De acuerdo con las ideas de varios autores, la formación instrumental debería incluir en primer lugar la improvisación libre por parte de los niños. Dejando a los niños improvisar de forma espontánea hace que disfruten y adquieran experiencias, hábitos, destrezas y conocimientos.
El fomento de la expresión y creatividad es fundamental para el desarrollo personal y social del niño. Siempre hay que tener en cuenta las ideas de los niños, pero cuidando y buscando un equilibrio entre sus producciones y los conocimientos musicales que precisan y que son los que aprenden.
La improvisación musical con los niños
¿Cómo trabajar la improvisación musical con los niños? Podemos trabajar la improvisación musical con distintos instrumentos:
1. Con el cuerpo
Es importante fomentar la improvisación musical desde el primer momento en que el niño toma contacto con la música. Al experimentar con la voz o realizar movimientos corporales es donde se producen las primeras improvisaciones.
Para ello es fundamental e imprescindible el respeto a la expresión individual para que el niño nunca se sienta inhibido y pueda expresarse libremente. Debemos crear un ambiente de confianza, que favorezca las actitudes de participación activa, valorando el trabajo personal de nuestros hijos.
A través del movimiento y la percusión corporal el niño puede improvisar libremente. Para la percusión corporal resultará idóneo el uso de palmas, pitos, pies y muslos, que iniciarán al niño en los movimientos rítmicos, al igual que los diversos tipos de paseos y marchas, asociando elementos melódicos y rítmicos aprendidos con anterioridad.
2. Con instrumentos musicales
Hay que dejar que sean los niños quienes descubran y experimenten qué hacer con los instrumentos musicales. Tienen que descubrir libremente las posibilidades que encierra cada uno de ellos; tienen que manipular, investigar, tocar, etc. Este punto tiene una gran carga motivadora que hay que saber aprovechar, pues es posible que los descubrimientos que hace un niño por sí mismo no los olvide jamás.
La experimentación se desarrolla en un primer momento con instrumentos de pequeña percusión. Más tarde, siguen los instrumentos de placa, ya que son más difíciles de manipular y necesitan una coordinación viso-manual más precisa. Para la improvisación instrumental todos los instrumentos son válidos en principio, ya que no se trata de utilizarlos con una técnica específica, sino de ir aprendiendo.
Se buscarán improvisaciones en forma de ostinato e improvisaciones libres en la búsqueda de la sonoridad del instrumento y del conocimiento del mismo. Más tarde se potenciará el sentido de la forma en el niño a través de la percusión ya conocida, añadiéndose la improvisación libre con instrumentos de láminas para descubrir sus posibilidades. Por último, y una vez que se conozca la técnica elemental de los instrumentos de láminas, podrán improvisarse acompañamientos. Sería interesante llegar a la invención de un pequeño esquema melódico.
Un mundo de instrumentos para los niños
Los instrumentos sirven fundamentalmente como mediadores entre la música y el niño. No se trata solamente de su utilidad educativa, pues a la vez fortalecen la expresión de los niños y, en mayor medida, la de aquellos con dificultades de comunicación. El instrumento se convierte en el vehículo que facilita la expresión de su mundo interior hacia los demás. Los instrumentos se convierten, así, en un espacio para la exploración. Por ello es tan importante disponer tanto de instrumentos propiamente dichos, como de materiales utilizados como instrumentos (construidos por nosotros mismos o improvisados): todo es válido.
1. Primeros instrumentos: manos y pies. Los primeros instrumentos que utilizará un niño son aquellos que le acompañan continuamente. Además de la voz, existen otras posibilidades para hacer música con nuestro cuerpo. En primer lugar, manos y pies. Son los primeros instrumentos corporales que podemos utilizar. Sirven para mejorar la coordinación, flexibilidad y fluidez de movimientos. La práctica de palmadas sobre los muslos nos acerca a la técnica elemental para el manejo de timbales, bongos e instrumentos de láminas.
2. Instrumentos de pequeña percusión: después de este primer contacto con la percusión corporal, los niños de 2-5 años no encontrarán gran dificultad para hacerse con instrumentos sencillos. Una vez lograda la buena coordinación entre ambas manos, flexibilidad de movimientos y ritmo ajustado, se podrá combinar su práctica con el canto y también con la danza. Poco a poco, se irán incorporando los instrumentos de pequeña percusión indeterminados. Panderos y panderetas, cajas chinas, claves, castañuelas, bongos, maracas, cascabeles, triángulos, etc. serán los primeros instrumentos que utilicen una vez adquirida la capacidad de coordinación y flexibilidad.
