Las emociones son un elemento clave en el proceso de aprendizaje. Pero, ¿sabemos cuál es exactamente su rol? ¿Qué prácticas educativas pueden ayudar a los estudiantes a gestionarlas de forma positiva?
Hablamos de alegría y tristeza, de esperanza y ansiedad, de alivio y decepción, de satisfacción y de vergüenza. En el alumnado de nuestras escuelas existe una intrincada red de emociones, que se entremezclan, que fluyen y que oscilan. Un conjunto de factores que, inevitablemente, tienen consecuencias en el aula.
Cómo nos sentimos está intrínsecamente ligado a cómo aprendemos. Los seres humanos somos seres emocionales y toda nuestra vida está determinada por esta afirmación. Pero, ¿de qué hablamos exactamente cuando hablamos de las emociones de los estudiantes y su impacto en el aula? ¿Alguno de estos casos te resulta familiar?
– Es un alumno brillante en clase, que conoce el temario y lleva al día las tareas, pero que a menudo no consigue superar la evaluación final. ¿Estrés, miedo?
– Es una alumna cuya redacción en el aula es deficiente, pero que paralelamente lleva un blog donde escribe entradas de gran calado. ¿Falta de motivación, frustración?
– Es un alumno que al llegar el día del examen ya entra por la puerta diciendo: «Hoy no me encuentro muy bien, no sé cómo me saldrá el examen». ¿Ansiedad, vergüenza?
Estos son solo algunos ejemplos, en los que las emociones se entremezclan con la enseñanza y el aprendizaje.
Artículo relacionado:
– Condicionados por las emociones, ¿cómo aprender a gestionarlas?
Evidencias científicas: emocionalizar la educación
Nos adentramos en el mundo de la psicología y la neurociencia educativa para descubrir por qué cualquier docente debería ser consciente de las emociones en el aula.
Las emociones nos hacen saber cuándo hay peligro, o cuando un amigo íntimo requiere de nuestra comprensión y apoyo. De hecho, esos humanos que exhiben falta de emoción son vistos en cierto modo como carentes de una función humana básica. Los individuos sin emociones parecen estar como fuera de lo normal o que padecen de cierto tipo de deficiencia, porque la sociedad valora las emociones y las considera como una cualidad humana básica.
Las emociones también tienen su lado oscuro. La ira y la rabia pueden ser destructivas y conseguir que uno se dañe a sí mismo y a quienes se atreven a cruzarse en su camino. La tristeza extrema puede conducir a algunos individuos a dañarse a sí mismos o a abandonar la sociedad, desatendiendo la necesidad humana básica de conectar con los demás.
Según la asociación de salud mental Young Minds, uno de cada diez niños con edades comprendidas entre los 5 y los 16 años sufre de un trastorno mental clínicamente diagnosticable. Vamos a poner esto en contexto. En cada aula escolar hay alrededor de tres niños que están lidiando con algún tipo de problema de salud mental. Por cada 12 o 15 alumnos, al menos uno se ha autolesionado deliberadamente. el poder de las respuestas emocionales a los acontecimientos externos.
Las emociones guían y a menudo determinan el comportamiento, elevándonos primero y permitiéndonos después volver a chocar contra la tierra. Los estudiantes que están lidiando con sus propias emociones puede que estén invirtiendo unos preciosos recursos cognitivos simplemente en sobrevivir al día a día, es improbable que estén plenamente participando en el proceso de aprendizaje. Podría parecer que un determinado niño no está prestando atención o es indiferente, callado o introvertido; puede ser que los problemas se manifiesten en comportamientos disruptivos y desafiantes.
Emociónate aprendiendo
¿Y qué hay del alumno que constantemente se preocupa por aprobar un examen o sacar una buena nota de sus deberes, o del niño que está tan superado por la ansiedad que se descompone cuando se le plantea la más simple de las preguntas en clase? Los profesores están familiarizados con las frecuentes reacciones inusuales que reciben de los alumnos; algunas son puntuales, mientras que otras parecen arraigadas y habituales.
La ansiedad es tal vez la emoción negativa sobre la que más se ha investigado, centrándose en su impacto sobre el aprendizaje. Los niños se aturullan; se olvidan de lo que han aprendido, malinterpretan enunciados y constantemente temen que se les dirijan preguntas en clase. Incluso pueden volverse mudos temporalmente si se les presiona para que respondan. La solución inmediata podría ser ayudar al alumno a relajarse o asistirle para que alimente emociones positivas.
La relación entre emociones positivas y negativas es compleja y algunas áreas de investigación han vinculado erróneamente emociones positivas con resultados académicos positivos, y emociones negativas con resultados mediocres.
Desenmarañar esta compleja relación constituye una pesada tarea y sin duda pasará un tiempo antes de que tengamos una comprensión más clara de cómo operan estos constructos. Por ahora, sea como sea, podemos intentar descifrar lo que actualmente sabemos sobre cómo las emociones (tanto las positivas como las negativas) impactan en el aprendizaje.
El proceso de aprendizaje y las emociones
El proceso de aprendizaje requiere la participación de procesos cognitivos, pero sin otros procesos denominados «no-cognitivos» el aprendizaje simplemente no tendría lugar. El proceso de aprendizaje, por tanto, implica procesos cognitivos, procesos emocionales y procesos sociales.
Procesos cognitivos. Este proceso es tal vez el más importante. La cognición tiene que ver con los procesos de pensamiento implicados en el reconocimiento, almacenamiento y recuperación de información. También incluye otros procesos cognitivos como la percepción y la atención. Sin embargo, pueden tener lugar formas básicas de aprendizaje sin memoria (como se ha visto en individuos con severos déficits de memoria), y los recuerdos en sí mismos son a menudo altamente inexactos.
Procesos emocionales. El modo en que nos sentimos durante el aprendizaje puede mejorar o alterar la manera en que almacenamos la información recibida durante ese proceso de aprendizaje y la capacidad de recuperar la información almacenada tras el mismo. Emociones específicas, como por ejemplo la curiosidad, pueden mejorar, mientras que otras, como el aburrimiento, pueden verse alteradas.
Procesos sociales. El aprendizaje no puede tener lugar en un vacío. Las relaciones pueden promover o suprimir la capacidad de participar en cualquier acontecimiento de aprendizaje. Esto es particularmente importante durante las primeras etapas de aprendizaje, cuando los niños están desarrollando sus habilidades sociales y empezando gradualmente a comprender lo que supone formar parte de un grupo.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Marc Smith, autor del libro Las emociones de los estudiantes y su impacto en el aprendizaje, de Narcea Ediciones.
Te puede interesar:
– Niños difíciles, ¿qué hay detrás de su comportamiento?