Aprender que no todo puede salir siempre como uno quiere es parte del desarrollo de toda persona. Un asunto que atañe, especialmente, a los más pequeños de la casa quienes deben vivir situaciones que se les puede presentar como adversas. Una negativa a un capricho, un punto de vista que les es rebatido o simplemente un día que se les tuerce, cualquiera de estos contextos puede originar una rabieta.
Saber gestionar una rabieta es importante en tanto que los más pequeños de la casa pueden aprender una valiosa lección. ¿Saben los padres encarar estas situaciones? Desde la Asociación Española de Pediatría, AEP, han realizado una encuesta para conocer cuál es el punto de vista de los progenitores en este asunto.
¿Se debe conceder el deseo?
Dicha encuesta realizada por AEP constaba solo de una pregunta: ¿deben los padres acceder a los deseos de los más pequeños cuando estos tienen una rabieta? Y, teniendo en cuenta los resultados de esta pequeña investigación, parece que los progenitores en España tienen interiorizada cuál es la mejor fórmula para responder a estos comportamientos por parte de los niños.
Solo un 13% de los padres contestó que para parar las rabietas, la mejor fórmula es la de acceder a los ruegos del niño. Por el contrario, el 87% indica que no se debe dar pábulo a estos deseos ante estos comportamientos. Conductas, que tal y como recuerdan los pediatras «forman parte de la conducta del niño pequeño, especialmente alrededor de los tres años, donde existe una clara propensión a ellas para llamar la atención de los adultos.»
Etapas de la rabieta
Desde AEP también aprovechan para recordar a los padres cómo proceder ante una rabieta. De entrada, se requiere una actitud tranquila e indiferente por parte de todos los adultos que visualicen este comportamiento por parte del niño. El menor debe tener muy claro que, con su rabieta, no conseguirá ganar la atención sino que obtiene indiferencia.
Los padres deben intentar comprender los motivos de las rabietas de los hijos, ya que, no olvidemos, se trata de una llamada de atención. Pero nunca debe accederse a un deseo de sus hijos expresado a través de estos comportamientos, por más justo y lícito que sea. Acceder sería aceptar su chantaje. Y el chantaje nunca puede ser bueno para nadie.
Aunque consideremos que el niño tiene derecho a sus pretensiones y que aceptemos que nuestra conducta, como adultos, ha sido injusta, debemos esperar a que se le haya pasado la rabieta para acceder a aquello que le corresponda.
Cuando la rabieta es excesiva, puede ser útil el aislamiento temporal: dejar al niño solo en una habitación, donde no tenga distracciones, durante unos 5 o 10 minutos, advirtiéndole que si sigue en esta actitud, el tiempo puede prolongarse. Pero para que este sistema sea efectivo, es conveniente actuar con tranquilidad: conducir al niño a la habitación de aislamiento sin atolondramientos, con tranquilidad, sin gritos y dejarlo en ella sin explicaciones de ningún tipo.
Damián Montero
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