Dicen los expertos que la revolución tecnológica a la que asistimos será tan importante desde el punto de vista histórico, económico, e incluso político, como lo fue la revolución industrial. A los que ahora somos padres nos ha cogido ‘con el pie cambiado’, por utilizar esta castiza expresión.
El elenco de aproximaciones a lo digital va desde los más reacios hasta los verdaderos frikis, con una amplia gama de intermedios en los que se encuentran los que acceden habitualmente a Internet, han sustituido el correo postal por el electrónico y se han sumado al tsunami de WhatsApp para sus relaciones sociales.
Pero nosotros, por mucho que nos empeñemos, no somos digitales porque nacimos analógicos. Y aquí estriba, en buena medida, parte del problema principal de la aplicación de las nuevas tecnologías en las aulas. Los complejos engranajes de los actores que participan en la enseñanza tienen que acompasarse con las nuevas técnicas para que, de verdad, el aprendizaje sea el fin, y no la tecnología en sí. Pero eso requiere un esfuerzo por parte de todos.
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Como explica Nita Aspiazu, responsable del Área de Investigación Bibliográfica del Colegio Orvalle, «lo importante, y creo que eso es lo que hemos hecho mal, es comprender que son instrumentos y, si se usan para lo que están concebidos, son una ayuda».
Tras un exhaustivo análisis de la realidad, hemos detectado cuatro retos en los que debemos seguir trabajando:
Cambio de paradigma de la educación
Ningún sistema de enseñanza con aplicación de nuevas tecnologías puede funcionar sin que los profesores se adapten a los cambios que supone. Utilizar tabletas en el aula no puede reducirse a sustituir los libros en papel por digitales y cambiar el bolígrafo y el cuaderno por mecanografía.
Hace falta modificar el modelo de enseñanza, centrarlo más en el trabajo del alumno guiado por un docente que, previamente, ha seleccionado muy bien el material que se trabaja.
Los expertos apuntan a que han llegado a su fin las tradicionales clases magistrales, entendidas como lecciones dictadas por un profesor sin intervención de los alumnos. Habrá alguna sesión puntual con este método para apuntalar los conceptos básicos de la lección tratada. Pero el resto del tiempo consistirá en trabajo en forma de seminario, en pequeños grupos tutelados por el profesor.
En este sentido, como apunta César Prieto, coordinador de Primaria en el colegio Alameda de Osuna, en Madrid, y responsable de la implantación del trabajo con tabletas, «hay dos transformaciones imprescindibles. Por un lado, el trabajo de los alumnos va a ser cada vez más colaborativo. Los alumnos compartirán material y conocimientos de modo que unos ayuden a los otros. Por otro, el profesor se tendrá que esforzar enormemente en buscar material de trabajo que permita a los alumnos desarrollar todo su potencial en el aula. Es el concepto del ‘curador de contenidos’, el que selecciona de entre un marasmo de información de diversa calidad y utilidad para guiar el proceso de conocimiento».
María Solano
Asesoramiento. Nita Aspiazu, responsable del Área de Investigación Bibliográfica del Colegio Orvalle
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