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Fernando Alberca: «La presencialidad escolar será muy intermitente entre cuarentenas y pseudo-confinamientos»

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En medio de la pandemia de coronavirus y coincidiendo con la vuelta al cole, el profesor Fernando Alberca, experto en educación y neuroeducación, considerado por diferentes organismos internacionales, publicaciones especializadas y medios de comunicación como uno de los mayores expertos en educación del mundo, acaba de publicar su último libro Educa sin estrés, un título que parece casi una utopía cuando todos debemos aprender a vivir de otra manera.

Máster en Neuropsicología y Educación, Máster en Asesoramiento Educativo Familiar, y Máster en Dirección de Centros Educativos, profesor en cuatro comunidades autónomas, director durante 13 años de tres centros educativos, especializado en el asesoramiento educativo y rendimiento escolar y del talento, Fernando Alberca propone una educación más global, que se adapte a la generación Corona, marcada por haber vivido la incertidumbre y el aislamiento de una pandemia mundial y nos ofrece 5 antídotos para que sobrevivir emocional y psicológicamente en familia.

Educar sin estrés a los niños en la pandemia 

P. ¿Se puede educar sin estrés precisamente en estos momentos marcados por la situación tan convulsa del coronavirus?
R. Especialmente en una situación de falta de control como la presente es cuando se hace más necesario que nunca rebajar el estrés de nuestro día a día, aprender a compensarlo. La situación genera a las familias, a los hijo/as por un lado y a los padres y madres por otro, miedo, tensión, incertidumbre, aislamiento, pero el estrés no lo genera la nueva situación, sino precisamente intentar seguir con la vida que teníamos en unas circunstancias que ya no lo permiten. Aprender a vivir sin estrés, ahora -más que nunca-es una necesidad y un buen antídoto para evitar consecuencias negativas de este periodo tan largo de crisis. Y se puede. Quizás, ahora mejor que antes. Porque hay cosas que hoy estamos dispuestos a hacer y otras de las que prescindir, que antes nos parecía imposible. Justo ahora es más necesario educar sin complicarse, ir a lo esencial, especialmente en la educación de un momento crítico a una generación de hijos e hijas tan distinta en tecnología, lenguaje, relaciones y emociones.

P. ¿Qué impacto tendrá esta vuelta al cole en los más pequeños?
R. Hemos de prever y dotar a los hijos de los cinco principales antídotos necesarios para que nuestra familia no se vea marcada tan negativamente como lo serán otras familias tras un periodo tan largo de uso de mascarillas, miedo, falta de control o seguridad, y distancia social, si no confinamiento. Será la presente una generación, especialmente los niños nacidos en 2020 y 2021, que aprenderán en el primer año de su vida, donde construimos los cimientos de nuestro mapa emocional, una generación con tendencia al miedo, al individualismo, soledad, desánimo, falta de comunicación, menor empatía, tristeza y aislamiento. Estas consecuencias pueden perfectamente mitigarse y compensarse con sus contrarios, si actuamos a tiempo proporcionándole a cada miembro de la familia los 5 antídotos que necesita:

1. Aprender a gestionar mejor las emociones del miedo y la tristeza (sobre todo el miedo a qué pasará, y la falta de control, aceptar la vulnerabilidad del ser humano, no tener el control de todo o de casi nada y redescubrir la necesidad del apoyo de unos en otros, nadie es insignificante ni está aislado), viéndonos a los padres y madres gestionar dichas emociones.

2. Aprender a comunicarse verbalmente. Las mascarillas obligarán a todos a no poder entender como antes hacíamos los gestos de los 43 músculos de la cara que nos transmitían más mensaje que nuestras palabras. Así como matices de la voz, ahora también obstaculizada por la mascarilla.

Antes del coronavirus nuestra comunicación era en un 80% aproximadamente no-verbal. Y la cara emitía la mayor parte de los mensajes. Ahora queda en su mayor parte oculta y no emite mensaje alguno.

