Conseguir lo que uno se propone no es tarea fácil. El camino a recorrer de la mayoría de los objetivos es duro y difícil, por lo que se necesita mucha constancia y tenacidad, además de perseverancia para llegar a la meta. ¿Quieres ser una de esas personas que consiguen lo que se proponen? Analizamos las claves de su éxito.
Cuentan que Demóstenes soñaba con convertirse en un gran orador, pero la tarea no era fácil. Tenía escasísimas aptitudes: tartamudeaba, se sentía incapaz de improvisar nada, contaba con poca voz… Su primer discurso fue un completo fracaso: la risa de los asistentes le obligó a interrumpirlo sin poder llegar al final. Cuando, abatido, vagaba por las calles de la ciudad, un anciano le infundió ánimos y le alentó a seguir ejercitándose. «La paciencia te traerá el éxito», le aseguró.
Se aplicó con más tenacidad aún a conseguir su propósito. Era blanco de mofas continuas por parte de sus contrarios, pero él no se arredró. Para remediar sus defectos en el habla, se ponía una piedrecilla debajo de la lengua y en la orilla del mar gritaba con todas sus fuerzas, hasta que su voz se hacía oír clara y fuerte por encima del rumor de las olas. Recitaba casi a gritos discursos y poesías para fortalecer su voz; cuando tenía que participar en una discusión, repasaba una y otra vez los argumentos de ambas partes, sopesando el valor de cada uno de ellos.
A los pocos años, aquel pobre niño huérfano y tartamudo había profundizado de tal manera en los secretos de la elocuencia que llegó a ser el más brillante de los oradores griegos, pionero de una oratoria formidable que rompía con los estrechos moldes de las reglas retóricas de sus tiempos y que, todavía hoy, 2300 años después, constituye un modelo en su género sobre la fuerza de voluntad.
Constancia y perseverancia para conseguir lo que te propongas
Demóstenes es un ejemplo más de entre la multitud de hombres y mujeres que a lo largo de la Historia han sabido mostrar cuánto es capaz de hacer una voluntad decidida. El mundo avanza a remolque de la gente perseverante en su empeño. Es una de las claves del éxito que se repite en multitud de ejemplos: la voluntad decidida, la firmeza en las decisiones y la constancia para llevar a cabo lo que se tiene que hacer suele dividir a la humanidad en dos grandes grupos, aquellos que consiguen lo que se proponen y aquellos otros que (siendo, incluso, intelectualmente superiores) no se proponen nada porque saben que no van a conseguirlo.
Decía E. Burke que «nadie comete un error más grande que aquel que no hace nada porque solo podría hacer muy poco». Porque ocurre que, a veces, las personas decimos que queremos hacer algo, pero en realidad no queremos, ya que no llegamos a proponérnoslo seriamente. Si acaso, lo intentamos… y hay mucha diferencia entre un genérico quisiera y un decidido quiero. Como se lee en boca del personaje principal de una famosa novela: «Dime si lo vas a hacer o no, pero no me digas que vas a intentarlo».
Problemas para conseguir lo que nos proponemos
Es cierto que todos tenemos condicionamientos que pueden impedirnos realizar aquello que nos proponemos. Pero Beethoven, por ejemplo, se encontraba casi completamente sordo cuando compuso su obra más excelsa. Dante escribió La Divina Comedia en el destierro, luchando contra la miseria, y empleó para ello treinta años. Mozart compuso su Réquiem en el lecho de muerte, afligido por terribles dolores. No todo el mundo puede compararse a esos genios… cierto, pero hay que poner alta la meta, porque bastante rebajas trae ya el día a día.
Listz, aquel gran compositor, decía: «Si no hago mis ejercicios un día, lo noto yo; pero si los omito durante tres días, entonces lo nota el público». Es decir, en numerosas ocasiones, nos hace grandes sobre todo la constancia en pequeñas cosas y la voluntad decidida que la gran idea que no puede llevarse a la práctica.
Ricardo Regidor
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