En los primeros años del proceso educativo hay un momento que los niños pueden encontrar contradictorio: les hemos pedido que se tomen el biberón y de pronto queremos que beban en vaso. Usaban el chupete para no chuparse el dedo y ahora queremos que lo tiren. ¿Cómo podemos ayudarles a pasar a la siguiente etapa sin los hábitos de los bebés?
Quizá nos costó varias semanas que dejaran el pecho y se aficionaran al biberón. A lo mejor fue un reto que cogieran su rutina de sueño aferrados a un chupete. Y de pronto, cuando la etapa en la que dejan de ser bebés se acerca, nos toca conseguir lo contrario: que abandonen los hábitos de su primera infancia porque ya son mayores.
Detrás de este reto hay mucho más que un cambio de hábitos porque están cerrando una etapa. Ya no son bebés. La máxima que debe presidir esta fase es sencilla: todos los niños lo consiguen, aunque a veces cueste un poco más. Estos son algunos de los aspectos que debemos tener en cuenta.
¿La comodidad del bebé o la nuestra como padres?
El problema educativo de mayor calado en el proceso necesario por el que nuestros hijos tienen que dejar sus hábitos de bebés es que, en ocasiones, a los padres nos es muy cómodo mantenerlos.
Cuando nos planteamos que tienen que dejar de desayunar leche con cereales en un biberón, a veces ocultamos un razonamiento que nos frena: tomarse el biberón le lleva solo unos minutos, garantizamos una serie de nutrientes, no se mancha y lo hace sin problemas. Cuando pasemos a un desayuno de mayor, va a tardar mucho más en comerse las galletas, la tostada o lo que hayamos previsto, protesta constantemente porque tiene demasiada leche y además acaba todas las mañanas con la ropa manchada.
Entonces corremos el riesgo de caer en la autojustificación y decirnos frases como: «aún no está preparado». Lo cierto es que estos pasos de la vida de bebé a la de niño forman parte, precisamente, de la preparación que, como padres, debemos darles. De modo que, antes de iniciar el proceso, debemos tomar conciencia de que lo hacemos por su bien y no por nuestra comodidad.
Niños preparados físicamente
Antes de dejar de tratar a nuestros hijos como bebés y empezar a tratarlos como niños tenemos que comprobar si se ha producido el desarrollo físico necesario. Por ejemplo, para plantearse cuál es el mejor momento para quitar el pañal, necesitamos saber si ya percibe la sensación de tener la vejiga llena y es capaz de controlarlo. De lo contrario, nos estaremos anticipando y sólo conseguiremos que nadie se sienta satisfecho.
Con la alimentación ocurre lo mismo. Tenemos que acompasarla al ritmo evolutivo del niño. No podemos introducir alimentos sólidos hasta que no haya desarrollado la capacidad para tragarlos. Si nos precipitamos, al riesgo de ahogamiento le añadiremos la posibilidad de que, al comer demasiado despacio, no ingiera la cantidad adecuada de nutrientes.
Si encontramos demasiadas dificultades para superar alguno de estos hábitos, podemos consultar a un especialista por si existe alguna dificultad física que está causando problemas. Así pues, determinada la configuración del paladar puede dificultar la deglución y algunas malformaciones del sistema urinario provocan que no puedan retener la orina.
Objetivos de los padres en el cambio de hábitos de bebé
Cuando nos enfrentamos al proceso de cambio de hábitos en nuestros hijos, es frecuente descubrir que han establecido una verdadera relación de dependencia, un comportamiento que se asemeja incluso al de una adicción.
Un niño acostumbrado a su chupete puede experimentar, literalmente, cuadros de ansiedad cuando se lo quitamos. O se puede negar en banda a tomar su leche porque está en taza y no en biberón. Los hábitos relacionados con el sueño -chupete, cuna, peluches- suelen ser particularmente complicados.
Precisamente con la intención de conseguir que adquirieran una buena rutina del sueño, hicimos especial hincapié en ellos. Pero no podemos perder de vista que nuestro objetivo es romper esa rutina, no por el mero hecho de que sean «mayores», sino porque de ese modo los ayudamos a ser menos dependientes de elementos externos en su día a día. Les estamos haciendo un favor educativo, por eso tenemos que mantener nuestra decisión aunque eso suponga que lo pasen mal unos días.
Etapas evolutivas: evita etiquetas negativas
No es fácil que marche todo bien a la primera. Es probable que nos enfrentemos con complicaciones, que el proceso tarde más de lo previsto, pero tenemos que armarnos de grandes dosis de paciencia para lograr nuestro propósito porque lo más probable es que haya altibajos. Es importante que evitemos las etiquetas negativas.
Aunque las estemos utilizando como forma de acicate, nuestros hijos pueden hacer otra lectura diferente.También es crucial no compararlos con otros niños, hermanos, amigos… El comentario «a tu edad Fulanito ya no usaba pañal» no suele servir como repulsivo y dificulta la relación con Fulanito.
En materia del desarrollo del bebé, se suelen establecer unas etapas orientativas en las que la mayoría de ellos logra un avance. Pero solo representan las medianas estadísticas. El hecho de que a un niño le cueste algo más de tiempo aprender a tragar o controlar los esfínteres no suele suponer problema alguno. Simplemente está más apartado de la edad en la que un mayor número de niños atraviesa esa fase.
Victoria Molina
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