Los ojos son los que más dicen, pero a los adultos, ya experimentados en emociones y rostros. Los hijos (bebés, niños y adolescentes) no saben bien interpretar aún los ojos y se fijan especialmente en los movimientos de los músculos alrededor de la boca. Ahora ocultos. Por eso es preciso preguntar y enseñar a los hijos a contestar verbalmente lo que antes expresaban solo con gestos. Han de expresar sus emociones, sus preocupaciones, sus alegrías, sus aciertos, verbalizar mucho más que antes todo lo que les ocurre, piensan, experimentan o sienten. Para ser comprendidos, en la familia y fuera de ella, sobre todo cuando estén enmascarados. Explicarles que ya el adulto no puede entenderle si no le da más datos. Como igualmente va a comprender menos al adulto, necesita entender que debe hacer un esfuerzo de expresión para no inhibirse y caer en el aislamiento, la falta de comunicación y por ello de comprensión, con el daño que ésta hace a todos.

3. Aprender a no estresarle o reaccionar cuando sienta los primeros síntomas del estrés, mucho antes de que llegue la sensación de impotencia que genera intentar controlar lo imposible o intentar hacer dos cosas a la vez, incompatibles. Enseñarles el poder del silencio, de la reflexión, de la belleza, de lo que tiene, disfrutar del tiempo sin aceleradas tareas, aprender a mirar, oler, tocar, oír, saborear. Disfrutar de lo extraordinario que tiene lo ordinario. Disfrutar del tiempo que pasamos con los demás más que de lo que hacemos cuando estamos con ellos. Con nuestro ejemplo.

4. Revisar por qué ha de hacer las cosas que debe hacer. Ir a lo esencial. Revisar creencias, trascendencia de lo que le sucede y hace cada día.

5. Darle esperanza y alegría. La vida es un don gratuito que vale la pena vivir en la mayor plenitud posible. Para ello hemos de cuidar el lenguaje para que no sea derrotista o desesperanzado. Hemos de sonreír mucho y fomentar nuestro buen humor junto a todas las virtudes humanas que podamos. Evitar hacer de todo una preocupación o un problema. La vida fluye, y lo importante no es qué sucede, sino cuál es nuestra actitud cuando sucede.

P. ¿Cómo facilitar su adaptación en este atípico inicio de curso?
R. Enseñándoles que han de ir día a día. Que lo bueno que tiene una situación tan imprevisible como la que atravesamos todos, niños, adolescentes y adultos, es que nos centra en lo importante, en el día presente, en el hoy, donde hay que procurar la felicidad humana, nuestra y de los demás cercanos. No han de preocuparse por cómo será el trimestre, sino el inicio de curso, olvidar los exámenes por ejemplo y disfrutar aprendiendo el primer día y luego el segundo… Y recordando los cinco antídotos que antes proponíamos a la familia, también necesarios en la escuela, recuerdo: aprender a gestionar sus emociones, su comunicación verbal y su estrés.

Educar con mascarilla

P. ¿Se puede educar con mascarilla? ¿Qué consecuencias tendrá que los niños no vean la cara de sus profesores y de sus compañeros?
R. El uso de la mascarilla, necesario por otra parte desde el punto de vista de la salud corporal y para controlar la epidemia, desde el punto de vista de la salud emocional conlleva importantes efectos secundarios:

a. Los niños expuestos a un uso de la mascarilla fuera de casa durante meses (se prevé hasta el verano próximo) tenderán a hablar menos sobre sus pensamientos, sentimientos, emociones y sucesos.

b. A ser más individualistas

c. Bajar su autoestima.

d. Aumentar su tristeza, sensación de vulnerabilidad, desamparo, desánimo, desesperanza, miedo, hundimiento, timidez, soledad

e. Tenderán a proliferar más las depresiones infantiles, especialmente a partir de los 9 años, cuando actualmente se inicia la adolescencia.

f. Tenderán a perder habilidades sociales, perder empatía, concentración, interés y motivación, especialmente ante los esfuerzos a largo plazo.