3. Instrumentos más complejos: flauta. Con su correcta afinación contribuirán de forma directa a la formación del oído musical de sus intérpretes. Además, resultan más llamativos puesto que se pueden construir melodías e introducir con ello el elemento armónico producido por ellos mismos. Para su empleo correcto es imprescindible trabajar el sentido del espacio, la coordinación viso-motriz y contar con flexibilidad y fluidez de movimientos. A partir de los 6 años, se puede introducir al niño en el aprendizaje de otros instrumentos más complejos como son la flauta dulce.
La flauta, para Kodaly, contribuye a hacer más agradables los ejercicios rítmicos y melódicos. Su manejo precisa una técnica que, aunque sencilla, no debe ser aplicada hasta una edad en la que los niños hayan logrado un cierto desarrollo de su lateralidad, buena coordinación y motricidad fina, además de una técnica de respiración similar a la empleada para cantar. Resulta ideal para el desarrollo auditivo, ya que es el mismo intérprete el que «fabrica» el sonido y debe autocontrolarse para que cada nota suene en su lugar correcto de afinación.
En cuanto al repertorio instrumental, se formará con materiales de distintas procedencias:
– De nuestra tradición.
– Didácticos, elaborados por los educadores.
– Infantiles, improvisados por los mismos niños o inventados por ellos.
– Actuales, que han aprendido fuera de las aulas.
– De otras culturas.
En la práctica instrumental, cada cual se siente atraído hacia un instrumento en concreto, pero resulta muy enriquecedor para el niño ir cambiando los instrumentos para dar la oportunidad a todos los niños de trabajar con el instrumento más querido.
Actividades con instrumentos del entorno
Además de todos estos instrumentos, es importante recordar que con el término «instrumento» se entiende todo tipo de material sonoro. Aquí entrarían todos aquellos instrumentos improvisados con material de «desecho» o construidos. Estos materiales contribuyen al desarrollo de la creatividad pues se explora sus posibilidades sonoras. Estos instrumentos pueden encontrarse en elementos habituales del entorno, bien utilizados de manera diferente a la habitual como construidos o elaborados a partir de diversas materias.
1. Instrumentos improvisados
De entre los primeros, puede servirnos cualquier elemento que «suene», ya sea golpeándolo, lanzándolo, rascándolo, etc. Así, elementos tan simples como un mesa, una pelota, canicas, cacerolas, gomas, piedras, libretas o lápices, pueden sernos de gran utilidad.
2. Instrumentos reciclados
De entre los elaborados, algo tan sencillo como una cajita llena de elementos nos demuestra la gran variedad de posibilidades. Dependiendo de qué materiales metamos dentro de la caja, ésta sonará completamente diferente: chinchetas, clavos, clips, piedras, legumbres, sal, azúcar, arena… Podemos elaborar instrumentos a partir de muy diversos materiales: naturales, reciclados, de fabricación propia o comerciales.
Los naturales y los reciclados no requieren dinero, pero hace falta motivación, imaginación y la movilización de los padres o educadores. Se trata de recoger y almacenar materiales procedentes de la naturaleza o de deshecho, dependiendo del caso, que puedan ser aprovechados para alguna actividad sonora. En esta recogida se puede hacer partícipe a nuestros hijos con lo que contribuiremos a la concienciación del respeto por el medio ambiente.
De esta forma podemos fabricarnos nuestros propios instrumentos como maracas con recipientes de yogur, con rollos de cartón o papel, con bombillas fundidas (recubriéndolas de papel pegado con cola y formando una capa gruesa, romper el cristal golpeando con un martillo con cuidado de no romper todo); tambores con latas, vasos, cuencos; campanitas con macetas, botes metálicos, etc.
Desde el punto de vista educativo son muy interesantes. Enriquecen la experiencia, desarrollan la imaginación y ayuda a comprender los principios básicos de la producción de los sonidos.
Montse López Ortega. Profesora del colegio Guadalviar
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