Los padres podemos relajarnos cuando jugamos con nuestros hijos. Eso sí, con paciencia, no vayamos a querer que nuestro pequeño haga las cosas a nuestra manera. Si jugamos con ellos, el niño estará más tranquilo, sin que tenga que buscar atraer nuestra atención a cualquier precio. Además, conoceremos su carácter por la forma de actuar ante en el juego y así, podremos educarle mejor en hábitos y virtudes.
El niño/a aprende jugando. El humor y el juego son medios de educación mucho más eficaces en la edad preescolar que la confrontación y las reglas rígidas. Además, una situación de juego moviliza la energía del niño y genera una motivación fantástica para aprender. Y lo que es más, una actitud de juego alivia muchas situaciones difíciles o tensas en la familia y ayuda a los padres a tranquilizarse.
Los expertos invitan a los padres a dedicar tiempo espontáneo en lugar de tiempo intencionado, jugando con el niño en su terreno, con sus juegos y sus normas, y mediante la comunicación: interactuando y hablando, preguntando y contando las propias experiencias del día.
Vínculo entre padres e hijos
Si jugamos con ellos, estamos dando la oportunidad a nuestros hijos de crear unos vínculos privilegiados con ellos y una calurosa complicidad. José María Batllori, en su libro Cómo Educar Jugando (Ediciones Palabra) afirma que si nos entretenemos jugando con nuestros hijos, podremos observarles en sus juegos y así, conocer sus posibilidades y sus necesidades.
En el juego el niño es espontáneo y actúa tal cual es. De esta forma, tendremos la agradable sorpresa de conocer sus actos buenos y no tan buenos. Podremos ver si son egoístas, tramposos, liosos, desprendidos, con sentido del humor, pacientes…
Así, les podremos educar más fácilmente en la libertad, por ejemplo, a la hora de tener sus propias iniciativas y elecciones; en la responsabilidad, en la generosidad, en la paciencia etc… y divirtiéndose con el niño, habrá aprendido además, hábitos y virtudes.
Recuerdos imperecederos: el juego con nuestros hijos
Jugar con nuestros hijos y organizar actividades familiares agradables, crean momentos estupendos que dejarán recuerdos imborrables en su mente y también, en la nuestra. Tenemos que sentir la necesidad de jugar con ellos. Desde pasar el rato con juegos de mesa, o dibujando, o haciendo un puzzle, etc. También, las excursiones, ir al teatro, visitar el zoo, hasta hacer deporte juntos.
En las tareas cotidianas
Según Francine Ferland, profesora de la Universidad de Montreal, en su libro ¿Jugamos? (Narcea), muchas actividades cotidianas de casa pueden resultar satisfactorias tanto para el niño como para sus padres si se abordan de manera lúdica, como un juego. Hacer del juego el aliado cotidiano es permitir que la alegría y armonía entre en la vida del niño y en la familia. Esto contribuye a reducir momentos de tensión.
Si se implica al niño en las tareas domésticas, se sentirá orgulloso de la confianza que se le manifiesta y esto producirá un impacto en su autoestima. Si se crea un momento de juego, estamos favoreciendo un buen momento en familia.
Así puede jugar a ayudar a mamá y a papá, siendo un ayudante o cualquier otro personaje. Con 3 o 4 años, dependiendo de la autonomía de tu hijo, puede jugar a poner la mesa, a meter la ropa en la lavadora, a regar las plantas…
Al integrar al niño en las tareas domésticas, no solo se siente mayor, puesto que le confían tareas importantes, sino que también está menos agitado, al estar entretenido en una actividad de responsabilidad. Además, cuando esta actividad se le propone como un juego, es más agradable para él y para los padres.
Hay también actividades que el propio niño debe realizar diariamente y que muchas veces encuentra aburridas. Abordarlas como un juego y poner en ellas un poco de imaginación, le anima a realizarlas.
Así por ejemplo, el baño puede ser divertido si se convierte en un pez; lavarse las manos es hacer magia por el jabón quita la suciedad; cepillarse los dientes también es de magos porque el dentífrico hace desaparecer el resto de comida de los dientes; o podemos hacer un tren con una canción para irse a la cama.
Una terapia antiestrés para los padres
Para los padres, jugar con el niño puede convertirse en una terapia antiestrés, eso sí, siempre y cuando uno no se deje dominar por la impaciencia: recuerda que estás jugando con un niño que tarda en aprender las cosas. No busquemos que juegue a nuestro modo, sino que tenemos que jugar al suyo.
Además, si estás jugando con él, estás allí y no pensando: «A ver cuando terminamos, que tengo que hacer la cena o leer el periódico». Este estado tuyo de ansiedad, lo notará tu hijo.
Algunos juegos antiestrés:
1. Dar un paseo con tu pequeño de tres años: como no tendrás más remedio que ir despacio, podrás ir descubriendo con él, una grieta de la acera, las diferentes hojas del campo, el aspecto de la gente etc..Siguiendo el ritmo del niño, se ralentiza el del adulto y se descubre la elasticidad del tiempo.
2. Volver a crear fantasías: debemos dejarnos guiar por nuestro hijo para que las preocupaciones del trabajo desaparezcan por unos momentos y el estrés disminuya. Así, tenemos que hacer de reinas, de príncipes, de exploradores etc…
3. Bailes de salón o aerobic: bailar y hacer gimnasia con nuestros hijos es desestresante.
Consejos para relajarte mientras juegas con tu hijo
– Si estás sufriendo una temporada de estrés, piensa que es una buena terapia jugar con ellos, olvídate de todo, de tus problemas, y relájate por un momento, jugando tranquilamente con tu hijo pequeño: a las muñecas, al parchis, a las carreras de coches etc..,.
– Cuando quieras enseñar a tu hijo una determinada virtud (obediencia, generosidad etc.) convierte la orden en un juego. Por ejemplo, no es lo mismo decirle: «Ordena todos los juguetes ahora mismo», que «Ahora toca el juego de colocar todos los juguetes fenomenal, que tu lo haces muy bien. A ver quien gana, tu en colocar tus juguetes o yo en colocar mi ropa».
– Pregunta a tu hijo todos los días cuando salga del cole ¿Cuál ha sido el juego más divertido que has hecho hoy? Y después, intenta jugar con él a ese juego, aunque sea aparentemente un trabajo, como hacer fichas o leer.
– Si no te sale espontáneamente jugar con tu hijo pequeño, márcate una cita en tu agenda: jugar con mi hijo esta tarde de 7.30 a 8. Y si se lo marcas como rutina, tu hijo estará aguardando este momento con entusiasmo, además, con el juego previsto del día anterior. Y recuerda, que tu tienes que potenciar su creatividad, pero el marca las reglas. Déjate llevar.
Jaime Márquez
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