Nuestros hijos son lo primero, pero el verano es de todos y hay algunos planes «de mayores», menos apetecibles para ellos, a los que a veces tienen que sumarse. De hecho, les viene muy bien ir socializándose de esta manera y aprender a disfrutar de elementos que no son los habituales en su vida cotidiana.
Estos son algunos trucos para convertir una visita a un museo, un paseo por una ciudad, una obra de teatro o una comida en un restaurante en momentos para pasarlo bien, aprender y crecer.
Trucos para que los planes de mayores gusten a los niños
Un museo
Horas y horas deambulando por los inacabables pasillos de un museo, un cuadro detrás de otro, sin descanso, no es el paradigma de un día divertido para los niños. Pero con un poco de trabajo previo por nuestra parte, conseguiremos hacer de la visita una oportunidad extraordinaria para pasar un buen rato.
Lo primero que tenemos que hacer es estudiar bien quiénes son los principales artistas que exponen. Con Internet nos será muy fácil indagar en sus vidas, plantearlas como si de un cuento se tratase y descubrir algunos elementos ocultos de los podamos sacar partido. Apoyaremos este material como fotografías y cuadros que permitan «poner cara» a nuestros personajes.
En segundo lugar, no debemos obsesionarnos por hacer todo el recorrido y ver en detalle todas las obras. Es mejor seleccionar del catálogo algunas de antemano en las que nos detendremos por más tiempo. Si, por ejemplo, estamos en una pinacoteca, no será difícil que preparemos la historia que hay detrás del cuadro, sus personajes, la ambientación. Y podemos ahondar en preguntas sobre el color, las líneas de expresión, las texturas, de las que extraerán además interesantes nociones sobre el arte.
Un último truco: un «veo-veo» en el museo que les anime a ir buscando algunos elementos que previamente hemos localizado. Así mantendremos su atención de pieza en pieza en aquellas en las que no nos vamos a detener.
Visita a una ciudad
Un buen paso para descubrir la riqueza arquitectónica de una localidad se puede convertir en una pesadilla si tenemos a unos niños protestando porque no les interesa nada de lo que ven. Lo primero que tenemos que entender es que para un niño pequeño no hay una gran diferencia entre su casa, la tienda de la esquina y el palacio que pretendemos que admire. Es posible que elija su casa. Por eso, antes de iniciar una visita cultural es importante que los niños entiendan las dificultades que entrañaba la construcción de las ciudades antes, la importancia y la función de cada edificio. Hay una literatura extraordinaria en este sentido que, a través de ricas ilustraciones, los traslada a épocas remotas.
Para arrancar la jornada, ellos tienen que saber dónde vamos a ir. Ubicarlos es fundamental así que podemos dedicar el primer rato de la excursión a sentarnos juntos y revisar un plano de la ciudad como si fuera un mapa del tesoro, repasar los puntos de interés e incluir, si es posible, un rato en algún parque. No es histórico pero romperá la visita.
Un segundo trabajo por parte de los padres consiste en descubrir las anécdotas más interesantes de los edificios que se van a visitar. Les contaremos la historia principal pero lo aderezaremos con algunos aspectos más divertidos. Si somos imaginativos, podemos añadir algo de misterio narrando la historia de algún personaje del pasado.
Un restaurante
Si por los niños fuera, estarían toda la vida en establecimientos de comida rápida. Nos cuesta mucho educarles poco a poco el gusto por la buena mesa. Y a veces, ya sea por compromiso social o porque a los padres nos apetece, es bueno que vayan a otro tipo de restaurantes.
Sin embargo, podemos ver esta ocasión como una oportunidad desde el primer momento. Podemos estudiar con ellos la carta. La mayoría de los niños ahora tienen una amplia formación sobre hábitos saludables de modo que seguramente nos darán ellos lecciones sobre la pirámide de los alimentos. Les podemos dejar explayarse y nos lo pasaremos muy bien.
El rato más complicado es el que media entre el momento en que hemos pedido y el momento en que llega la comida. Podemos seguir hablando de hábitos saludables e ir pensando en los menús de la próxima semana. También nos pueden ayudar a confeccionar la lista de la compra.
Si somos previsores, también solventaremos el rato de la sobremesa. Un buen truco es llevar papel y lápices de colores e invitarles a que imaginen su propio restaurante. Tendrán que elegir el nombre, diseñar el logotipo y preparar una carta completa. Podemos volver a pedir una carta al restaurante para que tomen ideas. Estarán tan entretenidos como tranquilos.
Una obra de teatro
Es curioso cómo se introduce a los niños en un falso mundo de adultos creado para niños, con series de la televisión que ya fomentan las estrellas y con programas infantiles de contenido más que inadecuado. Y sin embargo, las nuevas generaciones no están disfrutando de actividades aptas para todos los públicos. El verano es un buen momento para localizar, por ejemplo, una obra de teatro. Es verdad que hay pocos clásicos en cartel, que suelen ser los más adecuados para todas las edades. Pero no es tan difícil localizarlos.
Ahora bien, si queremos que tengan interés, es mucho mejor que trabajemos con ellos antes la obra. Los niños no pierden la capacidad de concentración cuando se pierde la novedad. Al contrario, en sus esquemas funcionan mucho mejor con las repeticiones. De hecho, habrán visto cientos de veces su película favorita y será cada vez más favorita.
Si leemos con ellos, para ellos, declamada, la obra de teatro y después les explicamos la historia con detalle, llegarán encantados. Después descubrirán sobre las tablas quiénes son los personajes que han ideo visualizando en su imaginación.
Maria Solano
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