Hay una gran dificultad en nuestra sociedad para reconocer lo bueno, la verdad de las cosas. Quizá parezca mentira, pero es así. Cuando se dice que a las personas hay que darles lo que necesitan y no lo que desean, es posible que alguien pregunte ¿y qué necesitan?, ¿y qué es lo bueno?, o la clásica pregunta ¿y qué es la verdad?
Es cierto que en nuestros días, para muchas personas, la verdad aparece muy difusa. Poco concreta. Todo esta relativizado, no hay vigas de hormigón a las que agarrarse. Se les dice a los hijos cosas con la inseguridad del que no sabe si lo que está diciendo es bueno o malo. Que es una forma extraordinaria de traspasar la duda al otro y de no educar.
Entonces se considera bueno lo que no me daña a mí. Es decir aquello que no me deje preocupado al hacerlo. Consideramos como norma suprema de actuación el no quedarnos preocupados.
Nos fabricamos una ética o moral personal que está limitada por dos parámetros, lo que no me preocupa y lo que me viene bien.
A mí no me importa hacer eso, no me remuerde la conciencia, se oye decir ante cosas que objetivamente están mal hechas. ¿Por qué ocurre eso? Porque la conciencia tiene que estar formada para dar el toque de calidad. Una conciencia sin formar cada vez reaccionará con menos fuerza ante cosas mal hechas, y terminará por anestesiarse. La conciencia recta y verdadera sí es un buen diapasón del actuar.
Otra norma de actuación es lo que yo considero bueno, lo que me apetece, a eso le damos categoría de verdad, y por lo tanto de bueno.
Todo aquello que en el corto plazo me agrada, satisface mis sentidos, o mi ambición, eso es bueno. ¿Por qué? Porque a mí en este momento me viene bien.
Así nos fabricamos una ética o moral personal que está limitada por dos parámetros, lo que no me preocupa y lo que me viene bien.
Esto es una aberración y una locura, la historia personal de muchos hombres así lo ha demostrado; a Hitler, según parece, no le remordía la conciencia y le venía bien matar judíos.
Y es que hay que formarse en relación a lo que las cosas son y cómo las cosas son. Si no, es probable que hagamos locuras.
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