Los ojos son el espejo del alma y una mirada puede decir mucho de una persona. Pero también puede hacer mucho por el otro participante en esta «conversación«. Y no solo nos referimos a ese sentimiento de confianza y sentirse querido que se transmite a través de estos canales, sino porque incluso pueden estimularse algunas de las habilidades del bebé.
Así lo indica un estudio editado por la Universidad de Princeton. Un trabajo que destaca los beneficios que tiene el cruce de miradas entre el bebés y una persona con la que ha formado un vínculo de afecto, como sus padres, estimula sus ondas cerebrales y, en consecuencia, la potencia de su inteligencia social.
El cerebro «social»
Estudios previos ya han demostrado que la mirada de un adulto con quien el bebé comparte un vínculo de afecto favorece la producción de oxitocina en su organismo. Sin embargo, los resultados de esta investigación van un paso más allá y demuestran que gracias a esta «conversación» se construye la faceta social del niño en su cerebro.
Un trabajo que revisó de cerca las reacciones de 17 bebés a las formas con las que se reaccionaron a las acciones de sus padres. Para medir estos resultados los expertos utilizaron gorros de electroencefalograma. Los datos revelaron que cuando se producía un intercambio de miradas entre los padres y sus hijos, las ondas celebrarles de ambos tenían a sincronizarse.
¿Qué beneficios tiene para el niño esta sincronía? Acostumbrar al cerebro de los más pequeños a esta «actividad» permitía unas mejores relaciones en el aula, todo ello gracias a un fácil flujo de información entre las personas que se miran. Sin embargo, Victoria Leong, una de las autoras de este trabajo, dice que estos resultados son insuficientes y que se precisa de establecer una relación directa entre las miradas de los padres y la de los bebés.
Habilidades sociales en niños
Si bien las miradas podrían estar detrás del desarrollo de habilidades sociales en los más pequeños, también hay otras muchas actividades con las que potenciar estas destrezas en los más pequeños:
– Favorecer el juego entre compañeros. En lugar de permitir que los pequeños dediquen su tiempo libre a pantallas y dispositivos, hay que estimular el juego con otros niños en el parque.
– Saludar a sus compañeros cuando se encuentran con ellos. Al llegar a clase, los pequeños deben saludar a sus compañeros. Al igual que a ellos les gusta escuchar un «hola», el resto de niños también se sentirán bien gracias a este pequeño detalle.
– Participar en conversaciones. ¿Los compañeros hablan de un libro, de un partido de fútbol o de sus series preferidas? Los niños pueden unirse a estos círculos de debate e interesarse por la opinión del resto.
– No tener miedo de pedir ayuda. Que la vergüenza no les pueda, si necesitan ayuda no hay problema alguno en pedírsela a sus compañeros.
Damián Montero
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