Las nuevas tecnologías han traído consigo una brecha generacional que aumenta todavía más en el ámbito de las redes sociales. En ellas es donde nuestros hijos adolescentes pasan la mayoría de su tiempo libre y, a veces, no tenemos la más remota idea de qué hacen allí. Una de esas redes es YouTube, pero, ¿en qué consiste? ¿Quiénes habitan en ella?
La era de la información y, en buena medida, de la sobreinformación, los niños y adolescentes se encuentran continuamente expuestos a canales de comunicación que para los padres resultan extraños o directamente desconocidos.
Influencer, youtuber, instagramer, followers o haters son algunos de los términos que rompen la comunicación entre las generaciones de los progenitores y sus hijos, creando la sensación de hablar en lenguas totalmente diferentes. Para salvar estos obstáculos provocados por la vertiginosa rapidez con la que cambia la sociedad, es importante que los padres estén al tanto de cuáles son las influencias que reciben sus hijos, por cuáles se ven más afectados y qué tipo de aportación positiva o negativa extraen de ellas.
Entonces, ¿quiénes son los referentes que condicionan a nuestros hijos?, ¿en quiénes se fijan?, ¿quién tiene el monopolio de las modas más populares entre los jóvenes? La respuesta, básicamente, se limita al éxito en el mundo de las redes sociales. Estos ‘modelos’ son los llamados influencers, es decir, personas que, por su número de seguidores, tienen peso específico para condicionar el comportamiento de quienes los admiran. En concreto, podemos encontrarlos, en su mayoría, en las redes sociales preferidas por los jóvenes; estas son YouTube, red dedicada a los vídeos, e Instagram, dedicada a la fotografía.
¿Qué es YouTube?
YouTube nació en 2005, fundada por tres jóvenes estadounidenses, como una plataforma para subir a la red vídeos realizados por los usuarios. En octubre de 2006, Google anunciaba la adquisición de la empresa por 1.300 millones de euros, cuando ya contaba con 30 millones de usuarios al mes. Hoy posee más de mil millones de usuarios, sobre todo de entre 18 y 34 años, y se ha convertido en una red social más al incluir posibilidad de comentar los vídeos, de valorarlos y de interactuar con los demás.
Muchos nombres conocidos han salido de esta plataforma. Justin Bieber, ídolo de masas entre los adolescentes, debe su fama mundial a la gran repercusión que tuvieron sus vídeos en ella. Otros casos similares son los de los cantantes Ed Sheeran o el malagueño Pablo Alborán.
Sin duda, el espacio de vídeos más importante de todo Internet tiene una responsabilidad innegable en el fomento de la creatividad de los jóvenes, que se ven animados a continuar su actividad por la respuesta del resto de la comunidad. Pero, como siempre, dentro de lo positivo es difícil que no haya intrusos nocivos.
Lo bueno de YouTube
YouTube, por su tamaño, se ha acabado convirtiendo en un laberinto con recovecos oscuros y luminosos.
Si algo bueno tiene es la gran creatividad que suscita en los hacedores de contenido.
Aun así, el verdadero éxito de esta plataforma reside en las posibilidades que permite a la hora de ver los vídeos, en cualquier momento y lugar con solo una conexión a internet. De esta forma el usuario se siente libre de elegir, lo cual acelera la obsolescencia del medio televisivo en sus canales tradicionales.
Uno de los casos más curiosos nacidos en este espacio es el de David Calle, Ingeniero de Telecomunicaciones, pero más conocido por su faceta de «profesor youtuber«. Nominado al llamado «Nobel de los profesores», David es uno de los influencers con los que no se debe temer dejar a los hijos. Afirma que los adolescentes huyen de la televisión e invierten su tiempo de ocio en YouTube porque es su «patio de recreo, el lugar donde pasan su tiempo libre y por eso es más fácil llegar a ellos desde allí». A él le siguen «fundamentalmente jóvenes de 15 a 24 años, estudiantes de Secundaria, Bachillerato y Universidad» que tienen dificultades en algunas materias o que, simplemente, quieren repasar o mejorar sus notas.
