Es muy generalizado el hecho de que todos los padres tienden a ver muy potenciadas las cualidades y capacidades positivas de los hijos y, a veces, cuesta más ver aquello en lo que no destacan tanto o las posibles dificultades. En definitiva, cuesta ver la realidad y cada uno crea la suya propia.
Realmente no es porque los padres no tengan capacidad para ver la realidad tal y como es y no como ellos la construyen, sino que se enfrentan a una situación difícil de gestionar y asimilar.
Entre el hijo real y el que te gustaría
Esto da lugar a que existan diferentes tipos de conductas entre los padres cuando tienen grandes expectativas y el hijo ideal no se corresponde con el hijo real:
– Padres que tienen miedo a conocer la realidad por el hecho de que pueda no coincidir con las expectativas que cada uno tenga sobre sus hijos. Este miedo directamente provoca una actitud de desinterés por aquella información que reciben que sea lejana a su pensamiento. No dan ni siquiera opción a recibir la información, no escuchan lo que se les dice.
– Padres que dan opción a escuchar y recibir la información, pero luego no la aceptan y muestran disconformidad con lo que se les transmite. Esta disconformidad incluso en ocasiones supone enfado y actitudes de rechazo.
– Padres que escuchan la información externa y tratan de aceptarla pidiendo incluso pautas para trabajar en casa, en caso de que sea necesario, pero esa aceptación les supone una dificultad muy grande en el plano emocional.
– Padres que reciben la información con serenidad y equilibrio con la consiguiente aceptación estable.
La conducta de los padres, ¿de qué depende?
El que encontremos este tipo de conductas entre los padres va a depender, principalmente, de lo siguiente:
– Tipo de problemas o información a asumir: en función del tipo de información que se transmita de los hijos será más fácil asumirla o menos. No es lo mismo descubrir que tu hijo tiene unas dificultades de aprendizaje, por ejemplo, que el que le cueste una actividad determinada o una asignatura un poco más. Tampoco es lo mismo saber que tu hijo tiene algún problema de aceptación de normas en el aula o que es un líder negativo. De la misma manera, es diferente ser el que provoca las situaciones complicadas en el aula a ser el que sufre dichas situaciones.
– Formación de los padres: el tipo de formación y desarrollo personal que tengan los padres también suele afectar. Esta formación no hace referencia a su nivel de estudios académicos, sino a la formación personal y los recursos emocionales con los que cuenten. Cuantos más recursos tengan interiorizados mejor sabrán gestionar la información y situaciones que se les planteen.
– La situación del resto de sus hijos: puede ser que los padres tengan algún otro hijo que cuente con capacidades totalmente contrarias a las que se les está contando sobre su otro hijo y que les cueste asumirlas por comparación o por pretender que sean todos iguales. También puede suceder todo lo contrario: que ya tengan otro hijo con dificultades o situaciones complicadas y les cueste asumir esta nueva situación por no querer pasar de nuevo por ello.
– Contexto en el que se encuentren: el contexto familiar y personal, económico y social, influye mucho en el modo en el que se desarrollan las cosas. También influirá en este caso en el modo en el que se acepte la información a recibir.
El choque padres-profesores en las reuniones del colegio
Así pues, está claro que no todos los padres aceptan del mismo modo según qué información. Tener en cuenta cómo lo pueden asumir y conocer las posibles causas de ello puede ayudar para que cada uno se identifique. Por otro lado, al profesorado le puede servir para entender mejor el tipo de padres con los que se puede encontrar y tratar de transmitir la información acorde a estas características, y así lograr un mayor éxito en la aceptación de la información.
Teniendo en cuenta todo lo hasta ahora comentado, es muy importante, a su vez, pensar en el modo en el que los padres suelen acudir a la reunión del colegio para hablar de sus hijos. Generalmente, las reuniones con los profesores de los hijos suelen estar muy centradas en el plano académico pero cada vez más se está potenciando desde la pedagogía el realizar reuniones en las que se hable del niño de manera integral. Si no fuera así, la familia puede tratar de recabar esa información integral del niño haciendo preguntas al profesor. Esto le permitirá obtener información más completa de cara al conocimiento de los hijos y favorecerá la ayuda que se les pueda dar.
Cuando en la reunión con el profesor, este transmite información un tanto dolorosa o menos positiva sobre el niño, los padres deben tratar de no cerrarse sino de seguir escuchando y ver qué posibles pautas de trabajo se recomiendan para poder colaborar desde casa y llevar la misma línea de trabajo que el centro educativo. Lo mismo ocurrirá si la información recibida es muy positiva.
No solo debe servir para saber que el niño tiene muy buenas capacidades, sino para ayudarle a crecer con esas capacidades y potenciarlas al máximo, de tal modo que sea lo más feliz posible en su desarrollo y darles pautas para poder enfrentarse a situaciones no tan óptimas que les puedan surgir en la vida. Es interesante, también, contrastar la información con otros agentes externos que puedan estar interviniendo en la educación de los hijos y que, de este modo, cuenten con información valiosa de cara a su conocimiento y potencialidad de capacidades.
Este contraste de información no es por desconfianza de la información recibida por parte del profesor sino como complemento. Tener en cuenta toda la información que otros agentes externos nos trasladan de nuestros hijos nos permite lograr un conocimiento más exhaustivo de ellos y podremos así potenciarles al máximo según sus propias capacidades. No significa quedarse solo con lo que no son capaces de hacer sino conocerlos adecuadamente en cada una de las áreas de desarrollo, en definitiva, tener un conocimiento integral.
A partir de esa información se podrá tratar de potenciar sus capacidades al máximo, con las diferentes pautas que se hayan recibido desde el centro educativo, y se aprovechará para trabajar sus puntos débiles a partir de sus potencialidades. No querer ir más allá o ver la realidad de lo que se nos plasma solo sirve para engañarse a uno mismo y, a su vez, no aceptarlo tiene una consecuencia importante sobre los hijos: al no tener un conocimiento real, no se puede llegar a ayudar al niño en su desarrollo y crecimiento y no se le da las ayudas que necesita para superar sus dificultades o puntos débiles.
Si no se les conoce bien, será imposible poder darles la ayuda que necesiten a su medida. En conclusión, el conocer a los hijos tal y como son y aceptar sus puntos fuertes y débiles da la oportunidad de hacerles potenciales y capaces.
María Campo. Asesora Pedagógica Eduka&Nature
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