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Por qué es bueno que tus hijos se enfaden

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Los adultos tememos el momento en que nuestros hijos se enfaden. A veces, porque lo hacen con tal furia que nuestro instinto nos lleva a defendernos, atacando al niño e iniciando un conflicto violento y desagradable para todos. Otras veces, porque nos sentimos sin recursos para aplacar el gran volcán que ha desatado el enfado dentro de nuestra tierna criatura.

Con frecuencia tememos ser juzgados por otros adultos, que nos consideren malos padres por permitir estas manifestaciones emocionales tan intensas en nuestros hijos. Finalmente, a veces interpretamos el enfado de nuestros hijos como «portarse mal» y reaccionamos como cuando nos desobecen.

En cualquiera de estos supuestos, muy humanos y naturales, lo pasamos mal todos: el niño que se ha enfadado, y los adultos que tenemos nuestras propias emociones, complejas y difíciles, ante el enfado.

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Los enfados de los niños son necesarios y positivos

Es bueno enfadarse porque me han quitado una pelota, porque quiero que mamá me haga más caso que a mi hermano, o porque tengo un deseo muy grande y me lo han negado. Estos enfados son motores que llevan a los humanos a poner límites a los demás, a pedir cosas que nos parecen justas, y a luchar para satisfacer nuestros deseos.

Puedes decirles a tus hijos y alumnos: enfadarse es importante.

  • Cada vez que alguien te trate mal, ¡enfádate!
  • Cada vez que alguien te falte al respeto, ¡enfádate!
  • Cada vez que alguien te ofenda, ¡enfádate!
  • Cada vez que algo te resulta injusto, ¡enfádate!

Enfadarse nos permite:

  • Poner límites.
  • Defendernos de las injusticias.
  • Luchar por lo que queremos.
  • Pelear por lo que consideramos justo.
  • Parar a los abusones.

Puedes enseñar a tus hijos CÓMO TIENEN QUE ENFADARSE

Enfadarse con gritos, puños e insultos es inútil. No sirve absolutamente de nada. Solo aumenta la violencia y, incluso si se logra un resultado inmediato, en el largo plazo lo que se obtiene es enemistad, o sea: que haya muchos más conflictos y enfados, faltas de respeto y abusos.

Un enfado tiene que perseguir un OBJETIVO

Podemos enseñar a nuestros hijos a manifestar su enfado de manera constructiva, no destructiva. En lugar de dar un puñetazo al niño que le ha quitado el juguete, podemos enseñar a nuestros hijos a expresar con palabras su frustración o a pedir ayuda a un adulto. El objetivo de tus hijos será recuperar su juguete y poner límites al niño que se lo está quitando.

También podemos enseñarles a que exprese a los adultos los motivos de su enfado y su preocupación. Esto no significa que nosotros vayamos a darle lo que desea, pero estaremos generando un ambiente de diálogo donde los desacuerdos se pueden hablar. Incluso es posible que si su petición es razonable cambiemos de idea y accedamos a lo que nos pide.

Podemos entrenar a nuestros hijos a resolver el enfado negociando y buscando soluciones al conflicto.

¿Queremos jugar con el mismo balón? Negociemos. ¿Queremos jugar juntos, a juegos diferentes? Negociemos. ¿Queremos sentarnos en el mismo asiento? Negociemos.

Por último, deberíamos estar atentos a no hacer distinciones de género con respecto a los enfados de nuestros hijos. Es habitual aceptar los enfados de los niños, pero nos parece fatal que un niño/a se enfade con furia. Internamente esperamos que las niñas sean dulces y amables siempre, y verlas enfadadas atenta contra nuestros prejuicios de género. Los enfados, de los niños y las niñas, pueden ser vistos como momentos de aprendizaje que nos pueden unir si los usamos para hablar de emociones y para comprender al otro. Con frecuencia son también expresiones de caracteres muy fuertes, propios de personas (hombres y mujeres) que podrán hacer grandes cosas cuando sean adultos, siempre y cuando no reprimamos sus emociones y les permitamos expresar sus enfados de manera respetuosa.

Amaya de Miguel. Fundadora del blog de educación para padres Relájate y educa

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