Por otro lado, también es muy visitado por profesores, que acaban recomendándolo a sus alumnos, e incluso padres que encuentran en este canal la perfecta herramienta para aprender a ayudar a sus hijos con los deberes.
David recomendaría que los niños y jóvenes frecuentaran a «cualquier [youtuber] que tenga que ver con la ciencia, con los avances tecnológicos y con todos aquellos descubrimientos que no salen en los telediarios, pero que aportan muchísimo a la sociedad». Hay muchos influencers con seguidores que «no son malos per se. Lo realmente peligroso es el contenido que ofrecen algunos, con altas dosis de viralidad».
Además, en julio de 2016, YouTube lanzó la nueva plataforma YouTube Kids, enfocada especialmente a niños de entre 3 y 8 años. Desarrollada solo para móviles, tabletas y videoconsolas, esta aplicación resulta muy útil para los padres por los filtros que posee por rangos de edad, por el contenido únicamente apto para un público infantil y por la posibilidad de programar un temporizador para que la aplicación se apague y el niño no esté más tiempo del deseado con los ojos fijos en una pantalla.
Por otra parte, YouTube también tiene restricciones de edad en función del tipo de lenguaje, la violencia, el contenido sexual o la representación de actividades peligrosas.
Resulta relativamente sencillo para la ‘generación digital’ falsear la edad en una plataforma como esta, cuyo uso está permitido solo a partir de los 13 años.
Lo malo de YouTube
Desde el nacimiento de las redes sociales parece que las opiniones se están radicalizando, el lenguaje se está banalizando y las responsabilidades son más susceptibles de eludirse. De la conjunción de todo ello nace una nueva especie en continuo crecimiento, que casi llega a niveles de plaga, a la que llaman hater, ‘odiador’ si traducimos al español. Según David Calle, a los haters les mueve un «afán de protagonismo, tener un minuto de gloria, captar la atención incluso de aquellos a quienes admiran». Calle, profesor y youtuber, por suerte, niega tener ninguno de ellos entre sus seguidores, «uno de los canales del mundo con menos porcentaje de dislikes en sus vídeos».
Pero podemos achacar esta falta de aversiones en el canal de Calle debido, precisamente, a la inocuidad de su contenido. Entonces, ¿dónde se reúnen fundamentalmente estos personajes? En los canales de entretenimiento y videojuegos, por ser aquellos con un público más joven y menos respetuoso con la privacidad y dignidad de los demás.
En ese factor es donde reside la gran mayoría de los problemas en YouTube. Los niños no tienen conciencia de estar viendo en su pantalla a una persona real que tiene vida privada y derechos. El fanatismo aumenta hasta límites peligrosos. Por eso hay que educar muy bien a los pequeños en el respeto y sensibilizarlos hacia los insultos, palabras hirientes y amenazas que puedan proferir; es importante que sean conscientes de las consecuencias que tienen sus acciones en internet.
Aunque YouTube intente controlar el contenido que publica, con la cantidad de vídeos que se suben al día (300 horas de vídeo por minuto) es difícil que garantizar su plena eficacia. Entre esto y la facilidad con la que se falsea la restricción de edad, los niños y adolescentes tienen acceso a todo aquello que no deben ver.
Hay contenido que, si bien no tiene por qué estar prohibido, puede no ser adecuado para una determinada edad.
Resulta difícil controlar todo lo que visualizan nuestros hijos, por eso, como asevera el profesor youtuber, “la clave está en la educación que podemos darles, tenemos que educarlos para que ellos mismos tengan el poder y la responsabilidad de elegir contenidos que les puedan aportar algo útil para que sus inquietudes estés orientadas en la dirección adecuada”.
Además incide en que lo realmente decisivo no es tanto el contenido, sino el tiempo que le dedican a este medio. “Es mejor que un niño juegue en el parque, con otros niños, a que pase todo su tiempo de ocio pegado a una pantalla. Y esa es una responsabilidad que no podemos eludir”. Y es que, del mismo modo que antes hemos comentado que los niños deben adquirir madurez para interactuar en internet, los padres también debemos recordar que una tableta o un teléfono móvil no son una niñera.
Rocío Goitia Herraiz
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