se observa un mayor nivel de deseo de cambio, que coincide con una menor satisfacción con la relación, quizás relacionada con acontecimientos propios de esta etapa vital como puede ser nacimiento y educación de los hijos que podrían ocasionar mayores discrepancias entre los cónyuges.
En definitiva, cuando no estamos del todo conformes con una situación surge en nosotros una insatisfacción que nos motiva a cambiar para mejorarla en lo que esté en nuestra mano. Aunque en muchas ocasiones asociamos el deseo de cambio con una emoción o sensación negativa, es importante tener presente que se trata de algo frecuente y positivo que constituye la base del proceso de cambio tanto a nivel individual como conyugal. Parece que no solo nos planteamos cambiar al inicio del año, pero aprovechando el tirón de los propósitos de año nuevo podríamos preguntarnos hoy: y tú ¿qué quieres cambiar?
Carmen Laspra Solís. Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar (UDITEF). Clínica Universidad de Navarra (Pamplona y Madrid)
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