La generosidad es dar y darse sin la estricta medida de la justicia. Los niños necesitan que les demos motivos para esforzarse en ser generosos en vez de buscar una contraprestación o cualquier otro interés personal.
Se trata de abrir nuevos horizontes para trabajar el valor de la generosidad sugiriéndoles actos que sean una auténtica muestra de generosidad, o exponiéndoles las necesidades de los demás, para lo cual necesitarán echar mano de su voluntad si quieren llevarlo a cabo.
Poco a poco les podemos ir explicando que la generosidad y el servicio a los demás es un deber de las personas que se gratifica por sí mismo, con la alegría del deber cumplido y con la satisfacción de realizar algo bueno por los demás. Lo entenderán mejor si les ponemos ejemplos gráficos de personas generosas y de la tristeza que produce el egoísmo.
Si decide no prestar algo, o no ayudar a alguien, intentaremos hacerle ver lo mal que lo pasó y que lo hizo pasar a los demás; o, por el contrario, lo bien que se sintió al ayudar al hermano, o un compañero. La generosidad, como toda virtud, se logra a través de la repetición de actos hasta que sea algo natural comportarse de ese modo.
El ejemplo de la familia para ser más generosos
Todo esto es más fácil si en la familia:
– Se habla bien de la gente, sobre todo cuando no está presente.
– Se escucha con paciencia a los demás sin atropellarlos.
– Se escogen temas de conversación que interesen a los demás.
– Se aceptan los encargos con alegría e ilusión por colaborar en casa
– Se cuida y acompaña a los enfermos.
– Se visita a los amigos, etc.
Se trata de ofrecer numerosas posibilidades de ejercitarse en la generosidad a la vez que se van ofreciendo los motivos por los que es bueno actuar de ese modo. Así por ejemplo, perdonar de verdad, de corazón, es uno de los actos más perfectos de la generosidad, de los que más cuesta realizar; para esto hace falta seguridad interior y deseo de servir.
Perdonar no es quitar importancia a lo que la tiene, ni ser un ingenuo que no se da cuenta de lo que pasa; es reconocer la necesidad de la otra persona de recibir cariño, aceptación y confianza, a pesar de lo que haya hecho.
Ejercicios para trabajar la generosidad
– Enseñar a descubrir las necesidades de otras personas.
– Prestar a sus compañeros el material de clase, aunque a veces lo puedan estropear.
– Ayudar en el estudio a un hermano o compañero.
– Acordarse de dar las gracias.
– Pedir las cosas por favor.
– Cuidar a un hermano.
– Ayudar a los hermanos a cumplir sus encargos.
– Visitar a los abuelos.
– Dar una parte de su paga como limosna.
– Jugar con los demás compañeros, aunque no le caigan bien.
– Escuchar con interés al que habla y respetar el turno de palabra.
– Prestar a los hermanos la ropa o los juguetes.
– Saber perdonar u pedir perdón.
La generosidad, un valor en alza
– El valor de la generosidad es muy difícil de apreciar por otros, pues depende más del esfuerzo y de los motivos internos de la persona que entrega, que del acto exterior que podamos contemplar.
– No es generosidad dar de lo que nos sobra, o solo al que nos cae bien, o esperando alguna recompensa, por vanagloria o por quitarnos de encima un problema, no es generosidad.
– Para que un acto sea generoso ha de darse algo de uno mismo con esfuerzo, libremente y con la intención de cubrir una necesidad de otra persona para su bien.
– Los hijos aprenden a perdonar si nos ven hacerlo de manera natural. La facilidad para perdonar, como todo lo relacionado con la generosidad, es algo que se respira en casa. Si te has equivocado, castigándole por algo que más tarde averiguas que no cometió, puedes probar a disculparte. Descubrirás que son lecciones que dejan huella en nuestros hijos para toda la vida.
Marisol Nuevo Espín
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