El impacto social de la violencia en las familias ha crecido en las últimas décadas. Este aumento de visibilidad está motivado, en parte, por el incremento de las denuncias de una situación que antes se sufría en el ámbito privado.
Anualmente se producen más de 4.000 denuncias de padres contra hijos, según los datos recopilados por las Fiscalías de Menores de toda España. Esta es una tendencia regular en los últimos 50 años y se estima que uno de cada diez menores españoles maltrata a sus padres actualmente.
En 2016, último año de que se tienen datos cerrados ya que aún se está trabajando en el ejercicio de 2017, se realizaron 4.355 denuncias, lo que supone más de 10 procesos abiertos cada día. Sin embargo, psicólogos, funcionarios y educadores coinciden en señalar que se trata de «la punta del iceberg», ya que se calcula que apenas se denuncia el 15 por ciento de los casos reales.
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En qué consiste la violencia familiar
Los malos tratos llevados a cabo por personas que forman parte de una unidad familiar constituyen violencia familiar. La violencia familiar que más estudios ha recibido es aquella que es ejercida hacia un familiar que está en una posición de dependencia hacia otro: históricamente, la mujer y los hijos.
Tal vez por este motivo hay un tipo especial de violencia familiar, la filio-parental, que ha recibido menos atención, creándose así una situación de extrema complejidad: la víctima se ve obligada a convivir con su agresor, a cobijarle y financiarle, quedando desprotegida en muchos casos.
Violencia filio-parental: un tipo especial de violencia familiar
La violencia filio-parental es, pues, aquella que es ejercida por los hijos y que tiene como víctimas a los padres. Cuando hablamos de violencia filio-parental no nos estamos refiriendo a comportamientos conflictivos aislados o propios de la adolescencia o de situaciones difíciles, sino a un patrón repetido y frío de abuso hacia los padres que tiene como objetivo dominarles, humillarles y minar constantemente su autoridad. En este tipo de maltrato la intencionalidad es clara, es decir, es una violencia consciente.
No es una situación nueva, pese a lo que pueda pensarse. A mitad del siglo pasado, ya se mostraba preocupación por este fenómeno, lo que no ha evitado, sin embargo, que cada vez más hijos maltratadores deban ser atendidos para corregir este serio problema y más padres necesiten ayuda para reconducir la situación o paliar las secuelas. Este tipo de violencia puede manifestarse a través de varios tipos de abuso.
Abuso físico. La violencia física es el tipo de violencia que más identificada tiene la sociedad, por ser evidente o visible. Consiste en hijos que agreden a sus progenitores mediante golpes, empujones, apretones de brazos, inmovilizaciones, conductas agresivas hacia objetos de la casa (como puertas, mesas de cristal, objetos personales, etc…) y también intimidación física mediante bloqueo corporal o gestos amenazantes.
Abuso psicológico. El maltrato de hijos a padres es también, en muchos casos, psicológico. Los hijos con este problema ejercen la violencia contra sus progenitores a través de ignorarles abiertamente, humillarles, negarles sistemáticamente el afecto, mentirles, intimidarles, ausentarse de casa sin aviso con el objetivo de angustiarles, despreciarles y degradarles verbalmente, etc…
Abuso económico. Un tipo muy particular de maltrato filio-parental es la violencia económica. Los hijos la ejercen contra los progenitores cuando les roban, cuando venden objetos de la casa sin permiso u objetos personales de los padres para su propio beneficio, cuando generan deudas por juego en las cuentas paternas o cuando utilizan sus tarjetas bancarias para su disfrute de forma abusiva.
El círculo de la violencia filio-parental
Muchos de los hijos que agreden a su padre o su madre muestran un extraordinario rechazo a ser supervisados por sus padres y otros adultos. Cuando el adulto les pone límites, les reprende o les castiga en base a un mal comportamiento, estos hijos reaccionan con arrebatos violentos y extremos.
Los progenitores observan con desesperación como sus métodos habituales para resituar los límites con sus hijos son ineficaces porque cuando utilizan las reprimendas, las amenazas o los castigos, los hijos responden con un incremento de la violencia. Ante esta situación, muchos progenitores intentan cambiar a un estilo más conciliador o persuasivo, que también es interpretado por el hijo como una claudicación.
De este modo, los progenitores pueden acabar atrapados en un patrón de comportamiento pasivo-agresivo que no hace sino reforzar la conducta violenta del hijo que, o bien siente que son débiles y manipulables, o bien acaba recibiendo violencia y reaccionando a ella de la misma manera.
Repercusiones de la violencia sobre los padres
La violencia filio-parental no sale gratis para los padres y las madres: problemas para dormir, episodios depresivos, ideación suicida, ansiedad, recurrir al alcohol o la auto-medicación para reducir el estrés emocional, sentimientos de culpa, estrés postraumático, crisis de pareja, desatención de otros hijos, etc … son algunas de las consecuencias que sufrir violencia filio-parental puede acarrear.
Características psicológicas de los hijos agresores
Según estudios de nuestro país existirían algunas características psicológicas que harían más probable que se desencadenara la violencia de hijos adolescentes hacia padres.
Los hijos que se frustran con facilidad tienden a ser más agresivos, así como los que tienen TDAH e impulsividad; adolescentes con baja empatía y con dificultades para asumir la responsabilidad sobre sus actos son más proclives a este tipo de violencia; el aislamiento social y la distancia interpersonal también son predictores de este tipo de conducta, así como los rasgos de personalidad narcisistas.
Las características anteriores favorecen que el hijo violento no conecte emocionalmente con sus progenitores, tenga urgencia por satisfacer sus deseos y no sepa resolver los problemas sin recurrir a soluciones rápidas y violentas.
Factores familiares implicados
Pese a lo que se pueda pensar, la sobreprotección o el estilo educativo autoritario no parecen ser, según los estudios, causa de este comportamiento en los hijos. Sin embargo la negligencia hacia los hijos, el abandono paterno o un estilo muy permisivo sí pueden ser factores que contribuyan a la aparición de este problema. Una fuerte discrepancia entre los estilos educativos de ambos progenitores también es factor de riesgo.
Ana Borja Royo. Psicóloga Infanto-Juvenil de APAI Psicólogos
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