Y muchos más. Pero nada de esto pasará si actuamos acertadamente a tiempo. Porque el ser humano es libre e inteligente intelectual y emocionalmente, y cuando quiera podría darle –como se dice popularmente- la vuelta a la tortilla.

En este aprender a sobrevivir en esta guerra vírica que les ha tocado vivir, nos ha tocado vivir a todos, será más clave que nunca el ejemplo de las reacciones de los padres y madres que quieran asegurar una vida infinitamente feliz.

Quizás este virus nos centrará más. Nos da una oportunidad asequible a todos de reencontrar la esencia de la educación: las emociones familiares, los principios, creencias, valores, la alegría que no depende de las circunstancias ni de la suerte, la belleza, la unidad familiar, la amistad, la esperanza. Son buenos tiempos, sin duda para levantar un vuelo más alto. 

P. ¿Es equiparable la enseñanza online a la enseñanza presencial?
R. Evidentemente no. La enseñanza digital ha venido para quedarse aún cuando pase el coronavirus. Cultura, intereses de muchos tipos… Se quedará y hay que saber aprovecharla docentemente también. Es una herramienta estupenda la tecnología digital y la capacidad de conexión online de todo tipo, también escolar. Si facilitan cumplir con la esencia de la escuela: una escuela de calidad para todos, es decir, personalizada de verdad (teniendo en cuenta el docente persona al alumno o alumna persona, con todas las características que esta tiene: única, irrepetible, libre, inteligente, trascendente, lógica, emocional, etc…).

Pero la enseñanza online solo señala el canal como llega al receptor del alumno/a la enseñanza. Solo es un medio, no asegura un fin. El fin está más en el cariño que el docente muestre a todo alumnado, la paciencia en enseñarles, la corrección siempre positiva, el reconocimiento de cómo la clase y la humanidad entera mejora con cada ser humano que forma parte de ella, sea como sea, descubriendo talentos, el valor que todo alumno/a tiene ya en el presente: admirable, enseñando con pasión la materia que tiene asignada, haciendo quedar bien y sentirse bien al alumnado también cuando se equivoca, siendo amable siempre, sobre todo al corregir, confiando en cada alumno y alumna, estimulándole, motivándole, descubriendo sus talentos y transmitiéndoles los cómo mejorar.  Y si lo consigue online, vale también. Hay quienes tampoco lo conseguían presencialmente.

P. ¿Cómo ayudar a los niños a manejar las emociones como el estrés y el miedo que pueden sentir en esta atípica vuelta al cole?
R. Centrándose en el día a día. Sin que hacerlo sea motivo de preocupación. Nos centramos en el día a día porque de mañana nos ocuparemos igualmente mañana, pero con las reglas del juego de mañana, que hoy no podemos jugar. Dejando tiempo desocupado para que el niño/a o adolescente rellene a su antojo, dándoles pistas para aprender a rellenarlo bien, pero libre y autónomamente. Explicar en qué consiste sentir una emoción (por ejemplo el miedo), su diferencia con un sentimiento, sus tipos para distinguir vergüenza por ejemplo (miedo a quedar mal ante otros) del miedo a ser mutilado, ignorado o querido, enseñarles cuál es la causa de cada bodega emocional humana (miedo, tristeza, ira y alegría), las ventajas que tienen sentirlas, para qué sirven al ser humano a cualquier edad; enseñarles qué hacer cuando la sienten, que peso y que paso darle, sin inhibirla, sino gestionándola beneficiosamente. 

P. ¿Qué les diría a los padres que quieren practicar la insumisión escolar para no llevar a sus hijos al colegio?
R. Que sean libres. Deberían poder serlo en toda circunstancia nacional y tiempo. Ir a la escuela no es un derecho ni un deber si se aprendiera más en otro sitio. Pero este otro habría que asegurarse.

Lo que es un deber y un derecho es la educación, en toda su grandeza y necesidad humana. Mis hijos irán al colegio. Pero respeto a quien no los lleve.

