Empresario, escritor de bestsellers, economista, consultor y conferenciante internacional, Álex Rovira está considerado además uno de los mayores expertos en Psicología del Liderazgo a nivel mundial. Con la publicación de su libro «Amor», el lazo más fuerte en la pareja y en la familia, el autor desgrana este sentimiento pasional en tres ejes formados por la comprensión, el cuidado y la inspiración.
Con este libro, Alex Rovira nos invita a descubrir y potenciar este sentimiento a través de una nueva forma de entender y promover la energía más poderosa que tenemos: la que nos une a los demás.
Las 5 patas del amor en pareja de Alex Rovira
P. ¿Por qué es importante para la pareja vivir los momentos célebres?
R. De alguna manera la celebración de San Valentín, más allá de lo que es la celebración tradicional. Es una excusa para ritualizar, sacralizar el valor que damos a nuestra pareja. Eso tiene mucho que ver con el factor sorpresa. Ayuda a mantener muy fuerte el vínculo amoroso. La alegría también. Yo creo que si algo define que la relación amorosa es sana es la admiración, sin ella no hay vínculo amoroso de pareja, además de la paz o serenidad, la alegría y eventualmente la sorpresa. Esta ayuda a reforzar el vínculo.
P. ¿San Valentín hay que marcarlo destacado en el calendario?
R. Los rituales permiten celebrar el amor que tenemos al otro, entendiendo que amar es cuidar. Por lo tanto, para mí no tiene sentido proclamar el amor a alguien si no hay un gesto que manifieste la coherencia de esa afirmación. Días como San Valentín o las celebraciones que correspondan, como los aniversarios, para reivindicar el reconocimiento a nuestra pareja, nos permiten sacralizar eso y tomar conciencia de lo que queremos que es preservar en el tiempo nuestra relación.
P. De las 5 patas del amor, ¿sin qué pata podría sobrevivir una relación de pareja?
R. Las cinco patas del amor son todas importantes, si una falla, la relación puede caer. Si alguna de esas patas falla, la relación en general se puede poner en riesgo, aunque todas las demás funcionen bien. Y eso es algo importante a tener en cuenta. Hay parejas que dicen, «nos iba muy bien en muchas cosas, pero nos fallaba la relación en la cama». Es suficiente para que se dé una crisis grave. «Nos entendíamos muy bien en todos los ámbitos, pero es que él era tan, tan, tan fanático del deporte que los fines de semana yo no existía». Pues ahí tienes otro problema porque son valores divergentes.
P. ¿Cuáles son esas 5 patas del amor?
R. La primera es el confort o el entendimiento relacional. Es decir, en la cotidianeidad, cuán bien estamos con nuestra pareja. La segunda son los valores compartidos. Si eres muy de derechas y tu pareja muy de izquierdas, si eres muy creyente y tu pareja muy atea, si uno cree en las vacunas y el otro no… podéis tener problemas. La tercera es el acoplamiento afectivo-sexual. Porque si éste no se da, tienes un amigo o una amiga, pero no una pareja. Cuando hay entendimiento la relación fortalece y prevalece. La cuarta es el orgullo social en el sentido de «estar orgulloso de». Cuando sales al mundo con esa persona, da gusto estar con ella, presentarla a tus amigos… O en el extremo contrario, ¿qué dirá? ¿Meterá la pata? ¡Uy a ver cómo se viste! Esas cosas que te pueden causar algo de rubor o malestar, a la larga, pueden afectar a la relación. Y la quinta pata es el proyecto de vida compartido. ¿Sabemos hacia dónde vamos?
