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Entrevista a Patricia Ramírez: «Obedecer a la primera es una conducta muy sumisa»

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Patricia Ramirez Loeffler acaba de publicar Educar en la serenidad. Soluciones creativas para padres desesperados, un libro muy práctico lleno de notas que reproducen sus propios post-it donde transmite a los padres grandes consejos y pautas fáciles de aplicar en la educación del día a día. Su objetivo es ayudar para que nosotros mismos podamos mejorar y para conseguirlo ha inundado sus redes sociales de dibujos y listados para aplicar sus consejos paso a paso.

Esta doctora en psicóloga clínica y especialista en psicología clínica deportiva ha trabajado en el Betis y es autora de otros 5 libros: Entrénate para la vida, Autoayúdate, ¿Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas?, Así compites, así lideras y Cuenta contigo: no busques fuera, las soluciones están dentro de ti. Actualmente, también escribe para Marca, Sportlife, El País, el Huffington Posty y colabora en el programa “A punto con La2” de RTVE.

Soluciones creativas para padres desesperados

P. Aunque sabemos que en educación no existen fórmulas mágicas, ¿qué es lo que NO debemos hacer al tratar de educar a nuestros hijos?
R. Hay varias cosas que no son solo que NO, sino que son innegociables. Lo que NO es pegar y gritar. Porque cuando pegamos a los niños, o les gritamos, les estamos educando, primero, en un modelo violento y agresivo de comportamiento a través del que les enseñamos que para obedecer, tener razón o conseguir lo que quieres hace falta pegar o gritar. Si los niños aprenden que los padres y las madres, que son las figuras que tienen que darte amor incondicional y que tienen que protegerte, son los que te hacen daño, lo normal es que acabes buscando o repitiendo en un futuro esos modelos de conducta con amigos y con pareja. Una manera para empezar a erradicar esos modelos tan agresivos es que tus hijos contemplen en ti un modelo de serenidad, de paciencia y de ilusión al educar.

P. ¿Qué más no debemos hacer?
R. Sobreprotegerlos para que no sufran. Ante cualquier dificultad, «se ha dejado los deberes», todo el mundo como loco en el chat «pues que Pablo no sabe los deberes, ¿alguien me puede facilitar…?». Y claro, cuando nosotros vamos resolviendo problemas que tienen que resolver ellos, lo que hacemos es convertirlos en unos perfectos inútiles e impedimos que tengan soluciones creativas -seguramente ese chat también lo tienen entre ellos y pueden pedir los deberes- y no permitimos que se enfrenten a las consecuencias de sus conductas. Tampoco deberíamos hacer una crítica negativa, compararlos con los hermanos, tener cualquier comentario humillante… Todo eso lo que hace es machacar la autoestima de los niños y que no desarrollen un concepto positivo de sí mismos.

P. ¿Y lo que SÍ debemos hacer?, ¿dónde debemos marcar los objetivos?
R. Uno de ellos es aprender a respetar los ritmos que tienen los niños. Respetar los tiempos significa no perder los papeles porque no van todo lo rápido que a ti te gustaría o porque no avanzan con el aprendizaje como a ti te gustaría. Hay veces que el cerebro de un niño está maduro para leer o escribir a una edad y forzarlo antes no va a hacer más que generarle frustración porque no está preparado todavía para ello.

P. ¿Qué más hay que hacer?
R. Intentar mostrar amor incondicional. Amor incondicional es cuánto te quiero, qué alegría que seas mi hijo; todo sin relacionarlo con el éxito. Me refiero a que no podemos decirle «cuánto te quiero porque has sacado un sobresaliente», es amor incondicional sin venir a cuento, en cualquier momento. Que tu hijo te pille hablando bien de él, sin que lo relacione con un premio, «me quieren porque he hecho esto bueno». Deben saber que les queremos independientemente de cómo se porten. Igual también tenemos que ser un poco más compasivos, porque somos súper exigentes con ellos, mucho más de lo que lo somos con nosotros mismos. Queremos que lo hagan todo a la primera, que obedezcan rápido, que lo hagan todo ya y como yo quiero. Y, si se equivoca, «hay que ver que esto te lo he repetido mil veces», por lo que nuestro nivel de exigencia con ellos es mayor que con nosotros mismos.

P. Todos queremos un hogar en el que reine la paz y la serenidad, pero ¿cómo se consigue cuando para muchos padres les parece una utopía?
R. El autocontrol es una habilidad con la que nosotros no nacemos, es algo que tenemos que aprender a entrenar. Así que todos podemos tener paciencia, autocontrol y fuerza de voluntad si lo entrenamos de una manera correcta. Al no plantearnos que el autocontrol se entrena, no es una opción disponible en la cabeza; una persona tiene la etiqueta «soy un descontrolado o soy una gritona» y cuando llego a casa como esa es mi etiqueta y me comporto así, no me planteo que sea algo que pueda entrenar.

P. ¿Cómo se entrena el autocontrol?
R. El autocontrol se entrena pensando, primero, de forma relajada «tranquila, son niños, tómatelo con calma». Segundo, tomando conciencia de que nuestro hijo no es la gota que colma el vaso. El vaso se va llenando durante el día por el tráfico, por el estrés en el trabajo, porque no podemos dedicar más tiempo, etc. Y cuando llegas a casa, que es la última hora del día donde ya no puedes más porque el vaso está lleno, pues llega tu niño intenso que quiere jugar, llamar la atención, que no obedece a la primera… Y tú crees que lo que te saca de quicio es el niño, pero es el cúmulo de todo.

