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Ideas para afrontar los conflictos en casa con los niños pequeños

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Cuando nuestros hijos son pequeños el día a día se puede hacer cuesta arriba. A las prisas, los deberes, las duchas, las cenas y el ritual para acostarles, se le suma nuestra carga emocional. Analizarla nos ayudará a relacionarnos mejor con nuestros hijos.

¿Cómo nos sentimos en esta situación de incertidumbre? ¿Hemos conseguido asimilar todas la vivencias anteriores?¿Como estamos afrontando el comienzo del curso escolar?

Afronta los conflictos desde una perspectiva positiva

Estas ideas basadas en la Disciplina Positiva nos harán más fácil el día a día con nuestros pequeños, evitando los gritos, las amenazas y los castigos.

El primer paso es reconocer que el cambio pasa por nosotros. Debemos hacer una reflexión de como estamos viviendo esta nueva etapa de la pandemia. Son meses de mucha tensión emocional que puede dispararse en este comienzo de curso, dado que la incertidumbre sigue sobrevolando sobre nosotros. Según como estemos afrontando esta situación seremos el ejemplo de nuestros hijos. Recordemos que como padres somos el modelo para nuestros pequeños. Si nos mostramos enfadados o preocupados ante la vuelta al cole, ese miedo o enfado se lo transmitiremos a ellos, aunque no lo verbalicemos.

Al igual que cuando queremos que sigan una serie de rutinas y nos preguntamos por qué no nos hacen caso, cuando enfocamos el problema en la conducta molesta de nuestro hijo, debemos resetear y hacer un cambio de mirada hacia nosotros mismos. ¿Cómo me estoy dirigiendo a él?¿Estoy calmado? ¿Reacciono así por lo que me genera la conducta de mi hijo o me preocupan otras cosas?

Las amenazas, los gritos o los castigos no suelen funcionar. Los niños reaccionan mejor cuando no se sienten mal. Por eso, debemos estar calmados para poder ayudar a nuestros hijos a serenarse. Los niños necesitan de su adulto de referencia para poder tranquilizarse, ya que a nivel madurativo no tienen el desarrollo ni capacidad suficiente para hacerlo solos. Así que si están en plena rabieta, apaguemos su fuego interior sin añadirles más. Nos están pidiendo ayuda y es nuestra responsabilidad como padres brindársela.

Para conseguir dar un paso atrás antes de actuar ante una situación tensa es importante serenarse. En muchos momentos no nos es posible y debemos dar otro paso más hacia atrás reflexionando sobre nuestro autocuidado. ¿Que espacios tengo para mí mismo? ¿Qué ratitos durante el día o la semana me los dedico para mi? y no solo momentos para oxigenarse, sino también poder pensar sobre los mensajes que nos enviamos a nosotros mismos. ¿Son de cariño? ¿o de culpa y reproche? Cuidarnos a nosotros mismos, mimarnos y querernos cobra gran importancia para poder dedicarles tiempo de calidad a los nuestros.

El conflicto es una oportunidad de aprendizaje

Para poder disfrutar de la crianza de nuestros hijos, sin vivirlo como un campo de batalla, quizá nos ayude cambiar la perspectiva de los conflictos. Si nuestra forma de manejarlos es desde el control y la corrección no solo nos alejamos de ellos sino también de su aprendizaje.

Si queremos ser sus guías, que crezcan desarrollando amor y respeto hacía sí mismos y los demás, y que sean capaces en un futuro de volar solos, debemos ayudarles en el día a día a que den pequeños pasos.

Esos pequeños pasos no se consiguen penalizando y castigando el error, sino ofreciendo y aprovechando las oportunidades de aprendizaje que se dan todos los días. Capacitando no censurando.

Crecemos a fuego lento, con la mirada de un adulto que confía en nosotros y nos demuestra su amor incondicional. Por eso cada vez que tengamos un conflicto con nuestro hijo cambiar la perspectiva y preguntarnos qué queremos que aprenda o que se puede llevar de esta experiencia para su futuro nos va a ayudar más que quedarnos en esa sensación de malestar porque no obedece.

Centrarnos en soluciones y no en culpables, tomárselo como una oportunidad de crecimiento mutuo nos proporciona un giro de la situación para evitar tomárnoslo como algo personal. Así seremos conscientes de lo que influye nuestro comportamiento en la respuesta de nuestro hijo, según la mirada que pongamos al conflicto.