Y hay una sexta, que es la sensación de plenitud. Si no miras a nadie más, si solo estás con ella o él, ¿te sientes plena o pleno? Eso es un indicador clarísimo de que la relación funciona»
P. De los 3 ejes del amor: comprender, cuidar e inspirar, ¿cuál es el más importante?
R. Todos son importantes, me resultaría difícil establecer un ranking. Pero, sin duda, amar es cuidar. No tiene sentido que proclames el amor a alguien si no hay un comportamiento coherente que manifieste eso. Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas. En el buen amor hay que hacer y decir, para que este se sostenga bien. Hay quien hace y no dice y hay quien dice y no hace. En el segundo caso es todavía peor, los que dicen y no hacen es la incoherencia total. Pero, sin duda, amar es cuidar en primer lugar. Para mí amar es también inspirar para que el ser amado llegue a ser lo que está inspirado a ser. Acompañar en su camino de realización, no ser una corta prisa. Ser un facilitador de sus propios procesos, en el caso de que quiera aprender a desarrollar una habilidad artística, un postgrado… Estar ahí sin miedo y diciendo, adelante, aquí me tienes. Cuando eso se produce en correspondencia es maravilloso. Y amar es comprender, aunque no llegues a comprender al ser amado. Solo el hecho de que el ser amado vea que tú procuras comprenderle, a él o a ella y a sus circunstancias, ya hace que te ame más y se sienta más amado. Los tres son importantes, pero si me invitas a escoger uno, te diría que amar es cuidar.
P. ¿En qué consiste la teoría de la economía de las caricias?
R. La teoría de la economía de caricias la creó Claude Steiner, excelente psicoterapeuta, y viene a decir que todo ser humano para sobrevivir necesita luz, alimento, oxígeno, agua y, sobre todo, caricias. Pero que, cuando no hay caricias positivas, que son las que nos invitan a sentir bien, caricias de reconocimiento… optamos por las negativas. Una caricia es una unidad de atención que invita al otro a que esté bien y que le reconoce.
P. ¿Hay caricias positivas y negativas?
R. Cuando no intercambiamos caricias positivas, preferimos caricias negativas a la falta de caricias. Esto lo expresó muy bien el novelista William Faulkner en su novela, Las palmeras salvajes, cuya última frase dice: «entre el dolor y la nada, prefiero el dolor». Este mecanismo explica el proceso por el cual muchas parejas, o personas e incluso adolescentes con sus padres, se relacionan con caricias negativas. Cuando no sabes cómo obtener caricias positivas, pones en marcha mecanismos de provocación, de discusión, de rebelión… para que el otro te mire, para que el otro te grite y, eventualmente, para que el otro te golpee. Qué es una bofetada, sino una caricia intensa; qué es un grito, sino palabra fuerte.
P. ¿Por qué las peleas de pareja son una forma de estar vinculados?
R. Cuando no sabemos gestionar para obtener un reconocimiento positivo, lo ponemos en marcha en negativo. Poniendo una metáfora: si tú estás en el desierto y no tienes agua; si ves un charco, aunque el agua esté contaminada, beberás de ese charco, antes que no beber. Lo mismo sucede con las caricias y esto explica los patrones relacionales de algunas parejas que están continuamente en la greña. Así generan un gran intercambio de «signos de reconocimiento negativos» ya que eso por lo menos les mantiene vivos y les hace ver que el otro está por ellos. Si en lugar de eso encontraran la manera de curar su necesidad de afecto de una manera positiva se evitaría mucho sufrimiento.
P. La convivencia es la primera prueba de fuego de la pareja, pero, ¿qué pasa cuando llegan los hijos?
R. Es muy importante que la pareja siga siendo pareja, aunque sean padre y madre. Muchas veces sucede que, cuando vienen los hijos, el rol de pareja tiende a ignorarse, a olvidarse, y esa pareja se convierte en papá y mamá. Incluso se pueden ver parejas que se refieren el uno al otro como mamá o papá, lo cual a mí me resulta curioso y disonante. Tú eres papá y mamá de tus hijos, pero no de tu pareja.
Hay que preservar espacios para la intimidad, para la sorpresa, para el placer, para salir al teatro, al cine o pasear»
Es decir, si Eros se muere, si el deseo se muere, no resucita. Y Eros es como una plantita que tenemos que cuidar los dos. Hay que regarla y hay que abonarla, una semana la riegas tú y otra semana la abono yo, nos vamos alternando en el rol. Porque si Eros muere ya no ves en tu pareja a la mujer o al hombre que deseas, sino a una amiga o a un amigo.
