La pedagogía Montessori, mundialmente conocida por su eficaz visión de la educación, es mucho más que un sistema de enseñanza, es una actitud ante la formación mediante el respeto individual del alumno, el desarrollo emocional, de la confianza, el impulso de la individualidad y las habilidades personales.
Las raíces de la educación Montessori se centran en enseñar en primera estancia la inteligencia emocional y el aspecto individual del alumno, de tal forma que se les prepara para que puedan alcanzar el éxito siempre acorde a su personalidad. Si aprendemos a identificar y a gestionar nuestras propias emociones, aprendemos a conocernos mejor a nosotros mismos y, por ende, a ser capaces de responder.
Por este motivo, cuando a un niño se le dice que no puede llorar, «porque los niños/los chicos no lloran», ese niño se reprime y acaba canalizando sus enfados, rabietas y tristezas de una forma mucho más perjudicial para él que la del propio llanto, por ejemplo, mediante comportamientos agresivos y violentos.
Sin embargo, si al niño se le permite manifestar libremente sus opiniones y sentimientos, a la vez que se le enseña, argumenta y explica la situación, aprenderá a afrontar y razonar de forma mucho más eficaz para su propio bienestar y desarrollo.
La resiliencia y la pedagogía Montessori
Esta es la razón por la cual el método pedagógico Montessori continúa con el concepto de «mentalidad de crecimiento» y con el desarrollo de la resiliencia, entendida como la capacidad de las personas para superar circunstancias complicadas y hacerles frente. De esta forma, se orienta a los niños y fomenta su fortaleza, independencia, autocuidado y capacidad de autonomía y autogestión, lo que les ayuda a aprender a adaptarse y a hacerle frente al día a día y a los retos de un futuro en constante movimiento.
Las emociones actúan sobre la conducta de forma directa. Existe una relación esencial entre emociones, pensamientos y conducta. Modelos pedagógicos como el de Montessori, que abarcan las emociones de manera holística y las dotan de la importancia que se merecen a nivel educativo, están enfocados a evitar posibles conflictos, buscar soluciones, resolver problemas, y crear un clima propicio para el desarrollo de los niños en sus diferentes aspectos.
El desarrollo emocional por edades
Este sistema de aprendizaje tan solo se puede potenciar en los años en los que los niños tienen mayor capacidad de aprendizaje y absorción de conocimiento, es decir, principalmente durante las etapas de mayor desarrollo, que transcurren concretamente hasta los 7 años. Es por ello clave en este periodo aplicar métodos educativos que engloben la realización de actividades que potencien su expresión individual, tanto corporal como emocional. Todo ello, con el uso de materiales adecuados para cada una de las diferentes etapas del desarrollo.
Más adelante, en el momento en el que el niño alcance la adolescencia, sus procesos mentales variarán y, en consecuencia, también su forma de comportamiento. Por ello, la etapa de la infancia habrá sido esencial para asentar las bases de funcionamiento individual y grupal, pues también se determinará su forma de relacionarse.
En este aspecto, llegado ese momento, se pasa a necesitar más apoyo y ánimo de los compañeros y los amigos, por lo que será importante que los educadores se esfuercen por garantizar la existencia de un ambiente de trabajo tan positivo como sea posible.
En definitiva, es esencial para un completo desarrollo de las personas en etapas posteriores trabajar las emociones desde la infancia. Cuestión que se puede hacer a través de la realización de sencillas actividades que les estimulen y les permitan expresarse con total libertad.
Las raíces de la pedagogía Montessori
Aunque Montessori revolucionó el mundo del aprendizaje, hoy en día la enseñanza tradicional en la mayoría de los centros sigue sin prestarle al mundo de las emociones la especial atención que requiere.
Su creadora fue María Montessori, una excepcional pedagoga y doctora en medicina que dedicó su vida al estudio científico de la educación. Su objetivo fue armonizar el proceso educativo con el desarrollo natural del niño e integrar todas sus cualidades con tres ingredientes clave: un adecuado ambiente, un maestro humilde y material científico, es decir, que estimule sus cinco sentidos.
Para ello, es necesaria la fusión y el tratamiento de las diferentes dimensiones: intelectual, social, emocional, física, ética y moral. Esto hace que se defina como una educación holística, que aborda todos los pilares fundamentales para un completo progreso individual incluyendo los distintos niveles de interacción humana.
Marina Berrio
Asesoramiento: Sarah Ebery. Directora de TEMS, The English Montessori School
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