Lo malo de las nuevas tecnologías (que ya tienen poco de nuevas) no es que sean buenas o malas, es que no sabemos qué hacer con ellas. No nos engañemos: ni nosotros, ni nuestros propios hijos, que a veces navegan para acabar naufragando en un marasmo de impulsos digitales que, naturalmente, les atraen infinitamente más que el libro de lengua, por muy tonto, insulso e irrelevante que resulte su contenido.
De hecho, no me canso de decir que para mí el principal problema de las redes sociales y el uso y abuso de internet no reside en esos ciberdelitos que a veces llenan las portadas de los medios sin atender a su frecuencia real, sino en otros problemas aparentemente más pequeños como la nueva conformación de la autoestima a base de likes, el riesgo de quedar atrapado en una adicción tecnológica o el que, a la postre, el tiempo se les escape a nuestros jóvenes entre las manos, demasiado ocupadas en sostener su smartphone de última generación.
Por eso me gustó tanto la idea que me han descubierto Laura Otón y Amparo Latre, de la Cadena COPE, en su programa Hablar en Familia en el que tuve el gusto de participar. (Muy recomendable este podcast que está triunfando en las redes, ideal para madres como tú y como yo que necesitamos aprovechar el tiempo de transporte para escuchar algo interesante e instructivo).
El tema de fondo era la tecnología y entrevistaron a personas realmente interesantes. Pero hoy quería destacaros una propuesta que plantean Pilar Rodríguez, Sonia Martín y Juan Carlos Blanco en su libro Familias Enredadas. Los riesgos de Internet. Es tan sencilla como instructiva: nos plantean un semáforo (verde, ámbar y rojo) para valorar el grado de nuestra adicción tecnológica. Y digo nuestra porque es casi seguro que los padres nos sorprendemos al hacer este sencillo test con nuestros hijos.
Lo que me parece clave del planteamiento es que muchas veces ni nosotros ni los propios jóvenes somos plenamente conscientes del grado de dependencia digital que hemos alcanzado.
Al mismo tiempo, hemos oído hablar, y mucho, de los problemas de adicciones comportamentales que se están descubriendo, de modo que estamos perfectamente concienciados de la necesidad de limitar el uso de las TIC. Este semáforo nos sirve como un aldabonazo, como un examen de conciencia que adolescentes y adultos podemos hacer para, si es necesario, empezar cuando antes el camino de vuelta al mundo real.
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