La actual pandemia de coronavirus Covid-19 ha vuelto a poner de actualidad la actitud de la persona ante la enfermedad. Ante el diagnóstico de una enfermedad más o menos grave se suele vivir un momento aterrador en el que se mezclan una gran cantidad de emociones (negación, rabia, tristeza, miedo…). Pero, una actitud positiva durante el trascurso de la enfermedad tiene múltiples beneficios.
En efecto, según las investigaciones hechas al respecto, unidas a la experiencia de muchos profesionales de la medicina, la actitud que adopta el paciente frente a la enfermedad y a su curación, son determinantes. Una actitud positiva y optimista es beneficiosa en todos los aspectos, incluido el más importante, el de la curación.
Atravesar por una situación así nos puede enseñar algunas cosas en las que tal vez no habíamos profundizado y nos lleva a pensar más en aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros.
Aceptar nuestra enfermedad con optimismo
Cuando uno está sano, parece que nada se nos puede poner por delante. Por eso, el caer en una enfermedad como la Covid-19, causa una tremenda frustración: los planes próximos que teníamos se trastocan y el futuro es incierto. Nos damos cuenta de golpe que estamos limitados, que no todo depende de nosotros y que no podemos abarcar cuanto queramos. A partir de entonces lo único que cuenta es el presente, porque ¿quién sabe como nos encontraremos mañana?
Aprender a valorar y vivir el momento presente y el día a día implica también saber valorar lo que se tiene. No siempre es fácil: muchas veces, nos acostumbramos a todo lo bueno que tenemos a nuestro alrededor y no lo apreciamos como se merece, precisamente por que lo vemos como algo «normal», de lo que siempre hemos dispuesto sin ningún problema.
La vida, normalmente, es un claroscuro de momentos mejores y peores. Las personas que han pasado una enfermedad o la ha padecido alguno de sus seres queridos, disfrutan mucho más de todo lo positivo, precisamente porque no están acostumbrados a que sea siempre así: tienen la experiencia de la otra cara de la moneda. Pero no deberíamos esperar a no poder disfrutar para empezar a hacerlo. Por eso debemos aprender a disfrutar de lo que nos rodea sin esperar a perderlo para valorarlo.
Pensar en los demás durante la enfermedad
Cuando una enfermedad hace acto de presencia, podemos ver con nitidez quienes nos quieren de verdad: son aquellos que no se separarán de nosotros y tratarán de hacernos la vida más fácil en los momentos duros. Por eso, por nuestra parte, hemos de aceptar con humildad sus cuidados y dejarnos mimar, al tiempo que agradecemos su labor.
Ellos también lo están pasando mal por nosotros, por eso, hemos de hacer un esfuerzo por mostrarnos de buen humor y ser cariñosos con ellos. Es una forma de ayudarles. Si se vive para los demás, la alegría está garantizada. No se tiene tiempo para pensar si se está bien, mal o regular; o si duele aquí o allá.
La generosidad que supone vivir para los demás produce una sensación de plenitud, de satisfacción y serenidad interior que no se paga con nada. Si te fijas, verás que aquellas personas que intentan que las vidas de los demás sean más fáciles y agradables son precisamente personas cuyas vidas no lo han sido.
Querer y sentirse querido hacen que la vida sea maravillosa y que todo (aunque sea doloroso) sea «soportable». Es posible prestar menos atención a tu dolor al centrar el pensamiento en hacer que tus amigos y familiares sean felices. Pensar en los otros tiene un gran poder curativo.
¿De qué me ha servido el dolor?
Tras pasar por una experiencia dura como puede ser una enfermedad, es bueno que nos paremos a pensar sobre todo aquello que nos ha aportado, como por ejemplo:
– Somos conscientes de nuestras limitaciones.
– Nos damos cuenta de que necesitamos a los demás.
– Valoramos lo que tenemos.
– Disfrutamos más de lo positivo.
– Maduramos y nos hacemos fuertes.
– Nos aporta humildad.
– Nos hace vivir al día.
– Nos volvemos sensibles a las muestras de cariño de los demás; las valoramos más.
– Somos más agradecidos.
– Comprendemos a los demás.
– Nos olvidamos de nosotros mismos.
– Aumenta nuestra capacidad de esfuerzo para luchar.
– Damos el valor justo a las cosas.
– Tenemos una justa visión de la realidad.
– Ayudamos a otros.
Escuchar y entender durante la enfermedad
Padecer una enfermedad es duro, como también lo es el pasar por ese periodo junto a la persona enferma. Pero una época dolorosa también puede aportar y asentar valores positivos a aquellos que acompañan al enfermo. Son los familiares y amigos los que en estos momentos tienen que desempeñar la tarea de escuchar, comprender y apoyar; han de ser conscientes de que, sin su ayuda, todo sería más complicado para el enfermo.
Estas personas también saldrán fortalecidas de la experiencia, ya que para vivir como seres humanos hay algo muy necesario y que sin embargo escasea mucho: comprensión humana, que es una manifestación del verdadero amor.
Conchita Requero
Asesoramiento: María Robledo Gandarias, licenciada en Filosofía por la Universidad de Navarra y Máster de RHH y de educación Familiar.
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