P. ¿Cómo encajar el rol de padres en la pareja?
R. Tenemos que lograr la excelencia en el cuidado de la pareja porque los hijos se harán mayores, vaciarán el nido, harán su vida, y, llegados a ese punto, sería una pena que en ese momento no podamos disfrutar de nuestro compañero o compañera de vida porque hemos estado vaciándonos de energía con nuestros hijos que, ya adultos hacen su vida, y nosotros no hemos cultivado la nuestra en una pareja que tendría muchas bondades pero que, por inercia, hemos ido apagando.
P. ¿A qué te refieres cuando hablas de monogamia secuencial? ¿Somos menos promiscuos, más fieles o más libres?
R. Hay personas que, efectivamente, son muy leales y que son monógamos secuenciales, en el sentido que, están bien con una pareja y si eso no funciona siguen con otra. Hay otras personas que, bajo mi modo de ver, quizás por inmadurez psicológica, necesitan ir saltando de flor en flor. Yo no pretendo hacer un juicio de valor, pero creo que una relación de monogamia de lealtad y fidelidad potente, con el tiempo, sobre todo cuando la curva hormonal va perdiendo fuerza –en especial en el caso de los hombres- aporta muchísima más gratificación que la diversificación de encuentros.
P. Todos deseamos encontrar a nuestra media naranja, ¿es esto un error?
R. La teoría de la media naranja parte de la premisa de que los dos somos uno y de que nos tenemos que encontrar. Eso, a mi modo de ver, favorece relaciones de dependencia, relaciones de simbiosis, relaciones de «sin ti me muero». No, sin ti no me muero. Sin ti la vida puede ser más triste o peor durante un tiempo. Si te he amado mucho durante toda la vida y no estás, lo puedo pasar muy mal.
P. ¿Qué es la teoría de las dos naranjas?
R. La teoría de las dos naranjas lo que viene a decir es, tú eres una mujer completa, yo soy un hombre completo, somos una pareja completa. Lo que busco es completarme a mí mismo para poderme dar a ti y compartir, desde la completitud de ambos, no desde la falta, sino desde la plenitud, desde que he trabajado mi inteligencia emocional y social, mi inteligencia racional y práctica, creativa, espiritual… Que me he hecho un ser completo y que me sigo preparando y formando para dar lo mejor de mí… Ahí en ese encuentro de dos naranjas completas hay mucha más riqueza que en media naranja que depende de la otra parte para sentirse viva.
P. ¿Cuál es la perspectiva masculina y femenina de la pareja?
R. Hay na frase brillante de Antonio Bolinches, experto en la terapia de pareja. Una vez me dijo: mira Álex, cuando la mujer no está bien, ya está mal. Y cuando el hombre no está mal, ya está bien. Lo cual viene a decir que, normalmente y por lo que se observa, las mujeres son más exigentes, más sistémicas; pero también tienden a vaciarse más, a darse más. Mientras que el hombre es más básico.
P. ¿Por qué crees que las mujeres estamos pagando con soledad emocional nuestro éxito profesional y social?
R. Una cosa es estar solo y otra es sentirse solo. Hay gente que puede estar sola y no sentirse sola porque goza de su propia compañía. Y hay personas que pueden estar en compañía y sentirse en profunda soledad. Podemos observar, cada vez más, a mujeres muy preparadas, muy formadas, muy competentes, muy solventes, muy profesionales, que quizás tienen parejas que sienten envidia o se sienten acomplejados. Que han sido educados en una cultura machista, donde el hombre era el que proveía y la mujer la que se sometía y que no saben cómo encajar en este modelo en de mujer poderosa, con fuerza. Ahí pueden empezar a producirse dinámicas de juegos psicológicos que lleven al maltrato, al desprecio para sentirse más importantes, o incluso al aislamiento si la persona que se siente acomplejada, es narcisista, intentará provocar un acoso moral que llevará a la ignorancia de su pareja. Y eso, por desgracia, sucede. En caso de que sea así, si la mujer es fuerte, que busque a alguien sin complejos y que le pueda completar. Que no busque a una media naranja, sino a una naranja completa porque ella ya lo es.
Marisol Nuevo Espín
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