Aunque a muchos padres pueda parecerles mentira, ya desde el primer año de vida, sus hijos se encuentran preparados para comenzar a aprender cómo ser ordenado pues, a partir de esta fecha, precisamente, se pueden ir poniendo en práctica ideas para adquirir un hábito.
Los niños de entre uno y dos años pueden suelen comenzar a entrar en este específico y tan importante periodo sensitivo. Alrededor de los tres años, por su lado, los pequeños se sitúan en la etapa más receptiva del mismo, que no termina hasta que cumplen cinco o seis años.
Ordenar tiempo e ideas
Según los expertos, el orden es un hábito base para muchos otros. Gracias a él, las personas son capaces de organizar mejor el tiempo y las ideas, pueden sacar mayor partido a lo que ven y aprenden…
Así, un niño que se habitúa a vivir en el caos, sin que le enseñen a ordenar, cuando crezca tendrá más dificultad para elaborar un simple informe estructurado en su empresa o, incluso, para establecer sus propias prioridades en la vida.
Además, por mucho que nos cueste creerlo, los niños son los primeros que desean aprender a vivir el orden. Quizá resulte más complicado habituarles a la actividad de ordenar, pero es fácil distinguir que se sienten más cómodos cuando «controlan» las situaciones. Basta que nuestro hijo guarde dos noches seguidas el pijama bajo la almohada… a la tercera lo buscará allí él mismo, y encontrarlo constituirá para él, el mejor de los triunfos.
En estas edades, los niños requieren estabilidad, saber cuál es el sitio para cada cosa y lo que va a ocurrir a continuación. Conocerlo es fundamental para su desarrollo psíquico y emocional, y en nuestras manos está proporcionarles esa ayuda, enseñándoles que cada cosa debe tener su sitio y presentándoles con paciencia modelos de conducta ordenada.
Una forma concreta de ayudar a nuestro pequeño, por ejmplo, será intentando cumplir los horarios de comidas, sus horas de sueño, atendiendo su aseo personal y necesidades fisiológicas y, sobre todo, respetando sus salidas de paseo y juego.
Las primeras lecciones para ser ordenado
Para que nuestro hijo pueda empezar lo antes posible a vivir el orden, las primeras lecciones que le proporcionemos tendrán que ser puras demostraciones ante sus ojos.
Aunque él no pueda entender exactamente lo que se le está diciendo, será capaz de captar al vuelo nuestros mensajes si nos contempla recogiendo y ordenando sus juguetes en el cuarto, o los perolos en la cocina. Observar cómo esta actividad se repite siempre tras un juego o después de comer, le ayudará a asimilar que el orden va anejo a todas las actividades.
De este modo, pronto le podremos ir exigiendo pequeños detalles concretos, como dejar las zapatillas juntas al pie de la cama al irse a dormir, o llevar el dodotis sucio al cubo después de cambiarle. Poco a poco, la exigencia podrá crecer, y se acostumbrará a guardar las cocinitas -separando los cacharros de las frutas y verduras- antes de empezar a jugar a las muñecas o, simplemente, será capaz de colocar los libros en la balda, derechos y con el lomo hacia fuera.
Adquirir un hábito: me gusta el orden
Los sucesos encadenados son también un buen método para inculcar el orden en los hijos. Las secuencias de actos no sólo facilitan al niño la adquisición de un hábito en concreto, sino que hacen más llevadera la obediencia, y les proporciona una enorme estabilidad y autonomía, pues realizan los actos casi de forma automática.
Por ejemplo, podemos intentar acostumbrar a nuestro pequeño a que cada vez que llegue por la tarde del colegio, guardería o parque, vaya directo a dar un beso mamá, cuelgue el abrigo, se ponga las zapatillas, se lave las manos y se siente a merendar. Y, cuando se aproxime la hora de costumbre, a que busque el pijama, deje que lo bañen, se siente a cenar y se quede dormido en cuanto le arropemos en la cama.
Una vez que haya aprendido cada secuencia, tan sólo habrá que indicarle el primer acto, para que sepa lo que va a continuación y lo haga.
De juego en juego: jugamos a ser ordenados
En cualquier caso, uno de los métodos más eficaces para enseñarle a ordenar es, sin duda alguna, el del juego. Esto no quiere decir que se tome el pelo al niño, sino que tratemos de adaptarnos en cada momento a su mentalidad infantil.
Entre los 2 y los 8 años, los niños aprenden las cosas jugando. Así que habrá que enseñar al pequeño -con mucha paciencia y buen humor- a jugar al orden.
No será tan difícil hacerle ver que esta actividad tiene su parte lúdica y creativa -hoy ordenamos los muñecos por tamaños, mañana por colores- y que siempre es posible superarse en ella. Nuestro propio ejemplo tendrá, como es habitual, una importancia vital en el resultado final.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Lucía Herrero. Psicóloga y orientadora familiar.
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