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Universidad: la familia y uno menos

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La familia necesita adaptarse a los cambios que, por las distintas circunstancias por las que atraviesa la vida de sus miembros, se van a ir produciendo. La llegada de un hijo a la universidad es uno de esos momentos: la familia entra en la fase de contracción y el trato con ese hijo que empieza a caminar por su independencia tiene que ser diferente.

Las familias, al igual que las personas que las componemos, son unidades dinámicas en continua adaptación a los cambios externos e internos. Desde que los cónyuges se conocen en la etapa del noviazgo hasta que comparten los últimos días de sus vidas, la familia atraviesa distintas fases.

La primera es la fase del emparejamiento, en la que los novios se conocen, se comprometen y deciden dar el paso de fundar una familia. La segunda fase es la de expansión, y en ella también se producen cambios vitales importantes, desde la búsqueda y el nacimiento de los hijos hasta su adolescencia. Por último, en la fase de contracción, los hijos se independizan y el matrimonio vuelve a reencontrarse cara a cara para afrontar el envejecimiento, la enfermedad y la muerte.

En el transcurso de estas etapas se suceden infinidad de eventos a los que todos los miembros de la familia han de adaptarse: cambios de trabajo y residencia, dificultades económicas, cambios de amistades, enfermedades, fallecimientos, etc. En la medida en que estos acontecimientos son esperables, la familia puede prepararse más para superar los retos prácticos, emocionales y relacionales que conllevan.

Un acontecimiento importante y esperable en la vida familiar es el paso de los hijos a la universidad.

En esta fase, muchas veces los hijos están aún viviendo una adolescencia tardía, pero a su vez cobran necesariamente independencia -quizás no tanto económica como emocional-, de modo que se inicia la fase de contracción familiar. En estas circunstancias es frecuente que los progenitores tengan que esforzarse de forma especial para afrontar adecuadamente los retos que se les presentan, ya que de ello depende en gran medida el éxito de las etapas posteriores.

Retos de la familia cuando los hijos empiezan la universidad

La familia completa se encuentra con tres tipos de retos:

1. Reto práctico. La familia debe realizar una adecuada reorganización y reutilización de recursos. Los padres han de lograr un equilibrio entre ayuda y exigencia a los hijos. Los hijos han de hacer uso de su libertad para afrontar con autonomía nuevos proyectos.

2. Reto emocional. Se debe producir una adaptación al cambio de rutinas, aprender a vivir sin los hijos y tolerar un menor grado de control sobre ellos. Los hijos también han de lograr un adecuado equilibrio entre independencia emocional y vinculación emocional con sus progenitores, creando vínculos afectivos distintos entre los miembros de la familia y las personas ajenas a la familia. Al mismo tiempo, los padres han de prepararse ante la posibilidad de recibir reveses con mayor impacto emocional.

3. Reto relacional. En este momento se produce un reencuentro y redescubrimiento del matrimonio original. Mientras tanto, los hijos han de iniciar nuevas relaciones, y descartar o afianzar las existentes con compañeros, amigos y posibles parejas.

El papel de los padres

En esta etapa de comienzo de la universidad, el principal objetivo de los padres ha de ser claro: dejar crecer, lo cual implica una actitud global de respeto y confianza. Adoptando esta actitud, el papel de los padres constituye una fuente fundamental de apoyo a los hijos y puede concretarse en distintos puntos:

– Tolerar y respetar las decisiones de los hijos, aun sabiendo que se pueden equivocar o incluso ante la certeza de saber que se están equivocando.
– Acompañarles en los fracasos y ayudarles a aprender de los errores.
– Responsabilizarles de sus errores y permitir que sean ellos quienes asuman las consecuencias.
– Actuar dando ejemplo y sin discursos. Llegados a esta etapa, seguramente ya hayan oído muchos discursos y tienen mayor capacidad para valorar nuestro ejemplo.
– Reconocer y asumir los errores propios.
– Darles poder dentro de la familia, valorar sus puntos de vista, pedirles opinión y ser flexibles ante nuevas formas de hacer las cosas.
– Valorar su esfuerzo e intentos de progreso y mejora, con independencia de los resultados que obtengan.
– Guiar cuando sea necesario sin imposiciones.
– Estar disponibles siempre que nos necesiten.

La superación de estos retos viene condicionada por distintos factores, como la relación establecida con los hijos en la infancia y mantenida durante la adolescencia, el patrón familiar existente, la calidad de la relación conyugal cultivada durante los años previos, la estructura familiar, la previsión de recursos materiales y emocionales de la familia y los rasgos de carácter de sus distintos miembros. A veces se añade la dificultad de compaginar dos etapas distintas dentro de un mismo núcleo familiar, como sucede cuando un hijo es universitario y sigue habiendo otros pequeños o adolescentes en el hogar.

Situaciones difíciles para los hijos universitarios

En los años de universidad se presentan situaciones muchas veces difíciles para los hijos, y es necesario estar cerca para acompañarles y guiarles, pero siempre con una distancia suficiente para respetar su autonomía y sus decisiones.

La entrada en la universidad puede ser difícil para los hijos, pero no lo es menos para muchos padres.

En ocasiones, estos últimos desean que los hijos lleguen hasta donde ellos mismos no han podido llegar, y tratan de ver suplidas las carencias propias mediante el éxito de la prole.

En estos casos, la exigencia que se les impone puede no ser acorde a sus capacidades y provocar problemas de autoestima que interfieren en las relaciones sociales e incluso que precipiten el abandono de los estudios. Algunos padres encuentran grandes dificultades en aceptar la autonomía de los hijos y siguen tratando de imponer ideas y modelos propios.

Por contrapartida, otras veces se produce una sobreimplicación que limita el crecimiento, y se sigue tratando a los hijos como si fueran niños (recuerdo una madre que sufría intensamente el día que su hija universitaria no le llamaba para contarle lo que había comido). El error quizás más frecuente y doloroso atañe al plano emocional cuando, ante momentos difíciles, los padres no son capaces de acompañar el malestar y minimizan el sufrimiento o las preocupaciones de sus hijos.

Es posible que, desde la experiencia propia del momento vital de los padres, los problemas de los hijos sean juzgados como insignificantes. Sin embargo, hemos de ser conscientes de la importancia de esos momentos: si no sabemos escucharles y acompañarles en su vivencia y en su dolor, la distancia emocional crecerá y quizás la próxima vez no recurrirán a nosotros. De esta forma podríamos llegar a perder la oportunidad de seguir caminando con ellos en esta nueva etapa de su ciclo vital.

Raquel Martín Lanas. Unidad de Diagnóstico y Terapia Familiar (UDITEF) Clínica Universidad de Navarra (Pamplona y Madrid)

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