En todo caso, creo que la presencialidad escolar será muy intermitente, entre cuarentenas y posibles pseudo-confinamientos. ¡Quién sabe? Día a día. Ahora toca solo decidir a cada padre y madre si el primer día del cole irá. Los míos irán. Hay cosas que nosotros en nuestra familia ganamos haciéndoles ver que el coronavirus cambia muchas formas, pero no la esencia de nuestra vida diaria.

P. ¿Cómo ayudar a los niños a afrontar una nueva normalidad sin besos ni abrazos?
R. Dándoles muchos besos y abrazos en casa. Y explicándoles que el amor, la amistad, el cariño, la afinidad, el compañerismo y el respeto no está solo en los abrazos ni en los besos, los que no pueden besar aman mucho, los que no tienen brazos, son muy queridos y quieren mucho. Toca ahora demostrarlo simplemente de otra forma. Con amabilidad, paciencia, sin enfados, evitando conflictos, siendo más generosos, hablando más, diciéndole a quien queremos cuánto le queremos y por qué, lo que sentimos, perdonando antes y mejor, dando más gracias, reconociendo más lo que recibimos y dependemos de los demás, lo que les necesitamos y los vulnerables que somos; diciéndoles lo mucho que admiramos en ellos y que nuestra vida sería menos valiosa, rica, soportable o feliz sin ellos. Ojalá no poder dar abrazos ni besos provoque que hagamos esto y nuestros hijos e hijas de cualquier edad aprendan a hacerlo.

R. ¿Qué consejos daría a los profesores para hacer la normal la nueva normalidad con su grupo de alumnos?
R. Que cuiden de sus alumnos y alumnas más que de sus objetivos docentes, sus programaciones o evaluaciones. Que tengan en cuenta que no ven las circunstancias anormales de las familias de cada alumno/a. Que no carguen de trabajo digital a los alumnos. Que provoquen la creatividad, y estimulen la libertad, reflexión, razonamiento y pasión comprometida en lo que hace del alumno y alumna, a cualquier edad. Que confíe en ellos y ellas. Y que sigan confiando cuando traicionen la confianza: a eso se le llama proceso madurativo y la madurez acaba llegando y el aprendizaje también.

P. ¿De qué manera influye la edad del niño en su relación con la Covid-19?
R. Los más pequeños de tres años, no lo recordarán si pasa antes de que cumplan 3 años, pero dejarán en ellos la marca de haber vivido sus primeros tres años con mascarillas, miedo, incertidumbre y confinamiento. Como también la dejará -con signo contrario- pasar más tiempo en casa, en familia, jugando o no con ellos, y esta será una marca sin duda muy positiva.

Los que tienen entre 3 y 9 años serán los más afectados.

Hay que vigilar que no se les sobreprotege excesivamente, que no se vuelven tiranos, caprichosos, victimistas, ni preocuparnos en exceso por sus extremos emocionales provocados por la situación y su hipersensibilidad generacional, muy diferente a la paterna y materna.

Si se tienen más de 9 años serán adolescentes más inhibidos, callados, aunque han vivido años en era precovid y ven esto como lo que es una excepción anormal de la vida relacional de la gente que recuerdan bien y aprendieron a estimar y disfrutar.

A los que nacen durante este tiempo, hemos de asegurar que la persona o personas que más le atienden, lo hagan sin mascarillas, salvo impedimento médico, para que grabe bien el rostro y riqueza gesticular de la madre o el padre y quien haga sus veces.

Es decir, a cada uno y una nos afectará de forma diferente y cada edad proporciona ocasiones que serán un tesoro para toda la vida si las aprovechamos para transmitir lo que sabemos que necesita el niño para ser feliz: cariño desinteresado, que todo lo que hace tiene consecuencias, salvar los obstáculos que pueda y la vida le presenta (desde bebé) y a reconocer lo extraordinario que su vida ordinaria tiene.

P. ¿Qué hacer en el caso de que los niños no quieran ir al cole?
R. Eso pasó siempre y nunca fue un problema.

Marisol Nuevo Espín

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