Con la revolución de la tecnología, cada vez es más difícil compartir con nuestros hijos cómo eran nuestras vacaciones antaño, ésas en las que nos íbamos al pueblo de la abuela o a la casita de la playa y se nos pasaba volando un mes entero en el que la única preocupación era no perdernos el atardecer.
Cada vez estamos más seguros de que un viaje no sólo debe ser una oportunidad para ver el mundo de forma diferente, sino también, para sentir experiencias y emociones de forma distinta. Y una de las cosas que más nos gusta cuando viajamos, es poder enseñarle a nuestros hijos el valor de despertarnos en la naturaleza y disfrutar de la calma cada mañana, de ver caer el sol desde la playa o perder la noción del tiempo tumbados sobre la hierba.
Por eso nos encanta la vida de camping: esa escapada al mundo rural donde no existen las alarmas, andamos descalzos hasta olvidar dónde hemos dejado los zapatos, saboreamos el fruto de la huerta, decidimos cada mañana si nos apetece playa o montaña e improvisamos una merendola para celebrar cada atardecer.
Descubre la belleza del camping
Nuestro último descubrimiento es la asociación de Campings de Tarragona, y hoy te damos siete razones para redescubrir la belleza de la vida de camping en alguno de sus campamentos.
1. Descubrir Tarragona
Este grupo de campings está repartido a lo largo de Costa Daurada y Terres de l’Ebre, lo que nos permite poder explorar toda la provincia de Tarragona o disfrutar a fondo alguno de sus rincones. Salou, Cambrils, La Pineda, la Delta de l’Ebre, Coma Ruga, El Vendrell, Prades, Alcanar* ¡y muchas más!
2. Elegir tu nivel campista
Todos sabemos el plan de pasar la noche bajo las estrellas suena la mar de romántico, pero a veces, no es exactamente el concepto de vacaciones que tenemos en mente.
Uno de los puntos fuertes de estos campings es que ofrecen todo tipo de opciones según lo que nos apetezca: desde una simple parcela para roulottes o la más mítica tienda, hasta un precioso bungalow al más puro estilo «glamping».
3. La sensación de comunidad
Ésta es, sin duda, nuestra razón favorita. Y es que en los Campings de Tarragona se siente esa sensación tan familiar de que todo el mundo se conoce, los niños juegan hasta caer la noche al aire libre y nuestros vecinos se convierten en los mejores amigos en lo que se improvisa una barbacoa.
4. La cantidad de cosas que hacer
El abanico de opciones es impresionante. Que si senderismo, buceo, golf, kayak, excursiones al monte, la ruta del Císter, visitas medievales, el parque de PortAventura* o simplemente, coger unas bicis para explorar la región o bajarnos a la playa ¡con nuestro propio pie!
Inspírate echando un vistazo a las páginas oficiales de turismo en la Costa Daurada y las Terres de l’Ebre para ir reuniendo tus actividades favoritas.
5. Las posibilidades gastronómicas
Todo aquel que haya estado en Tarragona sabe que nos encontramos en el lugar perfecto para disfrutar con todos los sentidos de la dieta mediterránea y el esplendor de sus vinos. Atrévete con el Arrossejat, el Patacó, la patata de Prades o los sabrosísimos calçots para gozar de los sabores más emblemáticos de la huerta, el mar y la montaña.
¡Y no olvides homenajearte brindando con alguno de los vinos más característicos de la zona! Dicen que los tarraconenses se decantan por la DOC Priorato, la DO Montsant, la DO Conca de Barberà, la DO Tarragona o la DO Terra Alta.
6. Diversión asegurada
La vida en los campings es pura diversión. Por un lado, los peques lo pasan en grande investigando los confines del establecimiento, lleno de piscinas, parques y zonas verdes, así como viviendo al máximo todas las actividades organizadas con la misma emoción que si de campamento de verano se tratara.
Y por otro lado, esto les permite un enorme respiro a los padres, sintiéndose libres de echarse una siesta sin límites, compartir una cervecita en el porche o incluso apuntarse al torneo de «futbito» y rememorar todos aquellos mágicos momentos.
7. Educar a nuestros hijos desde el amor a la naturaleza
Por último, y quizás más importante, los Campings de Tarragona son la excusa perfecta para hacer que nuestros hijos dejen a un lado las pantallas y reconecten de forma innata con el entorno, transmitiéndoles los valores de sostenibilidad y convivencia y potenciando que desarrollen su sensibilidad hacia el medio ambiente, la sociabilidad hacia otros niños de todo tipo de edades y culturas, la desconexión tecnológica y el amor a la naturaleza.
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