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Un acuerdo imprescindible

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Si el acuerdo político en materia educativa es imprescindible, no lo es menos el del padre y la madre a la hora de definir los grandes objetivos que esperan con la formación de sus hijos. Y esos valores de verdad, no tienen que ver con lo académico, aunque cada vez nos importe más.

¿Por qué damos tantos bandazos con las leyes que regulan la educación? Quizá es unánime la opinión de que es preciso llegar a un acuerdo duradero que no juegue con nuestros hijos como conejillos de Indias. ¿Por qué no se logra esta puesta en común? Porque las distintas opciones políticas quieren llevarse el ‘gato al agua’ cuando ejerzan el poder. ¿Tanto les importa hacer sentir su peso en cada cambio de legislador?

Resulta curioso que los políticos tan denostados por ‘jugar a corto’, en este caso ‘juegan a largo’. Conocen muy bien que para configurar el futuro de la sociedad, y ‘fidelizar’ su clientela, es imprescindible marcar los fines y los medios de la educación.

No es mi propósito ni mi papel hablar de política. La puesta de acuerdo que reclamo es la que por derecho natural corresponde a los padres, pues son ellos los que han de tener la libertad y la responsabilidad de educar a los hijos.


Padre y madre tienen que plantearse en profundidad qué buscan para sus hijos.


Sin duda, si en cualquier aula preguntáramos a los padres para qué educan a sus hijos, la respuesta sería unánime: para que sean personas felices en la vida. El resultado sería mucho más variopinto si avanzamos y pedimos que concreten qué entienden por ser persona, qué por finalidad de la vida y cómo entienden la felicidad.

Resulta a veces chocante, muy curioso, observar la conversación de unos padres con el encargado de las admisiones para incorporar a un hijo al colegio. Con frecuencia, un profesor sensato empezará por decirles que ellos pondrán todos sus conocimientos técnicos para lograr que ese niño sepa dar respuesta a las expectativas de sus padres, pero han de ser ellos los que den a conocer con qué objeto llevan al chico al colegio.

¡Entonces se pone de manifiesto la gran pregunta! ¿Qué finalidad se proponen en la educación de su hijo? Entre balbuceos, los padres, lo más frecuente es escuchar que exigen una buena formación académica para que pueda incorporarse a la carrera que prefiera. Buscan también dominar idiomas, para que más tarde hagan un máster y terminen con una colocación que les reporte unos medios económicos de alto nivel. ¿Algo más? Suele preguntar el profesor, y la respuesta suele repetir lo anterior con distintos acentos.

¿No les suena todo esto demasiado utilitario? De ninguna manera me parece mal. Es muy legítimo. Pero se me queda corto. Mucho se ha hablado de la inteligencia emocional, educación integral, educación personalizada y otros muchos conceptos que ese chico debe llevar en la mochila para andar por el mundo.

Quiero llamar la atención con estas líneas a que la educación ha de ser algo muy medular para dejarla en manos de un legislador aunque sea muy afín con nuestras opciones.

Padre y madre tienen que hablar mucho de este tema y ponerse de acuerdo en qué han de hacer y cómo han de ejecutarlo. Sin duda, lo que abre un abanico más variado al realizarlo son los ‘cómos’. Cada uno de los cónyuges ha de complementarse, pero sin que ninguno de ellos se salga de las líneas rojas que se marcaron como objetivo.

Pondré un ejemplo muy común. Es posible que unos padres estén de acuerdo en que los niños desde muy pequeños han de tener límites. Saber que no pueden hacer lo que les venga en gana. Un niño pequeño aunque esté en la cuna aprende enseguida que sus padres y hermanos han de estar a su servicio. Desde ahí hay que empezar, si no queremos educar un pequeño príncipe o un sátrapa dictador.

Con el objetivo bien claro de que la criatura tendrá sus límites de acuerdo con su edad y circunstancias, bien pronto ha de percibir -aunque no razonar? que existen «los demás». Aquí, padre y madre tienen una labor de artesanía, en la que no pueden actuar del mismo modo que lo hicieron con ellos, ni comportarse al igual con todos los hermanos.

Se me acaba el espacio y pasaría horas hablando del tema. Hoy dudo si ha quedado claro que los padres tenemos que ponernos de acuerdo para educar a los hijos; que hay que hablar mucho entre nosotros para evaluar cómo marcha la familia y rectificar estrategias. En definitiva, que es el negocio más importante de nuestra vida y no funcionar con mimetismos ni con reflejos ancestrales.         

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