El gateo es una de las etapas más importantes en el desarrollo psicomotriz de los niños. Aunque no todos los pequeños se inician al mismo tiempo, la mayoría suele lanzarse a la conquista del suelo alrededor de los siete o diez meses. A esta edad los niños ya poseen la suficiente fortaleza en sus músculos como para arrastrarse por el suelo.
Así se inicia el proceso de andar a cuatro patas
El proceso suele ser bastante similar en casi todos los casos. Del simple «movimiento de arrastre» se pasa a la posición de cuatro patas y de ahí, en torno al año, a posiciones más erguidas. Pero no todos los niños son iguales. Algunos pequeños, no se sabe bien por qué, se saltan esta etapa, lo cual indica que si bien el gateo es importante no es imprescindible a la hora de aprender a andar correctamente más adelante.
El principal factor que suele motivar a un bebé a gatear es la curiosidad. Casi todos los niños, llegados a una determinada edad, sienten la necesidad imperiosa de explorar el territorio que les rodea. Para ellos consiste en toda una aventura y, como no, una importantísima fuente de información a la que ninguno debería renunciar: Juguetes, muebles, zapatos, las patas de las sillas o nuestros propios pies… cualquier excusa será buena a la hora de comenzar a reptar.
La importancia del gateo
El gateo es el primer método de marcha que utiliza el niño y es fundamental para obtener una madurez ósea de piernas, brazos, columna y una correcta coordinación de movimientos. Además, existe una relación muy estrecha entre ser capaz de arrastrarse, de gatear y de converger con su visión en un punto próximo (habilidad básica, a su vez, para aprender a leer más adelante). Mediante el movimiento, el niño perfecciona la visión y ésta le llevará a la lectura.
El gateo sobre manos y rodillas y el uso simultáneo de ambos lados del cuerpo permite al cerebro aprender a controlar brazos y piernas, ojos, oídos y manos al mismo tiempo (lateralidad completa). La lateralidad completa ocurre solamente en el género humano, siendo los hombres las únicas criaturas que pueden leer, escribir, hablar y andar erguidos.Por lo tanto, sin la necesaria oportunidad para gatear y sin el estímulo necesario para sus oídos y sus ojos, el desarrollo cerebral quedaría incompleto.
¿Gateará pronto mi bebé?
Descubrir si nuestro pequeño gateará pronto o no es muy sencillo. Tan sólo tendremos que observar atentamente sus movimientos. Al principio, el niño comprobará las posibilidades de su cuerpo: en sus primeras intentonas realizará determinadas pruebas con el fin de analizar si es capaz de soportar su propio peso sin que nosotros le echemos una mano. s el llamado «movimiento de balanceo» que consiste en ponerse a cuatro patas pero sin llegar a avanzar. En esta posición, el bebé comenzará a llevar a cabo una especie de vaivén que le permitirá poner a prueba por primera vez su sentido del equilibrio.
Unos días más tarde, cuando el niño considere superada esta etapa le llegará el turno a sus primeros desplazamientos. Casi sin darnos cuenta el niño comenzará a trasladarse de un lado a otro utilizando sus manos y pies como apoyo. Y así, poco a poco, irá desarrollando tal agilidad y precisión que en poco tiempo no solo gateará libremente por la casa, sino que, además, lo hará a una sorprendente velocidad.
Los primeros movimientos del bebé: a gatas
Al comenzar a gatear los niños no suelen dirigirse hacia un lugar determinado. Muy al contrario, sus primeros movimientos se producen por el simple placer de conquistar una nueva habilidad.
Luego, eso sí, llegan los nuevos retos y la necesidad de resolver determinados enigmas que estimularán su inteligencia: una puerta entornada, sin ir más lejos, o buscar un juguete perdido le obligarán a pensar e intentar descubrir soluciones a pequeños problemas. El niño gateador se convierte, de este modo, en un experimentador nato con una actitud psicológica más activa ante la vida.
¡Menuda forma de gatear!
Pero no todos los niños gatean de la misma forma. Mientras que la gran mayoría lo hace a cuatro patas y con un movimiento cruzado (alternando brazo y piernas contrarios) otros, en cambio, prefieren desplazarse sentados.Estos «culetazos» suelen ser típicos de aquellos niños a los que se les enseñó a mantenerse sentados antes de comenzar a gatear. Es decir, aquellos que por un motivo u otro no tuvieron la oportunidad de reptar y voltear a su antojo.
Aunque este tipo de gateo no supone un problema a largo plazo para el niño tampoco favorece la maduración armónica del tono muscular de la espalda y de los glúteos.Además, suele impedir la práctica del movimiento contralateral (coordinación entre la mano y pierna contraria)Otro tipo de gateo es el «gateo a saltos». Este movimiento, similar al que realizan los conejos favorece el desarrollo de los abdominales «en bisagra» pero no el ejercicio de la musculatura de la espalda y los glúteos.
Incitarles a gatear
Dale la oportunidad de moverse y no le limites, ni por exceso de ropa de vestido, ni de cunas, parques y cochecitos, que impiden que se muevan con libertad. Si para el arrastre es bueno el suelo liso, una gruesa alfombra será muy útil para facilitar el gateo, pues favorecerá el apoyo de manos y rodillas.En sus primeros meses de vida comencemos a poner a nuestro pequeño unos minutos boca abajo en una colchoneta dura. Con sus intentos de movimiento fortalecerá brazos, cuello y piernas. Poco a poco iremos ampliando el tiempo.
Desde los tres meses podemos tumbarnos con él y ponerle juguetes llamativos cerca. Lo pasará en grande y se esforzará en reptar para alcanzarlos.Cuando gatee, intentemos darle la oportunidad practique a menudo. Tengamos preparado, incluso, un circuito o sitio adecuado para que pueda moverse sin hacerse daño, pueda hacer ejercicios de levantarse y sentarse, rotar sobre su cuerpo, y… caminar cuando esté preparado.
¿Qué pasa si mi bebé no gatea?
Los niños que no llegan a gatear suelen desarrollar ciertos «vicios» una vez que comienzan a caminar. Y es que, al saltarse esta etapa, estos pequeños poseen una cierta tendencia a caminar con las piernas más abiertas. Esto suele derivar, a su vez, en pequeñas costumbres nada positivas para el niño: piernas arqueadas, pies metidos hacia dentro, tobillos volcados hacia el interior…
Quizá por ello y por todo lo que hemos comentado anteriormente (fomenta su maduración psicológica), debemos intentar por todos los medios que nuestros hijos no se salten esta etapa. En cualquier caso, si nuestro pequeño no gateó y deseamos que fortalezca su espalda y los músculos de los glúteos no dudemos en jugar con él a realizar carreras a gatas por el pasillo. De este modo le estaremos ayudando a desarrollar todas las habilidades que suele proporcionar este tipo de ejercicio.
Elena López
Asesoramiento: Lucía Herrero. Psicóloga y orientadora familiar
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