Las redes sociales han convertido en la nueva hoguera de las vanidades donde se puede tanto fisgonear en las vidas ajenas como pavonearse con el relumbrón de una vida perfecta. Entre un extremo y el otro, muchos usuarios se convierten en ‘voyeurs’, usando las redes sociales únicamente como espectadores y consumidores de contenido ajeno de forma pasiva, algo especialmente crítico entre los más jóvenes, mientras que otros intentan «profesionalizarse» luchando por convertirse en «influencers» y conseguir más likes y seguidores.
Precisamente, según un informe de GfK y Greven Medien, el 72% de los 500 usuarios mayores de 14 años confiesa utilizar Instagram de manera pasiva. Dentro de esa pasividad, hay una parte activa que es la hacer clic o deslizar el dedo. Es más, existe toda una estrategia por parte de las marcas de Apps para propiciar esto y diversos estudios apuntan a que aporta felicidad.
Conseguir un like o clicar para dar un like dispara los niveles de dopamina que aportan sensación de bienestar y felicidad. ¿Estamos ante una nueva forma de estimulación placentera? Jordi Cirach asegura que «hoy en día la reputación digital es clave. Saber que tenemos X número de seguidores o que al actualizar nuestra red social favorita vamos a tener X número de interacciones es una forma de alimentar esa estimulación».
Una inyección de dopamina con un clic
Pero, ¿cómo funciona este fenómeno? Según el experto en Social Media Jordi Cirach, «sólo tenemos que ver la última tendencia en redes sociales: el formato «stories». Contenidos que a las 24 horas desaparecen y que crean la necesidad constante de entrar en la aplicación para actualizar las últimas publicaciones de los usuarios que seguimos para no perdernos nada. Además, ya existen unas ciertas prácticas por parte de las redes sociales donde premian a los usuarios que llegan a una cifra de seguidores concreta. Por ejemplo, en Instagram los perfiles que superan los 10.000 seguidores consiguen la oportunidad de añadir un enlace en los stories para poder trasladar tráfico a una página web».
Según datos del estudio del IAB que ha analizado los hábitos de consumo en social media de los españoles, de las 24 horas del día pasamos 1 hora y 10 minutos viendo YouTube, 1 hora y 3 minutos en Facebook, 57 minutos en Instagram y 45 minutos en Twitter. La gran mayoría de las veces el usuario solo observa y apenas interactúa, pero el tiempo de exposición es, además, cada vez más largo.
En este sentido, el experto en Social Media, Jordi Cirach, asegura que «tenemos el impulso casi automático de coger el teléfono cuando no sabemos qué hacer». De hecho, el uso del móvil como elemento de aislamiento ha cobrado importancia y son varias las marcas que no han dudado en posicionarse a favor de un uso responsable, más humano.
Según el estudio elaborado por IKEA ‘¿Estamos hiperconectados?‘, 1 de cada 3 personas mira el móvil más de 100 veces al día, lo que supone 1 vez cada 10 minutos sin contar las horas de sueño. Cifra que se multiplica en menores de 25 años, donde el 25% lo mira una media de 150 veces al día (1 vez cada 7 minutos).
Pero, no solo invertimos tiempo como observadores, sino que el móvil puede llegar a reducir la capacidad de concentración de su dueño. La Universidad de Austin (EEUU) estima que la capacidad cognitiva se reduce significativamente cuando un smartphone se encuentra en nuestro campo de visión, incluso apagado. De hecho, si está encima de la mesa pero con la pantalla hacia abajo, su sola presencia genera distracción y la persona focaliza de manera casi involuntaria su atención en él.
El autoengaño de la imagen: los contenidos irreales
Más allá de la sobre-exposición, Jordi Cirach pone énfasis en la delgada línea que separa el contenido real de lo que son «apariencias«. Las redes sociales se han convertido en las brasas perfectas para alimentar una nueva hoguera de las vanidades. Según el experto, «en realidad sabemos que esas vidas son falsas porque solo nos muestran la parte que les interesa mostrar. Pero nosotros también jugamos al mismo juego y nos vamos auto engañando unos a los otros en las redes sociales».
En cualquier caso, las redes nos han llevado a dejar de consumir nuestra vida para consumir otras. Jordi Cirach explica que «los jóvenes, que han crecido en ellas, saben perfectamente que son una proyección ‘irreal’ porque como usuarios, actualmente ellos se proyectan como una marca». Sin embargo, la mayoría de usuarios muestra su felicidad, logros e interesantes vidas a través de las redes sociales lo que genera un consumo de contenidos ‘irreal’.
«Mostramos nuestra mejor cara y es entonces cuando aparece el ‘autoengaño‘. El usuario invierte tiempo y recursos en proyectar una imagen con un objetivo: ser percibido por la comunidad como alguien especial. En realidad sabemos que es ‘falso’, pero es innegable comparar tu vida con las vidas que visualizamos de los demás. Es aquí cuando aparece la frustración» concluye Jordi Cirach.
Las redes sociales: la nueva hoguera de las vanidades
Para explicar el motivo por el que las redes sociales se han convertido en la nueva hoguera de las vanidad, Jordi Cirach expone que «cuando publicamos un selfie en una red social, no deja de ser un acto de vanidad, buscamos likes y comentarios positivos de usuarios que incluso no sabemos quienes son y que es muy probable que nunca vayamos a intercambiar ninguna palabra con ellos. Al fin y al cabo, en las redes sociales sólo publicamos una parte de nuestra vida, aquella que nos sentimos cómodos en comunicar. Todos sabemos que se trata de vidas irreales, pero muchas veces caemos en la comparación de nuestra vida con esa que vemos a través de diferentes pantallas».
Cada día, en cualquier momento, «tenemos a nuestro alcance y disposición la vida que miles de personas ajenas vuelcan en el teléfono. O mejor dicho, la proyección de una vida que, de antemano, se sabe irreal o magnificada», añade.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Jordi Cirach, psicólogo y experto en Social Media
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