La adopción no es un gesto humanitario, ni una obra de caridad, es una implicación total. En la adopción se toma a un niño de la mano y se le lleva a lo largo de la vida, dentro de la propia vida. Porque ese niño será adolescente, adulto, padre o madre y tendrá hijos que serán de la propia familia.
La adopción es una decisión maravillosa, pero no se trata de un camino de rosas. Además de las numerosas trabas administrativas que se producen para llevarla a cabo, la educación de estos niños conlleva una serie de retos para cualquier familia. El principal, que adquieran seguridad en sí mismos y en su nueva familia.
Por ese motivo, son niños más «luchados» y en muchos casos hay una experiencia más consciente de lo que implica ser padre o madre. A los temas propios de cada edad (las notas, los amigos, etc.), hay que sumar las características de ser hijo adoptado, más las diferencias de raza y procedencia (si se da el caso de que provenga de países como China o la India).
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Cuanto antes sepan que son adoptados mejor
Como opinan los expertos, los niños adoptados tienen que saber siempre que lo son, incluso antes de poder entenderlo en su totalidad. Como afirma María Jesús Montana, jefa del servicio de adopción del Ministerio de Asuntos sociales, «un niño debe saber que es adoptado desde el mismo momento en que comienza a preguntar sobre su origen, sobre su procedencia, interrogante que empieza a formularse a los 2 ó 3 años». Existen diferentes formas de decirlo, pero desde los primeros momentos debe oír, de forma natural, la palabra «adopción».
La información sobre la adopción es un proceso, no algo que se le cuenta de una vez y para siempre, ya que el niño necesita de cierta madurez para poder entender los diferentes aspectos que intervienen en una adopción. Aunque la adopción no debe mantenerse en secreto, tampoco conviene pregonarlo a los cuatro vientos.
Al niño adoptado le gusta la claridad de la realidad, pero no desea oír continuos comentarios entre sus parientes y amigos. En esta situación, un clima sincero favorece las relaciones y evita incomodidades. De hecho, pueden desarrollar una autoestima envidiable, como lo que decía una niña adoptada: «Soy la china española más guapa de todo Madrid».
Si no se le cuenta la verdad sobre su historia, significa que le hemos tenido que mentir durante mucho tiempo en un asunto tan importante como sus orígenes. No decírselo en su debido momento puede originar desconfianza en el adoptado con respecto a los adultos: puede creer que si se le ocultó esta realidad, le han podido ocultar otras muchas. A lo mejor, por miedo, por temor a hacerle daño, etc. Pero ellos siempre van a preguntar: ¿y yo estuve en tu tripa? ¿Dónde nací? ¿Cómo era de pequeñito? etc.
De todas maneras, desde hace un tiempo a esta parte, la adopción ha dejado de ser un tema especial en la sociedad y, en muchos casos, además, los niños provienen de países y razas distintas, lo que resulta mucho más evidente, y no se les suele ocultar.
Ricardo Regidor
Asesoramiento: Esther Herranz, psicóloga de ACI (Asociación para el Cuidado de la Infancia)
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