P. Educar en la obediencia es uno de los mayores retos para los padres. ¿Cómo conseguir que los niños obedezcan?
R. A las madres y padres que tengo en los talleres de Educar con serenidad, la primera pregunta que les hago es qué quieren de los niños. Muchos de ellos contestan: que obedezcan a la primera. Y es realmente un mito, porque nadie obedece a la primera, ni los niños ni los adultos, no es algo que no salga de forma natural. Obedecer a la primera es una conducta muy sumisa. Cuando le digo a los padres y madres, «oye, cuando vuestros hijos e hijas de 15 años tengan novios o novias y sus parejas les pidan tener relaciones sexuales, porque es una muestra amor y si no puede ser que se pierda la pareja, no queréis que obedezcan a la primera, ¿verdad?» Queréis que negocien, que les digan que no están preparados, que esperen un poco, que los pongan a prueba. Esa negociación tiene que estar en casa, tiene que haber un lugar donde la aprendan.

P. ¿Cómo podemos enseñar a gestionar las emociones para sacar la parte positiva incluso de las que más incomodan como la ira, la tristeza, la rabia…?
R. Si yo siento ira o rabia por algo, no son emociones malas en sí mismas. No, pero me están diciendo algo. Esa rabia, ¿qué me dice? Me dice que estoy enfadadísimo porque había estudiado mucho para un examen de matemáticas y me ha preguntado algo que no tenía ni idea y tengo la sensación de que todo lo que he hecho no ha servido para nada. El reconocer que la tengo y ponerla por escrito me permite buscar soluciones. La solución significa aceptar o pensar, «el próximo día igual tengo que llevar todo a fondo o hace falta que hable con el profesor y me oriente un poco».

P. ¿Es posible hablar con nuestros hijos adolescentes para darles confianza y que nos cuenten sus cosas?
R. La comunicación con los adolescentes es mucho más fácil de lo que parece; lo que ocurre es que tendemos a tener una comunicación unidireccional, de padres a hijos. Les preguntamos por las cosas que nos interesan a nosotros, pero no por la que les interesan a ellos. Otro error que comenten los padres cuando hablan con adolescentes es juzgar. Juzgan lo que ven en las redes sociales, juzgan la foto, juzgan los comentarios, juzgan sus amigos, juzgan lo que hacen. «¿Dónde has estado? Por ahí. ¿Y qué has hecho? Nada. Pues para no hacer nada mejor te quedas en casa estudiando». Y si queremos que los adolescentes nos impliquen en su vida, igual tenemos que implicarlos a ellos en la nuestra. Contarles nuestros problemas, cuáles son nuestras dudas y nuestras decisiones, pedirles ayuda u opinión cuando tenemos que darle vueltas a algo…

P. ¿Qué hacer para evitar broncas con nuestros adolescentes y educar en la serenidad?
R.
Para que los niños dejen de gritar en casa, tenemos que dejar de gritarles a ellos, porque lo identifican como algo que están copiando. Lo primero es hablarles a ellos en un tono respetuoso y bajo y entender que nuestros hijos merecen un respeto profundo como el que tendríamos con los amigos. Aun así, en la adolescencia, que viene toda esta parte hormonal que parece que a veces tienen todos los nervios a flor de piel, lo normal es que, cuando un hijo te levanta la voz, es porque sus emociones se han destapado. En ese momento lo peor que podemos hacer es chillarles un “a mí no me grites, en esta casa no se chilla”, porque lo que hacemos es ponernos a la misma altura y potenciar, todavía más, el enfado de la otra persona. Cuando un niño contesta mal en casa, yo en ese momento pararía, y al rato cuando crea que se ha calmado me acerco “oye, ¿qué pasa? Antes has gritado. En casa no queremos gritarnos, queremos hablarnos con respeto». Dejemos que se calme y, seguramente, que, si luego nos acercamos desde el cariño, la compasión y el respeto, responderá. Puede que incluso nos pida perdón. Reconozcamos también dónde están nuestros errores a la hora de comunicarnos y pidámosles que nos digan cómo quieren que nos relacionemos con ellos.

P. ¿Cómo motivar a los adolescentes, sobre todo a las chicas, para que no abandonen el deporte?
R.
En la adolescencia la mayoría de las niñas suele dejar el deporte porque no hay una cultura femenina del deporte. Cuanto más se involucre a la mujer en el deporte desde pequeña y se aprenda a valorar su participación en actividades deportivas, mejor. Si desarrolla su talento en el deporte, se siente a gusto, se engancha, se ve buena en el deporte, disfrutándolo, no lo querrá dejar. Y, sobre todo, tendríamos que animar a la comunidad de chicos a que las acompañen a sus partidos. Las chicas sí que van al baloncesto y al fútbol a ver a sus novios, pero al revés no suele ser. Que ellas se sientan populares también por el ejercicio, no por su aspecto físico ni por los Likes en redes sociales. Más bien “oye, nosotras jugamos al baloncesto y los niños de clase vienen a vernos”.

Marisol Nuevo Espín

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