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Siempre seremos humanas y un poco más

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Humanas, a lo largo de mi corta experiencia reducida a 7 años siendo mamá, me he dado cuenta de lo mucho que me exijo, con respecto a lo que espero de mí misma en esto de la maternidad.

Sé que tenemos la responsabilidad de aprender, descubrir, investigar, trabajar, criar, todo esto sin ser conscientes de que podemos llegar a un nivel de autoexigencia excesivo, incluso nocivo. ¿Cuántas veces me he descubierto intentando ser una madre perfecta? ¡Seguro que a tí te ha pasado también! Al final, terminamos siendo partes de un espiral sumamente agotador.

La maternidad siempre ha sido descrita como la experiencia más poderosa que puede llegar a experimentar una mujer. Sí, ninguna otra cosa marcará más tu vida así como el momento en que por fin sostienes a ese bebé que durante nueve meses estuvo en tu vientre, al verlo se da rienda suelta a ese amor por toda una vida.

De ahora en adelante no sólo se tratará de la falta de sueño, las secuelas del parto, los cuidados que demanda un recién nacido, ni siquiera del tornado de hormonas que están dentro de ti hasta varias semanas. Tampoco se trata de la falta de experiencia y la zozobra de si lo estás haciendo bien o mal, ni de las dudas y comentarios de familiares bien intencionados pero que disparan nuestra inseguridad.

Trasciende más allá de lo que puedes pensar, cambian tus proyectos, tu cuerpo, todo aquello que llamabas tuyo. Tu tiempo y tu vida. ¡No me malinterpretes! Sigues siendo tú, solo que una versión más grande de ti misma y cuando menos lo esperas llegará ese momento en que las horas de sueño nocturno se alarguen, tu bebé aprenderá a sostener su cabeza, tumbar todo lo que sea llamativo y encuentre en su camino, gateando paso a paso o a la velocidad del rayo.

El día menos pensado te regalará una sonrisa y pensarás que hasta ahora lo que has hecho es poco y continuarás con entrega, sin lugar a dudas, con altos, bajos, pero por nada del mundo querrás volver al pasado.

Debemos tener en claro que no hay un ser en este mundo que no cometa errores, no existe un prototipo de madre perfecta, estamos llenas de imperfecciones, inseguridades, pero con una gran responsabilidad que desempeñar.


Cuando te has convertido en madre pasas a poseer el amor infinito. Nuestro amor servirá de impulso para llegar a hacer lo imposible por nuestros hijos.


Ahora soy consciente de que mi hija no necesita una madre perfecta, necesita una madre real. Una que no tiene paciencia infinita, que se encierra en el baño a veces solo para tener un momento a solas; esa que se come uno que otro helado escondida a pesar de que siempre esté cuidando la alimentación en la casa. Una madre que será un desastre a veces, pero que es real.

Llegado a este punto podría preguntarte, ¿Qué importa la perfección? Somos simplemente humanas y un poco más, ese plus que nos regala la maternidad.

Clara Kiefer. Fundadora de Sermama.es

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