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Enamorarse en la adolescencia: una experiencia intensa

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¿Os podéis imaginar lo que es tener un cerebro que busca encontrar a alguien de quien enamorarse de manera irracional y pasional mientras te hace sentir timidez e inseguridad y al mismo tiempo carece de un centro ejecutivo racional que dicte las decisiones que tomamos?

Ser un adolescente enamorado no es fácil, tampoco lo es vivir con uno en casa. Hay que recordar que el enamoramiento se vive de manera intensa y, si bien es muy diferente al amor, no deja de ser un sentimiento tan real como penetrante.

En la adolescencia empezamos a descubrir quiénes somos. Comenzamos a distinguir nuestros propios gustos de aquellos que nos han enseñado a apreciar y empezamos a formar fronteras más definidas entre nuestra identidad y la de nuestros padres.

Cuando un adolescente se encuentra enamorado también experimenta un aumento de endorfinas y encefalinas al pensar en la persona de la que se ha enamorado. Por otra parte, las feromonas humanas alcanzan su nivel máximo a los 18 años. Estas son sustancias segregadas por diversas glándulas que generan una huella personal en los demás. Siendo el olor el mayor desencadenante de recuerdos y emociones, las feromonas colaboran en la producción de enamoramientos en la adolescencia.

A diferencia del amor, la atracción romántica es tenaz

En el enamoramiento, las emociones se disipan o precipitan rápidamente. La alegría y la tristeza se encuentran en un espectro no lineal. De hecho, la pasión no está asociada a ninguna expresión facial en específico, a diferencia de otros estados emocionales. Por otra parte, el amor pasional se enfoca en una sola recompensa: la persona causante del enamoramiento.

Al igual que todos los instintos básicos, el amor pasional está asociado a una elevada actividad en los centros de dopamina. Estudios con imágenes de resonancia magnética funcional muestran cómo estas áreas ricas en dopamina se iluminan en el cerebro cuando se piensa en la persona de la que se está enamorado.

Estas regiones, como el área tegmental ventral, están altamente asociadas a los sistemas de recompensa y motivación. De hecho, estas áreas se activan cuando recibimos algo que deseamos como agua cuando tenemos sed, comida cuando tenemos hambre o un mensaje del objeto de nuestra ensoñación.

La reciprocidad y el enamoramiento

Al igual que los instintos básicos de sed y hambre, el enamoramiento no se extingue hasta que se ve satisfecho o redirigido. Hay evidencias que muestran que el 40 por ciento de los adolescentes cuyo enamoramiento es rechazado en menos de dos meses se encuentran clínicamente deprimidos. Es biológicamente normal, ya que los centros de dopamina se ven inhibidos al ser rechazados por aquello que más los estimulaba.

Los enamoramientos no solo son variables en su tiempo, sino también en su intensidad. Por otra parte, es absolutamente posible que surja amor de donde solo había pasión. El amor está fuertemente relacionado con satisfacción vital. Es menos intenso pero crea un sentimiento más profundo de conexión.

El amor se describe como una mezcla de amistad, intimidad, compromiso a largo plazo y valores compartidos. El amor evoluciona durante un periodo más largo de tiempo que el enamoramiento y, a su vez, también es mucho más estable en términos de las emociones que experimenta.

Dra. Maite J. Balda. Psicóloga y doctora en Neurociencias Cognitivas

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