Ya lo decía la canción del grupo vallisoletano Celtas Cortos: «…cuéntame un cuento y verás que contento, me voy a la cama y tengo dulces sueños…». Y es que, ¿quién no recuerda aquellos cuentos que nos contaban cuando éramos niños? Historias, la mayoría de ellas con su correspondiente moraleja, que han marcado nuestra infancia y que, en muchos casos, se van transmitiendo de generación en generación.
Los más pequeños adoran que se les cuente un cuento, se trata de un momento del día muy especial que no se compara ni suplanta con películas o audios. Además, los cuentos son excelentes vehículos de aprendizaje que fomentan, entre otros aspectos, tanto la capacidad del niño para generar sus propias imágenes mentales, como sus niveles de concentración y capacidad de escucha.
Todo ello repercute en una mejora sustancial de su desarrollo cognitivo. Pero a la hora de narrar un cuento, es clave que el adulto conozca una serie de consejos para que esta sea lo más efectiva posible, porque pequeños factores como la rapidez con la que narramos la historia, o si empleamos en ella algún gesto de nuestras manos o elementos externos como los muñecos u objetos, determinan que podamos obtener el mayor número de beneficios cognitivos para nuestros pequeño.
La narración de cuentos
Los cuentos y su transmisión de generación en generación son parte de nuestra historia y tradiciones, y han estado presentes en todas las culturas y civilizaciones. Por ello, es fundamental que sigamos contando cuentos a nuestros hijos ya que, a través de ellos, podemos transmitir valores de forma lúdica y creativa. Especialmente los cuentos clásicos y fábulas populares nos ofrecen una guía de superación de obstáculos y conflictos, nos hablan de valor, compasión, perseverancia, paciencia y otros tantos valores fundamentales para la vida social y personal.
Y dado que enseñan de manera indirecta a través de sus imágenes, calan más hondamente que cualquier discurso moral. Los cuentos pueden ser una inspiración para momentos posteriores de la vida y en el momento de escucharlos, si están unidos al afecto y la atención de un adulto dedicado, se transforman en bálsamo relajante y reparador.
Aparte de este componente más emocional, se ha demostrado que el cuento en sus diferentes versiones (narrado, teatralizado, etc) puede ser un excelente y efectivo vehículo para potenciar el desarrollo cognitivo de los niños ya que incentivan su capacidad de imaginación, expresión, concentración o escucha. Estas historias les obligan a generar imágenes mentales por sí mismos, al contrario que otros formatos como el cine y la televisión donde se encuentran con imágenes ya acabadas.
Pero más allá del tipo de cuento, la posibilidad de que el niño asimile todos sus beneficios lúdicos y didácticos dependerá en gran medida de su correcta narración por parte del adulto. Éste deberá prestar una especial atención a un conjunto de aspectos clave para que el niño, además de divertirse, entretenerse o relajarse, ejercite su mente y potencie su desarrollo cognitivo.
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5 trucos para narrar cuentos infantiles
1. Emplea la memoria
Cuando narramos de manera libre conectamos mucho mejor con los niños y, además, esto nos permite un mayor manejo de nuestra expresividad y gestos. A veces es necesario aprenderse un texto de manera textual e íntegra, pero otras veces no. En el caso de cuentos que van rimados sí es necesario, pero cuando la narración es más libre podemos utilizar una técnica para aprendernos el cuento.
En vez de aprendernos el texto palabra por palabra, podemos describir las imágenes. La técnica consiste en memorizar cada secuencia como si de fotogramas de películas se tratase. Así, nos hacemos una foto mental de cada escena: «caperucita yendo por el bosque, caperucita abriendo la puerta al lobo, etc» y lo podemos hacer en el sentido del propio desarrollo del cuento o también en sentido inverso.
2. Narra un solo cuento cada vez
Si narramos varios cuentos en un corto periodo de tiempo, provocaremos que las imágenes de todos ellos se vayan solapando y entremezclando. Finalmente, las más antiguas se borrarán de la mente del niño cuando comenzamos a narrarle una nueva historia. El truco: pocas imágenes y de calidad. Ahí está la clave para que un cuento vaya más allá de entretener y mantener ocupados a los niños, y sirva para potenciar su desarrollo cognitivo.
3. Describe detalladamente las imágenes que narras
Si queremos generar imágenes de calidad, debemos ser capaces de describir detalladamente cada una de ellas, es decir, no saltaremos de una imagen a otra, sino que nos centraremos en una, y como si estuviéramos describiendo un cuadro, utilizaremos una narrativa calmada para que al niño le dé tiempo a «pintarlo interiormente» o imaginarlo.
Por otro lado, también es importante que empleemos un tiempo en contextualizar o describir al niño el entorno dónde se va a desarrollar el cuento. De esta manera facilitaremos que integren esas imágenes de una manera más sencilla y natural.
4. Emplea elementos simples como gestos de manos o pequeños muñecos
Existe una regla básica: a mayor simplicidad del elemento exterior, mayor será la creación interior de imágenes. Para entenderlo mejor, vamos a poner un ejemplo: cuando mostramos una película a un niño, todas las imágenes que percibe son exteriores, terminadas, es decir, cuentan con todo detalle. Este tipo de imágenes anula su capacidad de creación propia, porque la imagen viene de fuera y no hay que crear absolutamente nada. Si, por el contrario, únicamente describo y no le muestro ningún elemento externo, mayor será el reto del niño para generar esa imagen.
También es importante recordar que los niños no nacen con esta capacidad. Es alrededor de los 6 años cuando poseen la suficiente madurez para poder escuchar una narración sin ningún tipo de soporte visual. Esta capacidad de abstracción es sinónimo de madurez escolar. Por eso es importante que durante los años anteriores (a partir de los 2 o 3 años) seamos capaces de acompañar a los niños con estos elementos simples que apoyen esta visualización pero no interfieran negativamente en su desarrollo.
5. Maneja correctamente tu propia voz
Es muy habitual que a la hora de narrar un cuento a nuestros hijos empleemos, sin darnos cuenta, unos cambios de tono para «simular» la voz de un lobo o la risa de una bruja. Si exageramos demasiado este tipo de narraciones provocaremos una interferencia importante ya que esto llamará la atención del niño excesivamente, nos convertirá en protagonistas y, por consiguiente, reducirá o «cortocircuitará» su capacidad para generar esas imágenes mentales.
El tono, por tanto, debe ser neutral, objetivo pero siempre expresivo. Porque si es demasiado monótono, esto también dificultará la aparición de imágenes. En definitiva, el correcto manejo de nuestra voz es clave para promover la capacidad de los niños para generar sus propias imágenes.
Tamara Chubarovsky. Experta en lenguaje y desarrollo infantil
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