El mundo ha cambiado. En esta primera mitad de año el coronavirus ha transformado las reglas de toda la sociedad y la manera de entender las antiguas rutinas. Desde la metodología para hacer la compra, hasta cómo hemos de viajar, nada será lo mismo por ahora. Por lo tanto, toca pensar en este nuevo futuro, y cómo se desarrollarán actividades tan sencillas como acudir al colegio.
Desde Unicef ya han imaginado un posible escenario futuro para el próximo curso. Un año académico en el que los escolares tendrán que enfrentarse a una vida distinta. Una lista en la que se apuesta por el denominado «enfoque de emergencias«, es decir, estar preparados para responder ante cualquier revés que pueda producirse en este nuevo contexto que afrontan los colegios.
Modelo que se adapte
El enfoque de emergencias que propone Unicef se basa en 5 pasos: prevención (estableciendo acciones de forma anticipada y evitar impactos de una posible crisis), mitigación (limitación del impacto negativo de la crisis en sus primeros momentos), preparación (desarrollo de capacidades para prever y responder de manera efectiva), respuesta: acciones encaminadas a reducir el impacto) y recuperación (regreso a la normalidad).
El último trimestre del curso académico ha demostrado que no existía ningún plan de emergencias en los centros educativos. Se hace evidente, por tanto, que es el momento de trabajar para poder responder a crisis como la del coronavirus. Un nuevo modelo que apueste por una flexibilidad, para adaptarse a distintas edades y contextos, en el que se puedan combinar diferentes recursos didácticos digitales y tradicionales.
Aunque la misión es la plena presencialidad en las etapas de infantil y primaria, puede que no sea posible hacerlo durante toda la jornada escolar o en determinados momentos del curso. Para garantizar la plena continuidad del aprendizaje, pueden establecerse unos rangos de semipresencialidad «variables en función de la edad».
En otras palabras, el diseño pedagógico debe permitir ajustar la presencialidad en función de la situación epidémica, valorando desde el confinamiento hasta la normalidad, teniendo en cuenta los distintos contextos intermedios. Hay que tener en cuenta que el riesgo sanitario variará a lo largo del curso y que será difícil predecir su evolución.
Corresponsabilidad necesaria
En una situación de emergencia educativa, los distintos actores implicados carecen de la capacidad de solución por ellos mismos. El impacto es común a todos: estudiantes, familias, profesionales, administraciones* Por lo tanto la corresponsabilidad es evidente. Este nuevo modelo debe desarrollarse en cada centro, liderado por la jefatura de estudios y con la implicación del claustro y el resto de la comunidad.
Un trabajo participativo, colaborativo y alejado de la improvisación. Por otro lado, los centros necesitarán del apoyo de la Administración. De esta forma se garantizará la continuidad educativa y se asegurará una buena gestión de este cambio de modelo pedagógico. En este sentido, se indica que no basta con elaborar instrucciones para el inicio de curso.
Hay que tener en cuenta dificultades previas como la conciliación laboral de muchas familias. Por tanto, se deben asegurar medidas en las que la Administración refuerce el apoyo a las familias y establezca herramientas para este fin. Al mismo tiempo, muchos docentes se vieron superados por la gran cantidad de trabajo a la que se vieron sometidos. Por lo tanto, se propone establecer plantillas acordes a las necesidades reales de los centros en situaciones de emergencia.
Damián Montero
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