La mayor parte de los niños aprenden a hablar casi sin darse cuenta. Sin embargo existe un grupo que representa el 7,4 por ciento de los niños entre uno y tres años que, a pesar de estar sanos desde su nacimiento, oír bien, mostrar suficientemente madurez en otras áreas y crecer dentro de una familia y un entorno que les proporciona estímulo, necesitan más tiempo y esfuerzo para hablar y, en algunos casos, cuando el lenguaje emerge lo hace con numerosas limitaciones.
Por lo general, la mayoría de los niños comienzan a realizar sus primeras vocalizaciones a los pocos meses de vida. Dichas expresiones, evidentemente, no tienen nada que ver con el llanto (que también es voz, por ciento). Es la fase del balbuceo propiamente dicho, el balbuceo canónico, que se produce entre los 3 y los siete meses aproximadamente.
El problema surge cuando el niño no solo no emite estos sonidos en el intervalo de edad que le corresponde sino que más adelante, hacia el primer año de vida, tampoco parlotea o lo hace de una forma realmente escasa.
Causas por las que los niños tardan en hablar
Hace unos años, al analizar a este grupo de niños, eran muchos los estudios que apuntaban hacia la posibilidad de la existencia de una lesión no demostrable en el Hemisferio Izquierdo de los pequeños.
Hoy en día, en cambio, a pesar de los avances en los instrumentos de diagnóstico (Resonancia magnética, T.A.C.,. P.E.T., etc…) esta tesis no se ha podido demostrar al no encontrarse daños estructurales en el cerebro.
Por ello, son muchos los médicos que apuestan más por la existencia de una base genética que impediría a estos niños desarrollar sus capacidades lingüísticas correctamente.
En el campo de la psicología, lo que sí se ha podido constatar es que, en la mayoría de las ocasiones, estos pequeños, presentan problemas en la percepción del habla, en la memoria auditiva y dificultades generales a la hora de procesar la información.
Condiciones necesarias de los niños para hablar
El lenguaje es una función de aparición relativamente tardía si la comparamos con otros medios que el niño utiliza para relacionarse con su entorno. Además, la comunicación verbal se va desarrollando en base a otras adquisiciones de orden intelectual, afectivo, motor, etc.
Para que el lenguaje se desarrolle con normalidad son necesarias varias condiciones:
1. Que el niño no presente lesiones en ninguno de los órganos implicados en el lenguaje (aparato fonatorio, sistema auditivo, etc.).
2. Que su sistema nervioso presente un funcionamiento correcto y haya alcanzado el grado de maduración necesario.
3. Que la capacidad intelectual sea suficiente.
4. Que el niño desee hablar, es decir, que su relación con las personas que le rodean le impulse a comunicarse con ellas.
Cómo valorar un déficit lingüístico a los tres años
A la hora de intentar valorar si nuestro hijo padece o no un cierto déficit lingüístico, conviene que tengamos en cuenta algunas pautas de comportamiento.
A los tres años la mayor parte de los niños son capaces de:
– Contestar cuando se les pregunta. Además, sus respuestas tienen que ver con lo que se les ha dicho. Responden cuando se les pregunta cómo se llaman, si es un niño o una niña.
– Dominar un amplio vocabulario (entre los 18 meses y los cuatro años se encuentran en un periodo de máxima explansión). A estas edades conocen más de 1.500 términos.
– Utilizar frases incluyendo cuando corresponde el plural y los artículos de los nombres. Suelen hacer frases sencillas pero correctas desde el punto de vista gramatical.
– Hablar de sus experiencias con coherencia. Por ejemplo, de sus juguetes, de lo que suelen hacer, con quién juegan, si tienen hermanos..
– Ir pronunciando cada vez más claro. Los sonidos que aprenden primero son los nasales (m, n, ñ) y los oclusivos (b, p, t, c). Es bastante habitual que sigan simplificando la pronunciación de algunas palabras, especialmente las que acaba de aprender o las que son más complejas desde el punto de vista fonológico.
Algunas pistas para los padres
Evidentemente no todos los niños de tres años evolucionan al mismo ritmo. De hecho, puede que nuestro hijo no domine aún 1.500 términos y no le ocurra nada. Sencillamente todavía no ha conseguido ampliar su vocabulario a la misma velocidad que otros chicos de su edad.
Precisamente por ello, además de comparar el desarrollo de nuestro hijo con el de otros pequeños de su misma edad conviene que estemos pendientes de otros signos igualmente importantes. Así, por ejemplo, debemos mantenernos alerta cuando:
– Se produce un inicio tardío del lenguaje. Se trata de niños a los que psicólogos y logopedas suelen denominar como «Late Talkers»). Se caracterizan fundamentalmente porque:
– Antes de los dos años tienen un vocabulario expresivo de «menos de 50 palabras» o, sencillamente, no son capaces de producir enunciados de dos palabras.
– Niños entre los 18 y los 23 meses que tienen un vocabulario expresivo de menos de 10 palabras inteligibles.
– Niños que entre 2 años y prácticamente los 3 tienden a utilizar menos de 50 palabras o no producen enunciados de dos palabras.
Entre el 30 y el 40 por ciento de los niños que a estas edades manifiestan estos problemas no suelen evolucionar a mejor y, por lo tanto, tienden a mantener dificultades de lenguaje a los tres años con lo que conviene ayudarles acudiendo cuanto antes a un especialista.
Otros síntomas: cuando no responde
Además, si a los tres años nuestro hijo no es capaz de responder «SÍ» o «NO» a preguntas sencillas como «¿llevas puestos los zapatos? y le cuesta contestar a preguntas que incluyen las palabras «qué, quién, dónde y cuándo» (por ejemplo, ¿qué comes?, ¿quién te da de comer?, ¿dónde comes?) puede que tenga algún problema de desarrollo lingüístico.
Otras pistas que también nos pueden poner sobre aviso a estas edades son cuando al niño le cuesta hablar de sus experiencias diarias o no es capaz de seguir órdenes que impliquen dos acciones (por ejemplo, «coge el coche y dame la pelota» o «dale la vuelta a la taza y mete la ficha en la caja»).
Por lo general, estos niños suelen mostrar un desarrollo del vocabulario lento y con un estancamiento aparente. No hacen preguntas iniciadas por las palabras «qué, quién, dónde, cómo, por qué» y su tono de voz suele ser monótono. En consecuencia, su pronunciación se hace difícil.
Al tiempo, su lenguaje es simple y telegráfico. Y por lo tanto, sus enunciados son reducidos hasta tal punto que utilizan frases hechas. Puede, incluso, que no combinen más de tres palabras o bien omitan las preposiciones y artículos (por ejemplo, «a pelota no está», «mama a comer a casa»).
En el aula: pistas para profesores
También en el colegio los profesores pueden aportar numerosas pistas a la hora de detectar si a nuestro hijo le ocurre algo o no. Así por ejemplo, en las actividades escolares los niños con problemas en la adquisición del lenguaje suelen tener una cierta tendencia a estar solos.
En la interacción con los demás niños, con frecuencia tienden a jugar en silencio o se divierten y hablan solos sin hacer caso a los demás. En otros casos, hablan y observan a los demás pero no les piden respuesta.
Asimismo, no son capaces de dirigirse a la profesora para hablar con ella y cuando la maestra les habla responden pero se les entiende con dificultad y generalmente no son capaces de mantener un diálogo con facilidad.
Elena López
Asesoramiento: Magdalena Santolalla. Psicóloga y Logopeda.
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