Ninguna convivencia es perfecta. De toda interacción social pueden surgir conflictos. Y, la familia, no es una excepción. En el día a día pueden surgir pequeñas rencillas, ya sea por malentendidos, distintos puntos de vista o cualquier otro origen. Si bien estas situaciones son inevitables, lo que sí se debe saber es cómo resolver estos momentos y rebajar las tensiones originadas.
Desde la Asociación Española de Pediatría y Atención Primaria, AEPap, se da una serie de pautas a seguir con las que poder crear un entorno familiar sano. Un ambiente que favorezca el desarrollo de los hijos, permitiéndoles madurar en este sentido y saber cómo manejar los distintos conflictos que vayan surgiendo. En definitiva, saber cómo manejar la convivencia.
El entorno familiar
La familia es el entorno que debe ofrecer protección y seguridad. En este contexto cada persona va asumiendo un rol con el que se asegura el buen funcionamiento del hogar y una correcta crianza. El objetivo final debe ser la formación y educación de los hijos, transmitiendo valores que les permitan la adaptación a la sociedad y poder vivir en el futuro, de acuerdo a los mismos.
Entre estos valores deben estar el diálogo y el respeto, bases a la hora de interactuar con otras personas. Al fin y al cabo, el conflicto no deja de ser otra manera de relacionarse con las personas. De hecho, son grandes oportunidades de conocerse y de fortalecer los vínculos. Una buena comunicación permitirá descubrir el origen de estos problemas y ponerles solución.
Desde AEPap se indican, al menos, tres posibles tipos de conflictos que pueden originarse en el entorno familiar:
– Generacionales. Se producen cuando los adolescentes dejan la infancia y empiezan una nueva etapa en la que ven a sus padres como personas con las que comparten poco. Es entonces cuando se produce un distanciamiento.
– De autoridad. Origina tensiones cuando los padres intentan imponer su criterio, en especial durante la adolescencia, cuando los hijos empiezan a asumir otro rol en el que se cuestiona la autoridad de los padres.
– Sobreprotección. En estos casos los padres son incapaces de permitir a sus hijos cierto grado de autonomía y siempre evitarán que los hijos se enfrenten a situaciones desagradables. La búsqueda de independencia de los más pequeños será la que origine el conflicto.
Resolver el conflicto
El diálogo y la negociación deben ser las bases de la resolución de conflictos. Una actitud tolerante y abierta es la mejor forma de empezar a tratar estos problemas y conseguir «llevar el barco a buen puerto». Estas son otras de las recomendaciones de AEPap:
– Mostrar predisposición al diálogo.
– Elaborar propuestas frente a las órdenes.
– Ofrecer comprensión frente al distanciamiento.
– Buscar intercambios equitativos.
– Pedir libertad a cambio de responsabilidad.
– Hablar de futuro.
– Confiar, respetando la intimidad.
– No hacer hincapié en los fracasos.
Damián Montero
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