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Demasiadas extraescolares: niños estresados

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Con la moda de las actividades extraescolares, puede que nuestros hijos comiencen a experimentar demasiado pronto los alfilerazos del estrés.Y es que a pesar de las ventajas de las actividades extraescolares, como un medio para complementar su formación, también hay que incidir en sus peligros, sobre todo cuando algunos padres pueden perder la noción de equilibrio y apuntar a sus hijos a demasiadas extraescolares, hasta cubrir el más mínimo hueco.

¿No hemos tenido nunca la sensación de andar con nuestros hijos de arriba para abajo, arrastrados de una actividad a otra, intentando desesperadamente aprovechar el tiempo libre que queda tras el colegio? Natación a las cinco, inglés a las seis, judo a las siete, ordenadores a las ocho, música a las nueve y teatro los sábados… Parece una descripción de ficción, exagerada, pero, en muchos casos, ésta es la realidad. Si esto es así, ¿podrá sorprendernos de que nuestros hijos lleguen a estresarse?

El estrés infantil por exceso de extraescolares

Si el 64% de los españoles tiene la sensación de que les falta tiempo, entre los pequeños la cuestión es más delicada. Según el estudio «El estrés, un problema de hoy en el mundo infantil» -realizado por la doctora Concepción Iriarte- alrededor de un 40% de los niños tiene problemas de estrés.

Una agitada vida social, las altas exigencias de los padres, los conflictos hogareños… Otros estudios, de los profesores Edelmira Domenech y Aquilino Polaino, revelan que entre un 8% y un 9% de los niños españoles sufre lo que se llama depresión infantil.

Tiempo para jugar

«Hace años, los críos hacían los deberes y se iban a la calle a jugar; hoy en día no, acaban su jornada escolar y les endosamos algo: alemán, piano, natación… Y además, les pedimos que sean medianamente buenos en todo. ¡Por Dios! ¿Cuándo juegan?», pregunta Juan J. Miguel Tobal, profesor de Psicología de la Universidad Complutense y presidente de honor de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés.

Otro psicólogo, Eduardo de Sa, advierte de las consecuencias del exceso de actividades extraescolares en los primeros años: «Jugar es lo más importante del mundo. La tendencia de intentar aprovechar todo el tiempo libre de los hijos es inquietante porque no deja margen para jugar, para perder el tiempo con su familia, con sus cosas en su cuarto… Crecen por fuera, perfeccionan sus capacidades físicas y mentales, pero corren el riesgo de no crecer por dentro».

«Con esta rueda que gira permanentemente, muchos hijos son verdaderos adultos a los doce años y jóvenes tecnócratas a los 18, acabando por vivir una especie de tercera edad a los 25 años». Hay que evitar tratar a los hijos como verdaderos hombrecitos de agenda hecha. Una versión yuppie en miniatura.

Establecer prioridades

Cuando se exige demasiado a los hijos, las secuelas pueden ser importantes. Es importante establecer prioridades porque ha de quedar tiempo para jugar, para visitar a los abuelos, para divertirse con los amigos y compañeros del colegio después de la escuela, para pasear por el jardín del bario… Saber navegar en Internet, ser bilingüe y desarrollar una destreza física es muy interesante pero no a costa de que los hijos crezcan «vacíos» por dentro.

Quizá sea el momento de volver a plantearse el tipo de horario y de día que están viviendo nuestros hijos. ¿Se trata de una buena inversión?·

Las actividades extraescolares son buenas si sirven para complementar la formación; sin embargo, pueden tener algunos riesgos cuando se apunta a los hijos sin noción de equilibrio.· Además de pensar en algunas actividades, los hijos han de tener tiempo para jugar, pintar, disfrazarse…

Así, intentemos que las actividades quiten tiempo de pantallas en vez de juego o de convivencia familiar.

· Los hijos han de asistir a las actividades con ilusión, bien porque le interese mucho el fútbol, o porque el profesor de ajedrez la hace amena, o porque los compañeros de inglés son simpáticos…

· En vez de tener un conocimiento superficial de la actividad, interesémonos por su clases yendo con frecuencia a recogerle o llevarle, preguntando a sus profesores y participando en las reuniones.

· No contagiemos nuestro estrés a los hijos, y para ello evitemos carreras, gritos de «vamos tarde», comidas rápidas en cualquier parte para ganar tiempo… Nosotros somos los primeros en transmitir las prisas y las angustias.

· Cuidado con la excesiva exigencia. Los hijos no tienen por qué superarnos en todo. Demos más importancia a que vaya contento a las actividades y que las haga bien en vez de a que sea el mejor, pase rápidamente de nivel o llegue a cinturón negro cuanto antes, por ejemplo.

· Para que se ilusionen más, no olvidemos de hacer partícipes a los hijos en la elección de las actividades. Su criterio es importante.

. Nadie está libre de acabar agotado tras una dura jornada, ni tampoco los hijos. Estemos atentos ante los primeros síntomas: si comienza a decir que está harto del piano, si va un poco a remolque a ballet… Atención. Puede tratarse tan sólo de un cansancio pasajero, propio de la primavera, o que esté acusando el exceso de actividades.

Marisol Nuevo Espín

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