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Cómo enterarnos de lo que les pasa a nuestros hijos

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La adolescencia no es la única etapa en la que resulta difícil la comunicación entre padres e hijos. Los niños también suelen guardarse cosas, pero ocurre más bien por despiste o porque no consideran importante contárselo a sus mayores. Los padres, lejos de desesperarse, deben aprender a respetar esta actitud e invitar a sus hijos a que les cuenten su día.

Una sensación habitual entre algunos padres es la de no enterarse de lo que le pasa a sus hijos. Cuando a la salida del colegio charlan con otros padres, se dan cuenta de que no saben que su hijo ha tenido un examen, que está apuntado a una liguilla organizada en su clase, que le han pedido un sombrero para la función que representará en la próxima festividad o que un compañero se cayó en el patio y se hizo una brecha… Entonces, se cuestionan: ¿Por qué no me lo ha contado?

¿Por qué solo cuentan lo que quieren y cuando quieren?

En la etapa de la niñez, entre los 6 y los 12 años, nuestro mundo social se expande más allá de la familia. Nuestros hijos se van transformando en seres cada vez más sociables. Ya no necesitan que estemos presentes constantemente cuando juegan con otros niños. Se comunican mucho mejor y se relacionan con suma facilidad. Enseguida disfrutan con personas de su edad, aunque acaben de conocerles en el colegio, en el parque o donde vayan de vacaciones. Cualquier encuentro les hace intimar con rapidez, sin demasiados preámbulos.

Durante su infancia necesitaban permanecer cerca de familiares o de adultos conocidos, pero a partir de la niñez pueden descubrir compañeros de juego en cualquier niño y no tienen inconveniente en pasar horas alejados de las personas de su ámbito familiar. Es normal que se abran de una manera natural al mundo que van descubriendo y que se centren más en su vida escolar con sus compañeros de clase o en la de tiempo libre con sus compañeros de juego y dejan de compartir con sus padres todo lo que sucede a su alrededor o forma parte de su vida.

La brecha de la comunicación entre niños y adultos

Por otra parte, y a pesar de que no nos necesiten tanto, la comunicación de los niños entre 6 y 12 años y las personas adultas no es conflictiva, es fluida y fácil y no resulta compleja como sucederá en muchos momentos durante la adolescencia. Están en una etapa en la que comunicarse no resulta problemático, más bien sucede lo contrario, resulta muy sencillo. Eso no quiere decir que nos vayan a contar todo lo que pasa en el colegio y en su vida en general.

No obstante, es cierto que hay niños que son especialmente comunicativos y que informan hasta de situaciones intrascendentes de su día a día, pero no todos lo son hasta el extremo de contar todo lo que les acontece a diario. Tenemos que reconocer que, en muchas ocasiones, enterarnos de lo que pasa en su día a día es una necesidad nuestra, porque su vida fluye sin necesidad de contárnoslo.

Si somos nosotros los que deseamos que lo hagan o los que nos sentimos marginados al comprobar que otros padres saben lo que a nosotros no nos ha contado nuestro hijo, es importante decirle que nos gusta que nos informe sobre ese tipo de situaciones referentes a sus compañeros o a él mismo.

Tampoco debemos reprocharle que sea poco comunicativo («¿A quién habrá salido?, nunca cuenta nada», «hay que ver cómo es», «siempre me entero de lo que pasa por otros», «se parece a la familia de su padre»*), porque no es esa la situación.

Lo que sucede es que para él no es fundamental contar lo que a nosotros sí nos lo parece. No hay que regañarle por no hacer las cosas a nuestro gusto, aunque sí podemos pedirle que tenga en cuenta lo que quisiéramos saber. Lo aceptará si sabemos comprenderle y ayudarle.

Comprender a tus hijos sin reproches

Una buena forma de comenzar es decirle «Me gusta saber qué días tienes las evaluaciones, o si te has apuntado a una liguilla con tus compañeros de clase, o si estáis preparando una representación*», «Entiendo que tú no necesites contármelo, pero a mí me gusta saberlo» o «Me encantaría que decírmelo surgiera de ti espontáneamente, pero como comprendo que no seas demasiado comunicativo (no tienes por qué serlo, cada uno tenemos una personalidad diferente) y yo estoy deseosa de saber más cosas de las que me cuentas, te iré preguntando».

Si en lugar de sentir nuestro reproche, se siente comprendido y respetado en su manera de ser, facilitamos que comprenda, a su vez, nuestra personalidad diferente a la suya y que respete y acepte nuestro deseo de conocer lo que para él no es importante, pero para nosotros sí. De esta forma, podrá hacer el esfuerzo de ser más comunicativo. Eso sí, necesitará que le ayudemos a contar lo que deseamos saber haciéndole preguntas, no reproches culpabilizadores.

También puede darse el caso de que no nos cuente cosas de las que deberíamos estar informados: le han pedido que lleve un sombrero para la representación teatral y se le olvida decírnoslo. Quizás sea una cuestión de despiste. Le tendremos que enseñar lo que podría hacer para no olvidarse de informarnos. Lo más práctico es que anote en su agenda lo que es importante que recuerde en lugar de intentar memorizar lo que se le puede olvidar con suma facilidad.

Es más fácil adquirir el hábito de anotarlo para decírnoslo cuando nos vea, que tratar de acordarse. Como todo hábito requerirá de un tiempo hasta adquirirlo. Habrá que preguntarle a diario si anotó lo que tenía que decirnos y recordarle que lo anote al despedirnos por la mañana antes de que entre al colegio, pero una vez adquirido el hábito, funciona perfectamente.

¿Qué hay que tener en cuenta para una comunicación fluida?

– En la niñez el ser humano es sociable y tiene facilidad de comunicación.
– Aun siendo sociable, cada niño tiene mayor o menor tendencia a contar lo que sucede en su vida de acuerdo a su personalidad.
– Los padres podemos tener un deseo de comunicación que no se corresponda con el que siente nuestro hijo.
– No debemos reprochar a nuestros hijos por ser diferentes a como nos gustaría, ni se les debe culpabilizar por actuar de una manera diferente a nuestros deseos.
– Cuando esperemos que nos comuniquen algo que no surge espontáneamente de ellos, les diremos que a nosotros nos gustaría estar informados y les pediremos que hagan el esfuerzo con nuestra ayuda.
– Debemos facilitar que nos lo cuenten partiendo de la comprensión, no del reproche, diciéndoles que les vamos a preguntar a diario lo que nos gustaría saber. Y se lo preguntaremos con simpatía, con actitud cariñosa.
– Para que no se olviden de contar cosas por despiste, se les propone que lo anoten en su agenda. Tendremos paciencia: necesitarán algunas semanas hasta adquirir el hábito de anotarlo y después contárnoslo.

Maite Vallet. Orientadora pedagógica. Autora de Atrévete con su adolescencia

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