Una cosa son los amores de verano y otra muy distinta los ligues, algo que ocurre tanto en época veraniega como durante el fin de semana. En boca de los mismos adolescentes, el ligue es una relación pasajera y efímera en la que se busca la diversión, pasar un buen rato, sin ningún afán que vaya más allá del enrolle. Estar con un chico todo el día, un beso, y otro, y otro, abrazos, caricias… Algunos se jactan de ello, y, en tanto, hay chicas que presumen de «éxito» en el amor.
Los dos, chico y chica, saben que terminará pronto, y que no hay que darle más vueltas: «me gusta ese chico, me enrollo con él, me deja de gustar… fin. Me gusta otro…». Es un modo divertido de «aprovechar el verano». No siempre es así de trivial. Puede ocurrir que el «rollo» sea la huida para olvidar una relación seria que ha terminado. O que el chico o la chica consideren en algún momento que sea el comienzo de una relación amorosa duradera. En este caso, cuando la «diversión» acaba se da cuenta de que han sido utilizados, se sienten heridos y sufren mucho.
Los padres no podemos estar en «babia» y prestar atención a sus movimientos, compañías, lugares… (que hemos de conocer por procedimientos indirectos, o directamente). Hemos de hablarles de modo que les hagamos pensar: «¿Qué sentirías tú, si tu madre, a tu edad, se hubiese entretenido en esos besuqueos con un chico y otro… o hubiese ido más lejos por culpa de la borrachera de una noche de luna llena?» (Un padre a su hija). O bien: «¿Elegirías tú a una de esas chicas para ser tu mujer o la madre de tus hijos?» (Un padre a su hijo).
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Una escuela del corazón en la adolescencia
Estas situaciones se repiten prácticamente todos los años y en la mayoría de los adolescentes. Los padres hemos de afrontarlas en su valoración adecuada. Es decir, por un lado no debemos tomar excesivamente en serio lo que no deja de ser el primer enamoramiento de nuestro hijo o hija; pero tampoco podemos tomárnoslo a broma y hacer chistes fáciles, que puedan herirles en su autoestima, además de perder la confianza en nosotros.
De lo que se trata es de que aprendan a querer, tanto a los amigos como a aquella otra persona que miran ahora de un modo especial. Desde los primeros escarceos han de tener claro que «querer» o «amar» no es sinónimo de apetito sexual, por ejemplo. Una de las más bonitas experiencias en la vida, el primer amor, ha de ser una escuela del corazón.
Reflexiones sobre los ligues en la adolescencia
– Experiencia propia. Sabremos por propia experiencia que este tipo de enamoramientos no suelen ser duraderos, salvo raras excepciones. Al final del verano irán desapareciendo gradualmente, quedando tan solo en un bonito recuerdo.
– Belleza. Los jóvenes dan mucha importancia al aspecto físico, pero hemos de ayudarles a encontrar la verdadera belleza, que no se reduce al simple aspecto externo. Existen muchas «bellezas», aunque sean poco atractivas físicamente.
– Buen aspecto personal. A pesar de ello, no resulta extraño que un chico o chica quiera tener un buen aspecto. A veces las primeras espinillas pueden desencadenar algún que otro contratiempo o complejo. Hay que comprenderles y ayudarles a encontrar una solución a sus problemas.
– Lugar de vacaciones. En la medida que podamos, hemos de buscar un lugar de veraneo apropiado, donde el ambiente concuerde con la educación que estamos propiciando a nuestros hijos.
– Amigos en casa. Si tenemos las puertas abiertas de casa a los amigos de nuestros hijos podremos conocer mejor quiénes son, para saber de este modo en qué ambiente se mueven, qué peligros pueden existir, etc.
– Dar para recibir. Para que no surjan desgarros innecesarios, hemos de saber estar al lado de nuestros hijos adolescentes en estos momentos. Sin presiones absurdas han de darse cuenta de que tienen nuestro cariño y nuestra confianza.
– Disciplina. A estas edades y también en vacaciones hay que ejercer la autoridad en temas como los horarios de salidas, de llegadas, de comidas, de que vengan a los planes familiares, los estudios…. Cuando un adolescente percibe firmeza, que no autoritarismo, y cariño, su valoración de los padres gana muchos puntos. No es que no nos fiemos de él, sino del ambiente, de los impulsos fuertes que se tienen a esa edad. Es más confiamos plenamente en todo lo grande que tienen, y es algo que hemos hacérselo saber.
Hablar alto, claro… y antes con tus hijos
Con un chico o chica de catorce o quince años en casa, a las puertas de un verano apasionante se debería tener una conversación clarificadora con ellos, de un modo claro, cercano y apelando a su inteligencia. En concreto, se debería hablar de las nuevas posibilidades que da la edad, de las notas diferenciales de la sexualidad en los chicos y chicas (impulso sexual más fuerte en chicos, predominio de la afectividad en las niñas, el poder desencadenante de la vista en el instinto masculino, y del oído en el femenino, el cuidado del vestido en las chicas -forma de seducción que puede poner a cien a un chaval-,…).
Hay que tomar conciencia de que ni ellos ni ellas conocen estas diferencias, sin darse cuenta de las consecuencias de determinadas actuaciones en el sexo contrario, muy distintas a las del propio. Por ejemplo, con respecto a ciertos bailes y movimientos provocativos en discotecas y disco-pubs de verano… El adolescente debe saber también que el beso y la caricia son el preludio, el camino normal hacia una relación más íntima para la que no están preparados ni maduros.
Ricardo Regidor
Asesoramiento: José Javier Ávila. Profesor del colegio Tajamar.
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