Una de las características esenciales de la persona con éxito es el convencimiento de que ella decide, elige y dirige su propia vida. Quedarse sentados con los brazos cruzados esperando que los problemas se solucionen solos y que pase el tiempo sin más, es la mejor manera de no conseguir nada en la vida. Por ello, hay que aprender a tomar decisiones, acostumbrarse a elegir entre opciones, a dirigirse hacia una meta con paso firme.
No resulta tan difícil tomar decisiones. Hasta los más indecisos, todos tomamos a lo largo del día muchas decisiones: la ropa que nos ponemos, qué desayunar, por dónde comenzar el trabajo, con qué amigo quedar, qué programa de televisión elegir… Y, del mismo modo, hay que decidirse por un trabajo u otro, por hablar con un amigo de un tema importante o plantearse un gasto.
Aprende a tomar decisiones en su momento
No hay que perder el tiempo en darle vueltas a lo que ya se ha decidido. Cuando tomamos una decisión, lo hacemos teniendo en cuenta unas circunstancias específicas. Con el paso del tiempo estas circunstancias, lógicamente, cambian. Haciendo un poco de memoria recordaremos decisiones tomadas con convicción en la adolescencia: sacar un dinerillo trabajando en verano de camarero, por ejemplo. Ahora, probablemente, la decisión sería distinta.
¿Merece la pena darle vueltas a la decisión tomada? No. En primer lugar, porque es algo que forma parte del pasado y que, por lo tanto, no puede cambiarse. Y, en segundo lugar, se tomó la decisión apropiada sobre la base de una forma de ser, de pensar y de sentir en ese momento… no la actual. Tenemos que convencernos de que cada decisión surge como resultado de un momento determinado, de la interacción de una variables específicas y, por lo tanto, en cuanto una de éstas varíe, nuestra decisión sería otra distinta, que habría que tomar en el momento oportuno.
Ampliar alternativas para tomar decisiones
No hay que conformarse con cualquier cosa. En ocasiones nos metemos prisa para decidir, queremos acelerar nuestra vida, alcanzar el éxito sin antes darnos un respiro. El pan necesita un tiempo para que la levadura haga su efecto y fermente. De la misma manera, nuestras decisiones no tienen por qué precipitarse.
No hay que conformarse con tomar una decisión de manera resignada. Nos merecemos lo mejor y, si por el momento no podemos decidirnos, hay que seguir buscando alternativas hasta que la decisión se base en algo positivo que nos permita ser felices. No tenemos que confundir la decisión de esperar (una decisión con pleno derecho) con la indecisión paralizante.
Con calma: decisiones frente a problemas
En situaciones conflictivas, o bajo grandes presiones que nos intranquilizan, el primer paso consiste en recuperar cuanto antes parte de la calma y la tranquilidad que hemos perdido. Nadie puede decidir seriamente acerca de su futuro la misma tarde que le han echado del trabajo, pues probablemente en ese momento percibamos nuestra realidad con una fuerte carga emotiva. No se trata de dejar que pase el tiempo que, en teoría, todo lo cura, sino de tomar una decisión, en este caso única: debo tranquilizarme.
Una vez conseguido esto, podremos plantearnos de nuevo nuestras metas.
Claves para tomar buenas decisiones
1. Hay que saber distinguir entre las decisiones que se han de tomar con rapidez y las que deben esperar. Decidir por decidir, fuera de su momento oportuno, puede llegar a convertirse en contraproducente. A veces, se trata de establecer un tiempo de reflexión.
2. A veces, puede sobrevenirnos la tentación del desaliento y quizá llega porque pretendemos abarcar demasiado. Es necesario aprender a aceptar las cosas que no se pueden cambiar (ahí no se puede decidir) pero no resignarse a dejar tal cual las que sí se pueden variar.
3. De las decisiones tomadas no hay que arrepentirse, lo que no quiere decir que todas sean correctas: hay que aceptarlas, teniendo en cuenta las circunstancias de aquel momento. En el caso de que haya ocasionado algún problema, se debe buscar la manera de solucionarlos.
4. Se debe eliminar del propio vocabulario expresiones que indiquen conformismo o abandono. «¡Qué vamos a hacerle!»; «quien se mueve no sale en la foto», «tranquilo, que da igual»…
5. También podemos acordarnos de ese otro refrán: «el que quiera lograr algo en la vida, no haga reproches a la suerte, sino coja la ocasión por los pelos y no la suelte».
6. La postura más inteligente consiste en aceptar la decisión como algo único que se elige porque nos parece lo mejor, sin pensar que las otras alternativas eran igual de buenas. Se trata de una decisión buena por el hecho de haberla tomado.
Horacio afirmaba que quien ha emprendido el trabajo, tiene ya hecho la mitad. En numerosas ocasiones, podemos quedarnos paralizados porque contemplamos todo lo que queda por hacer y no damos el primer paso. Un libro es algo complicado, pero si cada día escribiéramos una sola página… en un año tendríamos 365. Toda una novela.
Ricardo Regidor
Más información en Educar el carácter, de Alfonso Aguiló, Ediciones Palabra
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