Exploramos más allá de la conducta

Para poder conectar y entender a nuestros hijos es importante ir más allá de la conducta disruptiva. No son niños malos o desobedientes, sino niños demandantes de ayuda. Si nuestra interpretación sobre su rabieta es que simplemente no «quieren» «hacernos caso», nos estamos quedando en la superficie de la situación y será muy difícil dar una respuesta sin recurrir a gritos, castigos o amenazas.

Nos puede ayudar indagar de dónde viene su malestar y facilitar la conexión con nuestro pequeño. A veces sienten emociones muy fuertes que todavía no están preparados para gestionar solos y necesitan nuestra ayuda, otras veces realizan conductas exploratorias acordes a su edad y somos nosotros los que no las permitimos, y otras tienen que ver con otro tipo de necesidades no cubiertas como sueño o hambre.

Conocer las conductas esperables a su edad y explorar con ellos su malestar favorecerá que se sientan entendidos y puedan ir desarrollando una buena inteligencia emocional. Por otro lado, al ir más allá de su conducta ampliaremos nuestra perspectiva y será menos probable tomárnoslo como algo personal.

Escuchamos, no sermoneamosMuchas veces lo primero que nos sale cuando vemos a nuestro hijo enfadado o llorando es darle un explicación del por qué ha ocurrido, cómo lo podrían haber evitado, o incluso un «te lo dije..» Sacamos el maletín de los consejos y no hay quien nos pare. Y en la medida que hablamos la brecha de separación con nuestro hijo va aumentando. Para que nos puedan sentir cerca y conectar con sus emociones es importante hacer una escucha activa, preguntarle qué necesitan, ayudándole a pensar y a buscar soluciones de forma conjunta. Así evitaremos que se sienta cuestionado, y entenderá que estamos en el mismo equipo. Sentirá que sus opiniones tienen valía y por tanto ganará en confianza en sí mismo.

Validamos sus emociones

Al reconocer sus sentimientos y emociones estamos permitiendo que conecten consigo mismos. Les estamos enseñando a mirarse a sí mismos y a gestionar el huracán que muchas veces viven en su cuerpo pero que no entienden. Se sentirán con el permiso de sentir y expresar con nuestra seguridad y contención. Validar sus emociones no significa dejar de sentirlas o anularlas sino transmitirle que estamos ahí, que le entendemos y tiene nuestro apoyo.

Pasar de lo que no pueden hacer a lo que sí ¿Cuántas veces al día usamos el «No» con nuestros hijos? Muchas veces estamos tan instalados en la norma que no nos damos cuenta de la cantidad de órdenes que recibe un niño desde que se levanta hasta que se acuesta (pasando por el colegio). Así es normal que responda rebelándose o negándose a obedecer.

Cuando nos centramos en lo que sí pueden hacer estamos cambiando el discurso a algo positivo y generamos en el otro una sensación distinta. Estamos ampliando el margen de acción, y el foco esta en lo esperable. La energía y la manera de dirigirnos a nuestros hijos cambia y ellos lo perciben.

Por ejemplo si no queremos que use la pelota por el salón podemos decirle que puede en su cuarto, o si están hablando muy alto en vez de decirles que no griten les podemos sugerir que hablen bajito diciéndolo mostrándoselo a ellos. Si añadimos un toque de humos mejor.

Además siempre que podamos debemos apelar a la colaboración ya que las luchas de poder no suelen dar buen resultado. Ayudarles a pensar en una solución, o cuando son más pequeños ofrecerles varias opciones hará que nos enfoquemos en la resolución del problema y no en un enfrentamiento con nosotros.

Nuestro amor, siempre

En los momentos de desregulación emocional reaccionar con enfado y gritos suele aumentar el nivel de activación de todos además de enseñarles poco sobre gestión emocional. Sin embargo muchas veces darles un abrazo y mostrarles nuestro afecto cuando se encuentran muy alterados suele ayudarles a serenarse y desconectar de ese sufrimiento.Al fin y al cabo es esa mirada incondicional la que nuestros pequeños necesitan para crecer. Tener claro que nuestro amor hacia ellos no depende de lo que hagan sino que les queremos por lo que son: nuestros hijos. Y está en nuestra mano tomar el camino de vivir la crianza desde la pesadumbre y la queja o desde el regalo que supone poder acompañar a unas criaturas llenas de ilusión, donde cada día es un descubrimiento y un pasito adelante para ellos.

Reflexionar qué queremos que se lleven de cada momento que compartimos, porque es esa conexión con nosotros la que va conformando poco a poco su suelo firme, para que cuando pasen unos años puedan atreverse a echar a volar solos.

Cristina Zárate Kindelan. Psicoterapeuta infantojuvenil y de familia de Psicólogos Pozuelo

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